A medias

Elizabeth Maldonado Manzanero

A medias

Con cuanto hastío dedico estas líneas a mi heroísmo

de aguantar la vida y aceptarnos como juguetes

de un destino que no solicitamos e intentamos erradicar

sin éxito alguno, por el contrario, cobijando como nuestra

la acción villanesca que nos reduce a ser esclavos

esclavos sí, de un hermano que lo tiene todo…

¿Quién le dio el derecho a refrescarse con nuestro sudor?

¿A acrecentar su placer con el servicio de nuestra carne?

Yo no lo sé, nací ciega y a merced de mi falta de intelecto.

Me resulta imposible para comprender ese porqué

de la diligencia y dulzura con que nos corteja la penuria,

con el sentimiento fiel de limosneros nos amalgamamos a ella.

Con el hambre echa costumbre, con la sequedad del tiempo

y la preñez de las entrañas, un día es igual a otro,

y ningún año es mejor que hoy mismo, se bebió en el último trago

de cruel amargura la esperanza, se esfumo completa

en una última bocanada la fe que perpetua lo intangible,

y sí, ya estoy cansada, mis huesos comen ansias de liberarse

de desencajar de la piel este tormento que mira y padece

el desprecio como parte del vacío de ser yo, el mismo abismo.

 

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