Un 21

E.C.A

21, marzo, 2018

Me dijo “Ya me voy”, yo no le respondí,  tan solo me limité a soltar una sonrisa sin palabras, mientras mi corazón, se ahogaba gritando: “No te vayas, por favor…”
Traté de reunir coraje ante aquella decisión, fingía que me daba igual pero callaba: no me dejes… , la vi dejando como una estela de orgullo. No volteó en ningún momento. Se fue sin escuchar mi “Adiós”, y entre la oscura y solitaria atmósfera dije llorando: ¡No te vayas, no!

21, diciembre, 2012

En una noche también ocurrió esto.
La luna brillaba iluminando la fila, que nerviosa por entrar, se desordenaba serpenteando.
Yo mentalizado estaba de caminar bien y no tropezar, mirando de reojo a la pareja que tenía para aquel evento, sin poder entablar conversación alguna, porque solo la había visto dos veces en mi vida, contando con esa.
Dentro ya, y en mi sitio puesto, observé a todos los padres tranquilos, con la felicidad en su rostro. Y con qué razón, sus niños cerraban la primaria.
Muy adornado todo; el local era pequeño, quizá por eso se sentía la alegría contenida de las personas asistentes. Estuve de espectador, calmado, pero con una sonrisa estúpida que invadía mi rostro.
Pasaba uno tras otro de mis compañeros y compañeras con sus respectivas parejas hasta que tocó el turno de mi mejor amigo, a quién esperaba ansioso para jugarle una broma con palabras telepáticas y hacerle reír frente al flash deslumbrante de la grabadora, eso pensaba hasta que la vi.

Hermoso vestido morado, cabellera larga y negra como la noche en que ocurrió todo esto, luceros tímidos, maquillaje en un rostro infantil, tacos grises brillante y un aura que anunciaba a la más linda de la noche. Los segundos se alargaron, y recuerdo tan bien, demasiado bien esa noche que, hasta volvieron aquellas mariposas a revolotear por mi pecho…
Pasaron 10 minutos que parecieron días para poder salir del universo turbado en el que estaba, y poder darme cuenta de que ya estábamos sentando en la gran mesa principal.
Suerte mía, los hizo ponerse justo en frente, pero apenas tocamos los asientos, una voz nos ordenó dar curso al  baile.

Un poco agitado y con el ego hasta el techo por el buen baile que di, según mi propio criterio, cogí con autoridad la silla y me senté lo más elegantemente posible, colocando el saco en el espaldar. La vi nuevamente en frente por capricho de la gran casualidad, ya que todos cambiaron de lugar, excepto mi amigo y yo.
Mi pecho inflado y actitud altanera se vinieron abajo cuando posó sus ojos en los míos. Sentí un escalofrío recorriendo todo mi ser hasta ahogarse en mí pecho, augurando quizá el futuro que tendríamos, y luego alivio y sed masoquista, cuando los quitó. Entendí que no sería fácil, pero yo no me rendiría. Estaba decidido, inspirado por series y personajes que vi con anterioridad en horas de ocio.

Luces de colores y bailarines dieron comienzo a la hora loca luego de todas las formalidades.
Estaba embriagado de entusiasmo y alegría, puesto que aún tenía 11 años. “¿Beber alcohol? Eso amarga”, decía con esa edad.
En el alboroto del baile, me acercaba a ella, con la mano en el hombro de mi amigo quién conociéndome y sin preguntarme nada dijo “es mi prima, si quieres te la presento”, lo miré asustado y sorprendido, como aquel día en el que me encontraron leyendo los libros “prohibidos” de mi hermano mayor.
Sin hacerle caso seguí con mi objetivo, hacerle la conversación, sin la ayuda de mi amigo, “pensará que soy un inseguro y eso no les gusta a las mujeres” me repetía, tomando el consejo de otro libro que no recuerdo el título. Por eso decidí ir solo.

Terminó el show, que de hora no tenía nada pues solo duró 25 minutos. Mi mal humor me acompañó a la silla donde estaba ella, que ya había hecho amigas y… amigos, ¡todos querían ser su amigo! Rápido los aparté a los que estaban más cerca con una mirada de ¡lárgate!
Medité sobre que podía hacer para hablarle. Di un vistazo rápido y observé sus mejillas más rosadas que en su entrada, sin pensar, y sin avisarle a mi cerebro lo que iba a hacer pregunté: ¿Tienes sed?

Asintió dos veces, sorprendida de que le haya hablado. Indiqué que me entregará su vaso, el cual lo acercó y rellené casi al borde, con mucho cuidado de no derramar ni una sola gota con gaseosa, ¡ja! Me preguntó si ya le gustaba el vino en ese entonces.
La observaba beber, deseando sin malicia ser ese líquido transparente. De repente, una voz la frenó. Una persona que no me atreví a mirar se la llevó.
Giré cuando salía por la puerta, ella no volteó y yo seguía sin entender que pasaba.
La noche se hizo larga desde ahí. Pensé en por qué se había ido hasta que acabó la fiesta.
O bueno, hasta que apagaron las luces, porque a mí se me acabó la fiesta a las 11:58.
Cuando se fue.

  • Autor: Caballero (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de febrero de 2021 a las 22:46
  • Comentario del autor sobre el poema: Una experiencia de niƱo contada con palabras de adulto.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 10
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