Mi pobre artesano…

Al Duborg

Cuando suenen los tambores

por tus talentosas manos,

debe tronar duro el cielo

para que no hayan esclavos.

 

El arte no es un empleo

para el menestral del agro,

quien deja la piel pagada

a cambio de su exudado.

¡Cuando refresca la luna…!

el sol le quema sus manos

y el hacha no es su formón

en los nidos de los pájaros.

Hilvana la empalizada

para cumplir un mandado.

El lobo que es su patrón

tiene que enrejar su patio.

Le tiene miedo al conejo,

porque le come su pasto

se olvida que ya no existe

en su conciencia recato

y se niega a incrementar

por lo menos un centavo.

 

Mientras tanto el albañil

con el martillo y los clavos,

las cabillas y el alambre,

funda las bases de un banco.

Es la jungla del concreto

la sede del virreinato,

donde aseguran sus bienes

los hampones del Estado.

Pero bien debe escucharse,

que para el pobre de Pablo

las puertas están cerradas

y él deja abiertas sus manos

por una miga de pan

firma su nuevo contrato.

Al restaurant del hotel

le tienen prohibido el paso...

¡Pues, su cartera no alcanza…!

Para un pequeño bocado

y su apariencia no es digna

por culpa de sus harapos.

 

El cedro del carpintero

pasó de rojo a morado,

le estrangularon las hojas

y unos pórticos su tallo.

Al que labra la madera

por más que pasen los años

su fachada es de cartón

y sus paredes sin marcos.

El cedro debe lucir

en los muebles de “Don Carlos”,

en las ventanas del templo

y en la corona de “Adriano”.

Cuidado con que se atreva

a querer comprar un carro,

tan sólo por manejar

le habrán de cobrar bien caro.

Los impuestos del castillo

los paga el pobre vasallo.

 

Ojalá que el campesino

de guisar, pueda estar harto.

Sin huevos el desayuno,

queda la mesa del amo.

La comida del almuerzo

tan sólo será un retrato

y en la cena los jamones,

al pan, le pasen por alto.

Sin el obrero no comen

los grandes concesionarios.

Los edificios no rascan,

al cielo por celibato.

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