Tímidas buscan las palabras la rima,
atrevidas se alejan de las reglas.
Y, sin cadenas, se adentran en la era,
a lo lejos, un cielo azul como frontera.
Y, entre cielo y era, un campo de plata:
el mar de mis entrañas y las suyas.
Será que las palabras parezcan
una mezcla de locura y cordura,
pero, no será más verdad
que todo lo que es cierto.
Lo que pasa por mi pensamiento
es tan verdad como un sueño
que al despertar sigue soñando,
como una realidad que al mirar
hacia atrás ve lo que puede tocar.
Me gusta oír la brisa
y el aroma que levanta
cuando pasa por la era
camino de la vega.
Hermano échame un mano
y sujétame la mula,
oigo en mis recuerdos
y, cercano a mis ojos,
pareciera que al tomillo
le cuesta que sus aromas
el viento se los robara.
Me gustan las colmenas
con su corazón de obrera,
el aroma de la miel y la resina,
la cigarra que canta y las piedras,
las veredas y el polvo de la siega.
Mis sentidos despiertos miran
y, a lo lejos, un reflejo plateado,
y, aún más lejos, un cielo azulado,
uno que se funde y se extiende
como una era de agua inmensa.
Es el mar de mis esperanzas
el que surca mi velero en tu busca
con sus velas henchidas de sueños.
Así, parado en los campos amarillos,
grises y castaño, envuelto en aromas
de miel, sal, resina y tomillo,
desde ahí te miro y te encuentro.
Te busco y eres nube cercana
y horizonte al alcance de mis manos.
Me gusta soñar y, en el sueño,
oír el cantar de las mocitas
con sus caras ocultas al viento
y sus manos acariciando las espigas.
Y tú, amada de mis noches azules,
entre todas ellas, buscándome
y soy roble y encina, y espiga
que se siente viva en tus manos.
Cencerros como campañas,
brisa fresca, manos que acarician
y mi cara, augurando de nuevo
que, mientras te sueño, nada
de lo que sueño te es lejano.
Ay, de los cuerpos con sus vestidos
ceñidos por el viento,
ay, del tuyo, mi amada de poniente.
Ay, del viento y soy viento, y corriente,
soy el apasionado amante, el caminante
que sale a tu encuentro y te abraza
y te dejas llevar y me lo devuelves.
Solo, miro, y en esa soledad
rodeada de aromas y murmullos,
soy como el creador de una obra
de incomparable belleza.
Es brujo el amor brujo de tus ojos
y la suavidad aterciopelada
de tus labios de hierbabuena.
Encantado y hechizado,
conjuro en tus palabras de agua,
en tus manos de trigo
y del viento en tu ceñido cuerpo.
Atado a los barrotes de tu reja,
esas tus negras pestañas negras,
que tienen a mis deseos atados
y prisioneros de tus deseos,
esos que sueño y sueño despierto.
Y sueño que te agarro de la mano,
y tiro de ti y tú te dejabas llevar,
y no andamos, volábamos,
corremos con un pensamiento
que nos empuja y nos llama.
Tu cuerpo ceñido por el viento
y mis pasos, como gacela huyendo,
así llegamos aquella choza,
con el pulso alterado y el corazón
latiendo en galope desenfrenado.
Traspasamos la puerta
y una vez dentro de la cabaña,
se mezclan nuestros deseos
con el olor de la hierba seca.
Hacemos el amor tanto
y tan cercano y cierto
como un sueño en el tiempo
detenido en nuestros cuerpos
donde ya nunca se despierta.
Ahí se quedan, pasión y sueño,
manos como borrachos que buscan
un trozo adelantado de suelo,
manos y pies que no les pertenece
pero que se reconocen sin verse.
Todo es un suspiro y un desvelo,
es atrancar la puerta del deseo
para que no se escapen los besos.
El compás de la trilla, de campanas
lejanas y de voces cantarinas,
es el frenesí desenfrenado
que todo oye y todo abarca
cuando desnudamos el pasado
y acunamos el futuro cercano:
pechos fundidos,
vientres abiertos,
manos como cadenas,
labios abiertos
buscando el aliento.
Poros de sal, dos cuerpos
en un mar de deseos
al descubierto y desnudos.
Nada es sueño y todo es sueños:
Sus labios y mi cuerpo estremecido.
Mis manos y sus campos de trigo.
Sus onduladas formas y mis ojos.
Y a lo lejos…, los reflejos dorados
de unos deseos que siguen vivos,
y aún más lejos…, mis manos
que tocan el cielo de su cuerpo.
Se que la rima es pretenciosa,
lo sé.
Se que las reglas brillan por su ausencia,
lo sé.
Se que ando por un camino extraño,
lo intuyo.
Pero, qué puedo hacer si mis ojos
no ven más allá de lo que mi corazón
le obliga y las palabras son mis oídos
y el sonido, la brisa que mece el trigo.
Y surcando el cielo, un sueño tan vivo,
tanto como la era y el viento
como su cuerpo y mi cuerpo
como sus manos y mis versos,
versos que no saben de rimas
solo de pasión, deseos y besos.
Que dulce el aroma de la miel
que suave el terciopelo de su piel.
Y mis manos, son mis ojos
y mis ojos, el reflejo de los suyos
y la dulce la miel, todos sus besos.
Y así, sin más reglas que mis sueños,
podría seguir por siempre despierto,
dejando que las palabras acariciaran
su cuerpo…, y yo, a su lado desnudo,
desnudo de pasado y vestido de futuro.
Y si has llegado hasta aquí…, gracias!!
Mil gracias, mil abrazos, mil besos,
en el fondo, mis sueños, eran tus ojos.
Este caballo viejo, yo, que sueña
con hermosas praderas y mares azules
te lo agradece con su alma llanera
y su corazón marinero. Gracias!!
Comentarios1
Así, parado en los campos amarillos,
grises y castaño, envuelto en aromas
de miel, sal, resina y tomillo,
desde ahí te miro y te encuentro.
Te busco y eres nube cercana
y horizonte al alcance de mis manos.
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Desde... Aquí te LEO y disfruto de tus bellos versos perfumados con olor a tomillo, miel y sal de mara encendiendo el fuego de tus MANOS para SOLTAR todo el peso de la belleza de tus versos. en tu sentir y decir poético.
Abrazos y saludos poeta y amigo Manuel
Gracias, Alicia, gracias. Tan generosa como siempre, tan bella tu alma como tu sonrisa, tan grande tu corazón como tus deliciosos poemas. Gracias por todo ello. Un fuerte abrazo..., tu amigo, siempre, Manuel.
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