De "El ángel perseguido": Panacea

Pablo Veliz Bacigalupo

Amar el aguardiente en las callejuelas de mendigos y perros fétidos meando sobres las rosas de la poesía, amar a la Rosita Renard de suculentos papilomas trepando por la ropa secándose al sol, amar a la pasión de los enfermos que buscan abrazar a la muerte bendita que arrasa sin otro esmero que vaciar el mundo, al destierro de Dios entre los beatos que besan prostitutas al amanecer y luego rezan el Ave María, amar a los Queer que se solazan con el desgénero triunfal de la monogamia metrosexual liberándose de los límites del cerco matrimonial y de las hormonas de Dios, amar al término de la cultura chatarra que se inocula en el santo cuerpo de los niños amando las Cajitas Felices, amar y amar y no dejar de amar a los zapatos alucinantes de Van Gogh y sus girasoles y cuervos secreteando con la muerte, a la lucha imperecedera de los Paihuanos y a los Onas y a los Alacalufes que se ventean en la memoria aborigen de los relatos de la sangre bravía, amar a la muerte de fotografías que desfilan por el Facebook y donde los amantes de la risa socarrona avisan que el mundo se acaba y a los archivos de la Biblioteca de la Aurora de Chile, y al disparo de Kurt Cobain y al rostro de Narciso en el agua del Mapocho y a todo el cáliz de María Magdalena vertiéndose sobre los pies de Leopoldo María Panero loando el silencio y la nada, amar a las estrellas con sandalias y las puestas de un sol palo rosa como el desamor, amar a las piernas ensangrentadas de una mujer pariendo lo nuevo siempre cambiante, amar a los trenes a Valparaíso perdiéndose en la bruma azul de los campos chilenos que respiran la humedad de las dalias, amar al amor que se desgrana sobre todo lo que se desgrana y a la vida y a la muerte y a toda la esperanza derrochada en este mundo santo, amar a la cólera de la sinrazón cegando la locura que es la única vía moral que existe, a las muñecas descuartizadas en ese río indecente que fluye haciendo aparecer la idea del fluir de la vida, amar a los que se atreven a saciar el hambre, a las películas de Aronosky y las de Bresson, a las velas, a las bicicletas, a los estudios de grabación de Amy Winehouse, a los dinteles plateados de la aristocracia popular, a las crines de oro de Louis XIV, a Carrera a O’Higgins, a Tom y Jerry, a Bart Simpson, a los caídos en la Dictadura en el 73 y a los antipinochetistas a los que les metieron electricidad por el ano, amar al encuentro con la nada al que todos los poetas desean fervorosamente hundirse, amar a las arañas de San Camilo y las de Mongolia y a los homosexuales australianos besándose ante una iglesia de papel de biblia, a Rimbaud que liberó a los poetas huyendo de su madre oscura desde Charleville a Paris, amar al cisne troquelado de Juan Luis Martínez y a las rondas azules de Gabriela Mistral y al canto de macho anciano de Pablo de Rokha, amar a la ribera del Maipo y la del Mar Negro, a los zigurat de los aztecas y a los corazones arrancados en honor al futuro Becerro de Oro, al asombro de las esquinas dormidas de Las Condes donde el caviar es más común que toda el agua del planeta que se acaba ya y al petroleo para todos los continentes, y a Pablo Escobar y a las Torres Gemelas del Vaticano y a un Hitler Gay y a Jesús Cristo, amar al Estallido Social en Chile, y a la evasión al Metro siempre represivo, amar a la patria desvencijada y a la suprema voluntad de los niños que la escupen pretendiendo no hacerse cargo de ese legado infame de las banderas que flamean sobre los pordioseros y el hambre atroz de las avenidas de esta providencia y la masacre que la harta, amar y amar y amar todo el horizonte tendido sobre las playas invisibles de la Patagonia donde creer algunos usurpar el aire y el aire, y atormentan a la gente de la tierra, y manchan sus camisas con la palabra Chile, amar a la inocencia de los arreboles en Estambul y en Alaska y en La Meca, a las calles duras por tanto jalar cocaína en la veredas y sanar la desventura de vivir en esta prole de entretenimiento postmoderno, más secular que los huachos de Dios que se mean bajo los edificios inteligentes y se arman del suicidio como gesto libertario, amar a la orgía del devenir libertador que es lo único que podemos hacer al besarnos, una y otra vez, sin crepúsculos