Réquiem: Debo y pagaré

Hipotecamos el cielo y lo perdimos.
Las aves no pudieron apelar ni replicar.
No pudimos dar el mar a cambio y un gas nos aplastó hasta la altura de los picos y Andes -que por fin valoramos-
La fauna del aire, ha herido al hombre; pues además del polen, que con sus alas enloquecidas baten y hacen invivible al poco aire que queda, sus garras desacostumbradas al pavimento, resbalan con miedo y torpeza.
Las aves conocieron al odio y aún no saben que le quitamos al cielo.
Asfixia lo que hasta hace poco daba la vida. La industria tose, como si fuera, de un tabaco caro, un último sorbo, antes de entrar. Los ricos huyeron a los prados. La ciudad es negra e imposible. Toda enemistad florece y se salva quien puede y no hay aire gratis; Wifi, si.
Nos queda el mar pero tiene las puertas cerradas, nunca aprendimos a regresar a él y perdimos las escamas y las colas. Pretendimos volar, volar, volar, con la torpeza exacta del que come con una mano ajena en densa oscuridad. 
Cambiamos las palabras. “Creo” dice quien duda y preguntar es de brutos.
Vale más lo que se puede comprar y discutimos si haremos leyes para dejar vivir o matar. 
Ha muerto un amigo y esas palabras de arriba son como estoy viendo al mundo ahora. Pero es así, solo que Alberto nos distraía con su sonrisa. Alberto nos hacía un mundo mejor. Cada sonrisa que se apaga es un pedazo de cielo que pierdo. Cada persona amable que sucumbe es un tesoro bajo los cimientos.
A dónde ir?
Con quién vamos a sembrar la piña?
Quién habla como él o nos cobra todo lo que le debemos?
El sollozo anuda la garganta.
El tiempo no pasa.
Estamos llenos de preguntas.
Le debía un poema y ahora no sé qué hacer.
Me lo pagó de tantas formas y no quiero deberle a un ángel.