Reflexiones IV

jorgepeguti

Tras verme todos los anuncios comerciales que ha hecho Natalie Portman, quien, aclaro desde ya, es a mi parecer la persona que mejor refleja la definición de bello,a (del latín bellus), que puede leerse en el diccionario de la Real Academia Española como: “Que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu.” Y, es que no paro de darle vueltas. ¿Qué es realmente la belleza? ¿Qué nos provoca? ¿Qué nos evoca? ¿Es subjetiva u objetiva? ¿Hay alguna belleza eterna, que perdure, que resista al inexorable paso del tiempo? Intentando dar respuesta a todos estos interrogantes, y aquí ya me meto en ámbitos muy personales, creo con firmeza, que no hay absolutamente nada como la belleza femenina. La música, la pintura, la escultura… todas ellas vías para encontrar el camino a la belleza. Sin embargo, para servidor la sola contemplación del delicado rostro de la actriz, sus finas facciones, las comisuras de los labios, y cómo no, su sonrisa… el admirar todos y cada uno de esos detalles me lleva a una catarsis interna sencillamente inefable, que se encuentra a una distancia sideral del resto. Es en ese estado de fulgor, de fugacidad, efímero, como el agua resbalándose de las manos, cuando me pregunto si puede existir algo que encaje en el concepto humano de la “perfección”. Vayámonos de nuevo a la RAE: “Que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto.”. El grado máximo. Lo máximo, lo supremo, lo absoluto, lo categórico. Términos que podríamos asociar a una dictadura o a un autoritarismo… algo escabroso, sin duda. Pero tentador. Imponer tu criterio por encima del resto. Porque sabes con certeza que no puede haber nada que esté por encima de eso. Que es físicamente imposible. Esa autorrealización personal, esa sensación inapelable que hace que te sientas un privilegiado, al ser conocedor de tan poético proceso te induce a eso. ¿Somos productos de Dios? ¿Es todo un proceso biológico para que sintamos mera atracción sexual entre nosotros y así cumplir con la principal función vital de los seres vivos: reproducirnos y perpetuar la especie? ¿O hay algo más? Siempre intentamos aferrarnos a algo más. A un clavo ardiendo si hace falta. A que hay algo después de la muerte, porque, qué desolador sería que no lo hubiese. Qué devastador sería saber que detrás de toda esa catarsis no hay nada más, no hay un sentido, una finalidad… En una de mis películas favoritas, hay una escena en la que un hombre le enseña al protagonista un truco de magia que hace desaparecer a una jirafa en un abrir y cerrar de ojos. El protagonista le pregunta al mago que dónde está la jirafa, que cómo lo ha hecho. El mago le responde: es sólo un truco. Y ahí creo que tenemos uno de los mayores misterios de la vida. Al final todo es un truco en esta vida. La belleza también lo es. Natalie Portman no deja de ser un ser vivo más en un planeta insignificante, que no podrá escapar de la senectud y dejará de emanar esos destellos de belleza cualquier día. Y realmente, su rostro no son más que unos ojos, una nariz, unas orejas, unos dientes, unos pelos, unos órganos cuya única función es la de permitir su supervivencia. Sin embargo, está en nosotros, está en cada uno de nosotros, el significado, la trascendencia, el sentido, el fin último que le quiera dar a ese truco. Y para mí, siendo consciente de lo momentáneo, lo transitorio de esa sensación inabarcable que embarga y estremece mi pecho al cavilar sobre la demoledora belleza de Natalie Portman, me basta, me es suficiente, porque mi clavo que arde como la más rebelde de las llamas es eso que Borges llamó “la eternidad del instante”.

 

  • Autor: Peguti (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de diciembre de 2020 a las 23:10
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 24
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