malditos ni noches dulcemente tristes y devoradoras por la boca del alma, amar a  la pulcra y sincera gestualidad de los perros y los niños y al fin de la podredumbre que se cae al llover desde la manos de la Virgen, amar a la radio sonando una Velvet Underground y la heroína espolvoreada en New York y la Estatua de la Libertad, amar a los lirios de Oscar Castro y su amor perdido inocente en el desierto que se expande cada vez más por los dedos del poeta que invisibles teclean el futuro del mundo, amar a las tres carabelas y a la ruina traída del oriente en los espejos reflejada y los caballos viriles del evangelio despreciable, amar a Italia y la destrucción del fascismo, a la soberbia de todo lo que existe, a las venerables y viejas prostitutas que cobijan a la creación entre sus senos fláccidos, a los puentes, a los zafiros, a los panes y a la impertinencia de esos porches y sus millonarios que se arman del Reface para lucir la bienvenida máquina de la tecnología sin el ocio que liberaría a Marx de la tumba, amar al éxodo del sapo que salta de la oreja del pantano y a quien no le importa nada más que sea ser un príncipe acaudalado y practicante de la gula, amar al cielo que desdibuja los testículos de avaros Iluminati, amar a todo y a nada, lo feo y lo bello, acuerdos epocales sin mérito, y a esta codicia por decirlo todo y nada, y a la playa azul donde voy por la luz que robé de los poemas de mi abuela judío holandesa, amar al escarnio posible en mendicantes y la horrible bofetada de la limosna, amar a la sanguijuela que masacra al dinero que rola en las bolsas bursátiles, y al número PI y a la sucesión de Fibonachi en todo poema valiente que se aparea de los senos de la Venus de Milo, al misterio de todo lo que existe y lo que no es misterio, a la marraqueta que entibia un vaso de agua, donde cabe toda el agua del mar y los marinos que se entristecen cuando el sol no aparece nunca y la noche es perpetua y la solución es la higuera y su sombra hereje y orgiástica, amar a la pasión de Cristo y a la iluminación de Buda y al Corán de Mahoma, amar al reloj amputado en el nuevo edén africano, amar al jazz y a las jeringas y la luna policroma, y a los filisteos que huyeron de Palestina, amar a Sao Paulo y a Buenos Aires y a Bogotá y a Caracas, a todas las calles por donde van los desfiles inermes e inertes de los ambulantes con cirios en las manos, amar a la TV educativa y a la muerte de la idiota marejada de pelotas en la red que patea millones de dólares al segundo mientras mueren 5.000 niños diariamente en Mozambique, amar a la ruina que colma el mundo como concepción de un amor nuevo por asumir y a la mejora de los vertederos de basura industrial, amar a las voces de los esquizofrénicos del mundo a quienes se les aparecen pistolas con forma de mausoleos disparando sobre sus cabellos sonoros y a los gemidos del diablo y a la ciudad chorreada con sangre animal, amar al canto de las vertientes y el resuello de la parvada que se une a los cielos sonrojados, amar a la Última Cena donde los pobres son los únicos invitados, amar al despabilamiento cenacular del Gobierno Secreto en la figura altruista de Bill Gates y Mark Zuckerberg, amar a la melodía de los castaños cuando el otoño es la única estación, amar a las moscas celestes y naranjas posándose sobre el lomo albo de un caballo, amar a la guerra y amar la paz, a María Cienfuegos mirando El niño  que llora de Bruno Amadio mientras junto a un candelabro llora, amar al mar y a toda la recaudación de los juegos del World Disney para la difusión de las películas de Pasolini, y al Sida que mató Freddie Mercury convirtiéndolo en mito viviente, a las dunas del Tabo donde se dibuja La Maja de Velázquez y al aire salino del Quisco donde unos pescadores volaron hacia un puerto de Lisboa para detener el viaje de Hernando de Magallanes, amar a la fascinación de la poesía donde todo es posible, más y más, a toda la irresponsabilidad de los sueños perversos del poeta, y a Jacques Derrida que piensa el poema postmoderno, amar al círculo de los círculos y aún más a la espiral que se esconde detrás de todo fenómeno, y a la caída de una hoja de un ciruelo y a la manzana de Newton, como todos los descubrimientos de la ciencia y a Fernando Pessoa y a Safo de Mitilene y a John Kennedy