LA PALOMA

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

A mis años he visto muchas cosas, he recibido infinidad de recién nacidos y los he visto crecer, cada nueva criatura siempre llegaba acompañada de un animal protector, pero es algo que no revelo a los padres, porque mi tía, quien me enseñó el oficio me advirtió que debía ser prudente y no revelarlo a excepción de su madre y solo si ella misma lo solicitaba, lo cual ocurría en muy contadas ocasiones. Justo en el momento de parto, el animal entra volando por la ventana, arrastrándose por el piso o caminando hasta la cama a esperarlos , eso solo yo lo noto, una vez que tengo al bebé en brazos ése animal le hablaba en su lenguaje, un lenguaje que yo no entiendo y que los niños olvidan con el paso de los años, para mí es triste, para mí es deprimente ver a los niños crecer distraídos e indiferentes a la presencia de sus tonales, antes esa relación era sagrada y se afianzaba con el paso del tiempo, ahora los niños andan tan distraídos como los adultos y no son capaces de comparar sus habilidades con las de su tonal, no logran siquiera identificarlos.

Particularmente recuerdo el caso de una joven mujer a punto de dar a luz a su primer bebé, era una mujer humilde y sencilla, sin nada de particular, minutos antes de que esto sucediera entró volando por la ventana una palomita blanca y se posó en la cabecera de la cama esperando a su protegido, quien resultó ser una niña, pequeñita, muy frágil y aparentemente enferma, pues tardó un rato en reaccionar a mis estímulos pero después me di cuenta de que simplemente no se había percatado de su nacimiento, la palomita voló a mi hombro y le habló con su clásico arrullo, pero, al parecer a la niña no le gustó lo que le dijo pues comenzó un llanto tenue, casi inaudible, su madre la tomó en brazos con preocupación y me preguntó si había notado algo malo en su hija y si podía yo decirle qué le deparaba el destino; fui sincera con ella y le dije que su pequeña era dulce y frágil como una palomita y que debía tener cuidado pues no estaba enferma sino que era extremadamente sensible, le recomendé así mismo que no la protegiera demasiado pues necesitaba fortalecerse por sí misma.

El tiempo demostró que yo tenía razón, pero su madre no hizo caso a mis palabras, pues estaba demasiado pendiente de su salud, de sus amistades, de su aprendizaje, de su apariencia; le pusieron por nombre precisamente Paloma, recuerdo que ella de pequeña era muy dulce y risueña, pero también enfermiza, enfermedades que le sobrevenían no por el influjo de algún embrujo como pensaban ingenuamente sus familiares y mucho menos por falta de vitaminas o mal funcionamiento de su organismo como dictaminaron los doctores, en realidad Paloma era una criatura muy sensible, sensible al dolor, al enojo, al miedo, emociones que absorbía sin poder evitarlo y se manifestaban en su organismo, su madre la sobreprotegía por tratarse de su única hija y su padre estaba inconforme al no obtener un heredero varón, por eso en lugar de recibir las demostraciones de cariño de su hija con agrado las despreciaba, no era buena estudiante pues se distraía fácilmente y las demás niñas la consideraban boba, por su complexión frágil tampoco resistía ejercicios físicos, así pues vivía siempre a la sombra de su madre y escondiéndose de los arranques de mal humor de su padre, yo la veía pasar frente a mi casa, de regreso de la escuela, se notaba que no estaba a gusto, miraba el cielo azul y alzaba los brazos, extendiéndolos como si quisiera volar, en esos momentos en contraste con su frágil cuerpo yo podía percibir una gran fortaleza interior.

La pequeña Paloma contaba ya con diez años y a pesar de los prejuicios que minaban poco a poco su espíritu era capaz aún de sonreír e irradiar alegría, pero solo en momentos de soledad, cuando nadie estaba pendiente de ella era cuando salía a flote su personalidad, sus distracciones no denotaban falta de inteligencia sino un inusual deseo de libertad, pues estar en un aula por horas prestándole atención a un adulto ocupado más en poner orden a cuarenta chiquillos que en inculcar con esmero las materias era algo que la aburría, así que dejaba volar su imaginación hacia el patio de recreos y de ahí despegaba hacia las nubes que por las tardes pasaban formando rebaños, así podía olvidarse del mundo a donde había llegado y disfrutar de paz y libertad, el cielo azul lavaba su mente y su corazón, ahí en las alturas se sentiría realmente comprendida. También recuerdo antes de empezar a ir al colegio, su tonal siempre acostumbraba cantar sobre el techo de su cuarto, y podía ver a la pequeña abriendo los ojos para buscarla y comunicarse con ella, después la calle se llenó de ruidos, llegó más gente a vivir e instalar sus negocios, todo eso dificultó su comunicación, por eso, tiempo después, al empezar su etapa escolar odiaba que la despertaran temprano y permanecía malhumorada toda la mañana, pero no porque fuera floja o no le gustara estudiar sino porque necesitaba tiempo para escuchar a su tonal, como todos los niños, así fue, todos los tonales hacen lo mismo.

