UN DÍA, UNA GAVIOTA…
El proceso espaciado en el tiempo
pudo haber ocurrido de otro modo.
Pero no; ella lo quiso así,
quiso que avanzaran poco a poco.
Él no había tenido experiencias
de ese tipo, aventuras previas,
y ella tomó la decisión
de no precipitarse, aunque estuviera
ya a punto, ya dispuesta
a concederle hasta el más mínimo deseo,
a abrirse a las sugerencias y a los caprichos
sin número.
Y es que ella tenía la prioridad de sostener el impulso,
de acunarlo, durante el tiempo que fuera preciso.
Él se alejaba y volvía,
volvía y se alejaba de la playa,
cada vez más seguro en el campo,
tumbados sobre el piso del huerto,
y le apoyaba la cabeza sobre el vientre desnudo,
como reposando de esa febril agitación.
Hasta que un día y por culpa de un golpe
de viento, se estrelló la gaviota
que, por encima de ellos, no paraba de volar.
Gaspar Jover Polo
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