y a Marilyn Monroe, amar todas las piedras en Plaza Dignidad después que los encapuchados las han arrojados contra los guanacos miserables, amar a todos los anos del mundo desde donde crece la libertad en la Nueva Declaración de los Derechos de la Mujer y el Hombre, amar a John Lennon asesinado por ser pacífico y otro tanto y tanto más a Catrillanca, en la lucha por el Arauco Feroz, amar al frenesí libertador de los celulares vigilados por el Ojo que Todo lo Ve, al Barrio Lastarria donde deambulaba el Divino Anticristo, la Isabelísima del Nuevo Nacismo Lésbico, y a los pormenores gloriosos de la Guerra del Pacífico y al mea culpa de los reos de Colina I, a Daniela Vega y la emancipación de los Trans custodiados malsanamente por los evangélicos y la Nueva Stultífera Navis que pretende ahogarlos en una noria de orina y a  los helados Savory en medio de los apagones de la Dictadura y el gas colándose por las puertas y a los libros quemados de Mao y a  la disolución del Año Nuevo y a la impronta de los cipreses tocando las nubes y a los plátanos multicolores colgando de los árboles del Parque Forestal y a cada uno de las palomas avisando el inicio del Diluvio Universal Contemporáneo y al Spotify de los mercaderes de Venecia vaticinando la actualidad de la red virtual, amar, amar y amar a la oscuridad del paraíso burgués en la Divina Comida, mientras no hay ni leche en las tetas poblacionales, ni nada, y nada que se pueda hacer mientras acumulan como al excremento el euro que rola en las pupilas de Lionel Messi, amar a la cazuela y la boleadora de Lautaro, amar a los paisajes del Desierto de Atacama donde la nieve invisible trae recados de los Selknam asesinados por el Chancho Colorado, amar a la cesación del descaro de la pacatería picante de algunos nefastos y medrosos que niegan las lascivia redentora, todos en la jaula de la democracia y el culto a la mayoría, amar al desvelo maniaco depresivo de los clarividentes que no saben hacer otra cosa que aullar entre tanta normalización de la conducta liderada por el miedo instituido y a la espuma de Afrodita y a la leche de Hera y al fuego de Prometeo y a toda la cultura clásica a la basura y al aborigen, al estrado que no es estrado y al hundimiento de los computadores gobernando la biósfera y a todo en el ships y la vara virtual de la libertad de expresión controlada por la publicidad y propaganda gubernamental, amar, solo amar y amar a los viejos ideales de Pound y a las cárceles donde encierran a los rebeldes del sistema desigual y perverso y dominante y de fórmulas paliativas y de bonos adormecedores y toda la mediocridad noticiera y todo el mal de amor en el descuento de las Falabelas, y roban y matan en el desenfreno neoliberal de los aplausos, y nada se hace y todo se hace sin hacer nada, amar a Teresa Wills Montt en los suburbios diletantes de Paris, al huevo de la gallina de oro, a las pancartas en el día del Orgullo Gay y a las relaciones matemáticas de la naturaleza en la lluvia que todo lo arrasa hacia la flor perenne, amar al encanto del manzano junto a un riachuelo que se deslíe por la espalda del mundo, a la existencia de las rosas cultivadas y las madres de los hijos que van a la guerra, a las cantimploras vacías que marchan al patíbulo de tanto saciar a hombres ebrios del amor tan santo que mueve los algoritmos de la presencia, y a las alas de Alcino y Pedro Prado y a los cicateros que se extravían entre las avenidas del dolor sagrado, amar a todo lo que debe ser amado y a lo que no debe ser amado, y a los genios del arte o mártires de la ignorancia como institución social, y a la ausencia del despilfarro de los casinos en Alemania y a la cesación de la patochada real de la cínica politiquería y a los reyes que mendigan y a los mendigos reinando, amar a la copa que sostiene toda la comunión de lo humano con lo eterno, amar a la Piedad de Miguel Ángel, a las agujas con las que se tejen los cuentos de hadas y al invierno que se cuela por los trenes de la melancolía, amar a todo suceso posible y a los que no suceden, a la reja y la perla irregular, al vacío que nos abraza y a la nada que nos ama, amar y amar a la ciudad del nuevo amanecer, a la rebeldía de Hamlet y su ser o no ser que es madre o padre el dilema de todo, amar al llanto y el Himno de la