el indio pillo y la revolución de los seres

Diego Nicolás García Contreras

Indio ácido, corrupto; cogió al vampiro por las alas, lo sacudió, a veces ensañado.
el muy desgraciado, vertiendo las ganancias de muchos en su alberca, de donde nacía la certidumbre de los pueblos,
la magia de los concilios y de las reuniones cíclicas, prohibió el rito, y pintó las piedras...
el murciélago lo mordió y escapó, pero de sus bolsillos cayeron todas las monedas de la semana...
el animal se fue llorando, al ver que en el tendedero habían muchos de los suyos, y en su vuelo ideaba el plan de su furia.

El indio pillo gastaba en su protección sobornando a las tortugas, y a los camellos, que veían todo muy lento, y de repente, de un solo paraguazo, estaban el la otra dimensión, en la del miedo y las pérdidas,
indio impío,guardó los recursos para si y su casa, llena de corbatas y alhajas, llenas de vestidos y diamantes;
la rebelión era inminente.

Sal imperecedera, sal de entre las rocas, transfórmate en flor y dale signos a los conejos que pasean con bolsas, a los pelícanos y a los canguros, un poquito de tu virtud, hágase el cambio de ciclo y hagamos trueques con lo que nos da la tierra.

Ya no queremos monedas, no más envoltorios ni cemento, no más ceda, por favor, olvídemos nuestros empleos en las fábricas y hagamos una gran alcancía, para guardar para siempre al indio y su familia, démosle muchas riquezas, pero que olvide la luz de sol, que tenga que respirar por una bombilla.

Y la tierra fue mujer, y el mar fue manos, y entrego sal a los conejos, y a las serpientes codos, patas a las almejas, y todo cambió.
El dominio del indio terminó.

¿En qué momento el hombre dejó de pintarse la piel para pintar sus ropajes?
No lo sé pero ya no queremos sus relojes, ni sus tractores...

hoy nos vamos a servir los unos a los otros,
pero primero vamos a entender a nuestra madre naturaleza, 
-dijo el murciélago fugitivo

luego de eso vamos a liberar a los prisioneros que aún están colgados con perros de ropa...
encerrados en mazmorras húmedas, y esclavizados al servicio del tirano...

y poco a poco iremos develando el curso de nuestros pasos, la voz del día, la melodía de la noche,
solo así seremos libres...

Abajo, en la tierra hueca de la mente ramificada, esta Ignus, sentado en un trono de corcho, mejor en uno de papel maché...
dejémoslo en un puff, con los pies húmedos de frío, y la cabeza calva de calor.

  • Autor: No (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de mayo de 2021 a las 02:48
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 42
  • Usuario favorito de este poema: Augusto Fleid.
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