Lo que más aman las aves es volar y la chiquilla no tenía dónde hacerlo, su círculo se iba cerrando más conforme crecía, asfixiándola, sus distracciones desesperaban a padres y maestros y aunque al principio se esforzaba por complacerlos acabó por frustrarse, pasó primaria con promedios regulares y el espíritu triste y debilitado. Yo la veía caminar sin brillo en los ojos al pasar frente a mi casa, una vez la llamé para regalarle una pulsera de piedritas y tuvo un ligero destello en los ojos, tal vez porque no era común que le regalaran algo, no me dio las gracias, y sé que no fue por grosería sino por timidez.

Paloma llegó a la adolescencia con el único deseo de alejarse de su casa, pero al no contar con el apoyo de nadie, los años para alcanzar la mayoría de edad se le hacían eternos, la espera se le hizo aún más insoportable porque ya sentía los aleteos hormonales cuando miraba a algún muchacho de su agrado, sin embargo ésos preferían chicas extrovertidas y pícaras, Paloma en cambio, no entendía de albures, no asistía a fiestas, no usaba cosméticos ni sabía llevar una conversación, las palabras revoloteaban en su mente y se alejaban como parvadas espantadas cuando pretendía participar en un grupo o dar una simple opinión, el verse relegada incluso para expresarse perdió todo interés por vivir, al cruzar frente a mi casa después del colegio caminaba como sonámbula, mirando al suelo, no volvió a sonreír, se veía tan triste, con la tristeza de los pájaros que de tanto aletear contra los barrotes de su jaula se han lastimado y ya no lo intentan más.

Su mamá vino a pedirme una cura para Paloma, dijo que parecía ida, no comía,, no reaccionaba a regaños ni a ruegos, se la pasaba en el patio con la vista fija en el cielo, yo solamente le recordé lo que le había dicho al entregársela recién nacida, la reprendí por no ser capaz de entender a su propia hija, por no dejarla ser y además por mostrarse sumisa ante un hombre que la menospreciaba abiertamente, le dije que era una mujer obstinada y cobarde, además le dije que Paloma era inteligente y fuerte pero al sobre protegerla la había hundido en la desesperanza, le sugerí enviarla lejos, con algún pariente, a conocer otros lugares, otras gentes, lo que más desean las aves era volar y ella no se lo permitían, Paloma no tenía un hogar sino una jaula. La mujer se fue ofendida llamándome entrometida y grosera, pero no me importó, los tonales también sufren.

No pasó mucho tiempo, una mañana una vecina me pidió ir a casa de Paloma pero yo no quise, no fui porque ya no tenía sentido hacerlo, a mí me gusta recibir criaturas pero no despedirme de ellas porque siempre deseo que vivan más que yo. En la tarde pasó Paloma por última vez frente a mi puerta, se fue encerrada en una caja, como en vida estuvo su corazón, qué tristeza me dio, ¿por qué hay tan pocos padres capaces de conocer y guiar a sus hijos? Yo, que no tengo ninguno me basta ver a su tonal para saber la clase de hombre o mujer que acaba de llegar, pero son tan pocos los que entienden que un hijo no es una propiedad, ni una extensión suya, ni un robot para programar, son tan pocos los padres que crean un ambiente de amor y respeto para que sus hijos puedan desenvolverse solos y alentarlos en el proceso.

Me dio tristeza ver pasar el cortejo, me disgustó ver a la madre de Paloma llorando, cuando ella misma había contribuido a su deceso, pero luego sonreí al ver a Paloma remontar el vuelo guiada por su tonal hasta perderse en las alturas.

  • Autor: Lourdes Aguilar (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de enero de 2021 a las 00:58
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 23
  • Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Tommy Duque.
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