Alegría, a las mareas del Índigo, y a las señoritas de la Edad de Oro español, a todos los implantes de silicona, a los druidas y a los vikingos, a la Atlántida de los judíos, a la paciencia inconmensurable de los caracoles, a las mañanas todas y las noches todas y al tiempo que transita en la tumba de Nietzsche que vio el Eterno Retorno en la cumbre de su locura penetrante, a los cisnes nadando en el poema y a los garfios de los piratas del viejo continente, al polvo, a la ruina, a los gusanos, a la soledad que invade la mente del genio, a la figura de las amapolas y a los esclavos, al sueño de esta existencia en la que no hacen sino seguir durmiendo mientras jugamos a tener un Instagram para esa exposición riente de la intimidad y los gustos derrochados en la pantallita, y al Efecto Mariposa en el que China se prepara para el asesinato de EEUU, y a la crápula citadina y al desenfreno de los vocablos paseantes, y al poema libertador y Latinoamérica piadosa y al Teatro del Mundo que no cesa y a Juana de Arco besando a Simón Bolívar y a todo el apuro del mercado desregulándose, amar a la dicha de ser en este milagro sacrosanto de la vida y a la vida por todo el milagro de ser, y a la religión de la trasformación vital de los cuerpos que es lo único que tenemos, a la Mujer salvadora y el placer que todo lo cura, y a  los pendrives donde crecen los nuevos maizales, y al Covid-19 arrasando con los que gobiernan y a la suma Pangea y a los clavos y a los martillos y al tabú a la desigualdad y a la melancolía del polvo de las tabernas y a la no conquista de la luna y a los jóvenes circenses en las calles y a la unión de los vivos con los muertos y a cada uno de los anzuelos de la misericordia y al sol ampliando los arrabales y a la cresta del gallo disponiéndose a la rebelión animal, amar todo lo que es todo, las marchas mapuches y las de los estudiantes, todos los estallidos sociales en el mundo entero, a la llegada de la gran mesías y sus ángeles femeninos, a la escuela que enseña la Tierra Hueca y que impone la falsedad de todo lo que se cree verdadero, a la concepción de los mártires humanos, a la muerte de la libertad como concepción del adormecimiento, el control y la autocomplacencia y a la defunción histórica de Hiroshima y Nagasaki, a las peanas del nuevo mundo, y a la creencia de que esta leva crece pese a todo, amar a la santidad de lo profano y a la cesantía de los uniformados, a la lluvia de sangre sobre los mares, al desembarco como expresión de insurrección en contra del tirano del norte, a Mozart, a Manu Chao, a Mon Laferte, a las díscolas vendimias corriendo por los continentes, al teclado y la mano, a los trenes de beronal yendo hacia todos los páramos inasibles, amar al Amor no sustentado en el miedo y la costumbre, amar a la eliminación del sacrificio de los vacunos en los dientes que crucifican, amar al Carbonato de Litio y a las sopas de espárragos y los cuadros medievales del Bosco, a las ortigas que se derriten, a las pobres esferas de la musiquilla que no son de Lihn, al hombre que pasa en una carreta pidiendo un poco de pan, a la manera de hacerse el universo sobre nosotros y a las tildes que se pierden en el infinito cuando escribimos o hablamos o pensamos en lo que escribimos, a la lucha crucial de la lógica elemental sobre nuestros cuerpos cuando nos damos cuenta de que no somos algo distintos que Dios, a la verdad de los espermios viajando por el macrocosmos de la vulva santa y el río de la vida entre sus piernas, amar a lo que va y viene de las esferas indomables del cosmos, al soplo inminente de la creación en la caída de una hoja del árbol, y a la tierra santificada que la recibe sabiendo que su caída no fue solo por la brisa sino por todo lo que ha ocurrido en el universo desde siempre, amar y amar y amar a la necrofilia de las llaves que cierran las puertas y las casas y el miedo imperante de saberse propietario de cualquier cosa sea esta la que fuere, amar al plato donde se sirve el alimento diario, a la Monalisa y a los inciensos incestuosos traídos de la India, y a la huella que deja el pie cuando el pie es también una huella de otra cosa que no se ve, a la suma radical de los neones destruyéndose en un apagón supra cultural en todos los países neoliberales de occidente, a las naranjas