El saludo no es comestible

El saludo no es comestible. 

A los perros cuando se les chifla con una sonrisa, y ellos están atados y hambrientos, no pueden comerlo. 

A los hombres que duermen en cartones y frazadas roídas, con alguna que otra deficiencia, puede ser tanto física como mental, tampoco pueden comerlo. 

A los niños que sus padres le abandonaron o los tienen abandonados (a pesar de seguir en la casa), tampoco pueden entregarle una mínima calidez en la panza. 

A los niños que juegan con alambres y con la tierra de las calles del pueblo, tampoco les da lugar para un juguete, o al menos una forma de jugar menos peligrosa. 

A ese niño que viste hace tres años, ese saludo que le diste del otro lado de la ventana del auto tampoco lo salvaría de apuñalarse solo al caerse con esas pequeñas piernas cuando intentara correr a tu encuentro con un cuchillo, su casa destartalada detrás, más allá de que vos no podías detener el vehículo.