y a las yeguas, a la ampolleta y a los cabellos, a la hoja sagrada en la que se escriben los poemas, amar a la luz y a la sombra, al tiempo y el no tiempo, a todo lo animado que vive entre lo que no es animado y se alzan ambos en el canto sideral de la existencia sin nombre, al movimiento corriente del columpio que dejamos cuando nos fuimos apagando, al cable USB y a las supremas revoluciones inspiradas en Madonna, a Buda iluminado bajo la higuera, a los chocolates y a Willy Gonka, a la emancipación de la paz no anestesiante, a los ignorantes que solo viven y son más felices que quienes saben que saben, a la araña que teje imitando al tiempo cansado de volver, a la diadema que sueña mientras flota en el mar con posarse sobre la única emperatriz de los cuentos no inocentes que nos contaron cuando éramos inocentes, al niño que aspira neoprén creyendo que las nubes son impíos agentes ultra internacionalistas que lo van a pillar y que no entiende quienes son ellos ni por qué se denominan de esa forma, al olvido que es menos largo que el amor, a la sucesión numérica de las palabras y las parábolas de la brisa imperante, a la menta en el taza flotando y enmascarando el misterio de la existencia, a Los Prisioneros pateando piedras en la revuelta de los 80, a los muertos que lucharon y las velas que se apagaron en la sin lugar riña por el poder y la libertad que mueve al mundo siendo la violencia su móvil más irrenunciable mientras domine el Padre, a esa mayúscula que filtra toda una ideología, a Paul Preciado y su discurso sobre las políticas de dildo y la sedición de la deconstrucción de la identidad de género, a los volantines encumbrados no en septiembre, a la ruptura de los espejos con la que no sería posible la mera y suculenta vanidad, a Napoleón Bonaparte donando la cita la historia la escriben los ganadores, a los chicles Dos en Uno, a los peones del ajedrez, a los calzones de algodón, amar a la unción de la amistad sin la que no existiría la humanidad, a la duda que todo lo mueve en lo que al pensamiento respecta, al asombro del axón saltando en la mente de quien va a morir, a los lelos promotores de la cosmética femenina, a Salvador Allende no derrotado por el no suicidio y la promesa de una Alameda por donde pase el hombre libre y las marchas y las marchas y nada de vigilancia y Foucault, y la piedra dura de Rubén Darío ni menos al dolor de la vida consciente, al seguir adelante aunque todo esto se acabe por no comprender que lo importante no es la primera causa sino la causa primera, a los cementerios y a los jardines, a los anillos, a los terremotos por la Placa de Nazca bendita al remover esta esfera pensante, a la comunión de los ángeles que se cuelan por los intersticios de las habitaciones y a la felicidad de todo y todo más y más, a los juicios para los empresarios que roban el sudor del los trabajadores del mundo, a los oriundos de la Patagonia y a los seres del otro mundo, más y más a la misión de los extraterrestres y la telepatía, a la sola mercancía que derrote la publicidad ignominiosa de la postmodernidad secular, al desierto del Sahara donde crecen magnolias imaginarias, amar a la Caja de Pandora y la esperanza derramada por el mundo, y a Violeta Parra y su Gracias a la Vida y su Maldigo del Alto Cielo, a las pancartas que odian a los progre que demócratas se inmiscuyen en los hábitos de la gente y sus cadenas malsanas, a los sonetos de Góngora y a leche de Hera que toman los niños de la Pintana, y al Challenger quemándose en el cielo del norte, a la Cybor Érica y su autonomía indiscutible, heroína de la Hiperrealidad Virtual y al matrimonio de los japoneses con las máquinas, amar los labios de Verlaine donde se secó la saliva de la prosa de Una temporada en el infierno, amar a los mares de sangre y las nubes de cobre, a los gatos egipcios y al sicomoro donde se aúpan los espantapájaros dorados por el sol, amar y amar la estética de la amargura y la del horror, a las brujas y a los castillos, a los trompos rolando gobernados por el número áureo, a los verticalidad sagrada de la Edad Media, al amor y muerte del Instagram donde las procesiones de historias escriben el nuevo libro de la postmodernidad, amar a la alquimia que todo lo transmuta, del mercurio al oro y del oro a las redes sociales, a la cizaña del déspota y a la disolución de los zoológicos, a la armonía primitiva de la madre y a los mariscos de Chiloé, amar a la expiración de los asesinos de la caridad, a las papas fritas rebelándose de los Chicago Boys, a Celan cayendo al Sena y a Trakl con la nariz espolvoreada, a la ruina y la nada, a la pólvora que venden a la salida de Metro Manuel Rodríguez, a la sazón de un reaggetón culto, a las moscas posándose sobre La Moneda y las monedas de los ricos, amar las flores como escudos y trofeos del movimiento hippie, a la muerte de Gustavo Cerati, a todas las razas del mundo, todas y todas las familias muertas ante la peculio de los múltiples ósculos desenfrenados, amar la justicia liberando a todos los mendigos y desposeídos, amar y amar a toda la locura posible desbrozándose más allá de todos los límites imaginados por el bramido oceánico de los pescadores, a la ejecución de la tortura de los usureros malditos del Toro de Falaris, a los taxi y a las circunvalaciones de María en el corazón de una mujer no virgen, amar, amar a los perfumes, a los pescados que vuelven al río, a los libros de sal, a los candelabros, a los nidos que imploran, a la parvada rítmica, libre y pausada, a toda cosmogonía de la delincuencia en la poesía que atente contra toda norma, a las calas que crecen en los ojos de las garzas, a la renuncia al mundo o al regreso al edén, a las noches y a los días, a las piedras displicentes, al hígado fulminante de un borracho que poetiza al intentar tomar al cielo con sus manos temblorosas, amar a la rebeldía total de la moral, a los corceles amarillos que beben sangre en la fuente de la vida, a la impávida Bella Durmiente que despotrica por ese beso del príncipe, a Pipiripao y el fantasma inocente y risueño del Canal 5 que en plena Dictadura hacía reír a los niños ingenuos, a los constructos infames de la normalización de la identidad sexual, a todas las banderas incoloras flameando, amar y amar con todo el ímpetu a los sortilegios devanados por el orbe en todos los tiempos y el futuro, amar a la ruleta rusa y a los Casinos vaciando de sus juegos los dólares para derrocharlos en las avenidas de la miseria, amar a este canto que no cesa, que no tiene fin, que libera al hombre de las trampas del odio que se siembra como la maleza entre los campos, amar y amar, finalmente todo lo que existe, lo bueno y lo malo, a todo, no vengan acá con moralidades, este es el acabose de la arremetida de los sepultureros, la muerte no existe, nada ha desaparecido y nada habrá de desaparecer, la vida canta y la muerte canta y vamos girando y todo gira, y el amor es solo verse en el otro y cantar el temblor de todo lo que vive y de lo que no vive, eso es todo lo que tenía que decirte, gira y canta y ama y no sigas este mástil sino a ti, en tu interior vive la savia que hace crecer los amaneceres, la vida sigue pese a todo y esto es lo que hay, el alfa y el omega, la dicha y el dolor, todo gira y todo canta, la danza del sol y la luna, todo lo que miras, lo que piensas, lo que sientes, ya no hay retórica que valga más que estas palabras, porque la nada acecha y es bella y el todo acecha y es bello, bello todo lo que es, aunque duela, amar sin límites, porque de amor se compone todo, y nos han enseñado a amar la indiferencia del dolor, nos han enseñado verdades falsas, nos han enseñado que somos solo humanos, y eso es falso, somos divinos como todo lo creado, y ya basta de adulterar al amor, porque todo va amando al todo, y sabemos que esto es cierto, y que finalmente todo es innombrable, porque nada de lo que existe tiene nombre, nada, y así nos vamos acercando a la muerte que todo lo devora, ámate y ama a tus semejantes, sea cual sea, porque de esa manera, solo así, podrá cambiar el mundo y tu mundo, que es el comienzo de toda revolución, sigue por el sendero, tus células danzan y contienen la información de todo el universo, porque todo es santo, santa la vida y santa la muerte, santo todo y nada, todo lo que existe y lo que no existe, santo el amor, el amor, el amor, el amor…  

 

 

 

  • Autor: Pablo Veliz Bacigalupo (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de marzo de 2021 a las 10:15
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 15
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