**~Novela Corta - Eco entre el Viento Gélido - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Y Annette entre la puerta y el balcón, esperando allí sentada a su único y verdadero amor, y en el silencio escucha un eco entre el viento gélido, y es a su propio corazón como el repique de campanas, que lo hace latir más fuerte, dejando a la intemperie el amor que en cada ilusión se perfiló, en contra del mal deseo. Si Annette sólo ella contempla que en su rinconcito llegue por fin Raúl del Toro, a cosechar lo que es de los dos, un puro y verdadero amor. A sabiendas de la verdad de que el amor era tan honesto como lo correcto dentro del interior y del corazón. Y ella, Annette lo tenía en cuenta de que el amor era inesperado e insospechado, y que tenía altas y bajas y que no todo era del color de rosa. Cuando ella, Annette, lo esperaba más y más, en el balcón de su inhóspito lugar, y todo porque no era cómodo el lugar, ella, siempre decía que su corazón siempre tendría un lugar muy especial para Raúl del Toro, cuando su amor era y siempre será como el mismo tormento o como el mismo desvarío y como la vertiginosa pasión en el mismo coraje del corazón. Cuando ella, Annette, sólo ponía su mano derecha entre sus enredados cabellos a despeinar lo yá peinado, y a enredar sus dedos en sus cabellos rizos como el chocolate. Su amor no le dió abastos a decidir por el hombre o por la maldita espera, ¿pero, qué espera era esa?, la maldita espera siempre por el amor verdadero, o por su único amor en que ella decía que era dulce en su boca y más era como el latir de un triste tambor sus pobres latidos los que le quedan por la maldita espera de siempre esperar a Raúl del Toro. Y las campanas, ¡ay, de las campanas!, el repique que queda con la constancia de su sonido entre el eco del viento, se decía ella que ese eco entre el viento gélido la hacía despertar del sueño o de la pesadilla inherente o perenne que no la devolvía en ser como las demás, o como el mismo imperio de sus ojos, cuando veía que Raúl del Toro, no llegaba a buscar su amor. La espera se colgó de un hilo suave y delicado, cuando el hilo casi rompe la soga por donde es más fina, cuando el tiempo, ¡ay, del tiempo!, se hizo como cometa de luz, cuando en el albergue de su pobre corazón se llenaba de más amor y de más pasiones buenas, cuando en el aire sucumbe un susurro y le dice al oído a ella, a Annette, ¡Te Amo!, fue un susurro nada más, y un toque muy sensible a su oído, pero, tan verdadero como la forma de decirle a ella ese te amo, el cual, por siempre quedará grabado en su interior y más en su alma como un tatuaje indeleble. Tan inefable fue su espera, que lo inesperado no calmó en derredor su llanto ni su sollozo, cuando sus lágrimas brotaron como la espuma del mar abierto, y de toda esa sal de ese mar le cayó como precediendo un suculento plato o un manjar o un banquete en que la sal era primordial, pero, no, eran sus lágrimas de dolor y de un mal disgusto por ése hombre, el cual, no regresaba y ella, sabía que ni volvería a ella. Cuando en el arranque del dolor a cuestas de esa dulce pasión, se llena el corazón de una sórdida e inesperada espera, la cual, la mató ahogando sus sentimientos en cada roce del aquel viento que le susurraba a ella en el oído, que la amaba y en el eco entre el viento gélido, un llanto o un sollozo, el cual, era y le pertenecía a ella nada más a Annette. Cuando en el combate de lo amargo y de lo soberbio de ese cruel amor, sólo se vió forzada a llorar más de la cuenta cuando su amor no vislumbra llegada y ni tan siquiera un posible regreso hacia ella, a Annette. Si Annette, se veía floja de espíritu y con un ímpetu clandestino como su destino y su camino fueran de un tal veneno que le mataba en la sangre la propia vida misma. Cuando en el balcón de su inhóspito lugar, sólo se edificó una maldita espera de esperar lo yá inesperado, a su amor Raúl del Toro. ¿Pero, qué hacía Raúl del Toro lejos de ese amor tan puro e inocente y real de Annette?, sólo quedó en el tintero marcando con cruz y raya una verdad que no se podía ni sospechar cuando en el amor se debía de entregar sin dimes ni diretes, sabiendo que el amor sería como la misma rica pasión que ella sentía muy dentro de sí, dejando por siempre la sospecha de que era su amor, el de siempre y que nunca más volvería a ver a Raúl del Toro y más a su lado. Cuando en el interior de cada celos, se veía marcado el triunfo de Raúl del Toro, cuando se fue y se marchó lejos dejando estéril y sin latir al corazón de la muchacha Annette. 

 

El balcón de su hogar, no era rústico sino con maderas viejas se creó el balcón de la vivienda de la muchacha llamada Annette. Cuando de pronto se vió alterado el desafío de ver y de sentir ese balcón como suyo, pues, allí esperaba a su amor. Poseía un sofá de color verde enchapado y tapizado al estilo francés. La madera vieja y rica y crujiente al marcar los pasos en ese balcón, y ella se sintió desprotegida, herida y compungida, y tan fría como el mismo hielo, y en el eco entre el viento gélido, sintió a su triste corazón tocar una melodiosa canción endecha, la cual, le dejaría por siempre una herida punzante en el corazón herido y todo por ese amor que se fue y que la dejó maltrecha y tan desolada como el mismo aire frío que le tocó la piel. Cuando en el arte del amor, sólo se identificó su forma de ver el cielo de lluvia eterna, cuando sus lágrimas no se apagaron nunca por la espera inesperada de su amor, Raúl del Toro. Rosita le atraía y llevaba recados y más las cartas de ese amor que le decía y que le escribía en ese papel, cuando en ese papel estaba su propia letra cuando en el jardín de ese mundo, se vió aterrado y más aferrado al destino y al camino dejando un sólo viento entre el eco y fue el eco entre el viento gélido, el más frío de la temporada invernal, cuando ocurre el desafío de ver el cielo de gris y de lluvia eterna por sus lágrimas abiertas y asiduas. Cuando en la manera de creer en la ilusión se le vino todo abajo, cuando en su pensamiento se creó un desconcierto perenne de desavenencias y no tan claras como el agua o como el cristal. Si ella Annette desnudó lo que era su alma, su corazón y más su piel, de deseos y de infortunios inconclusos, cuando en su manera de sentir en la piel el álgido viento que después quedó todo como si hubiera percibido una forma de amar, y se palpó el vientre esperando a su amor, y llegó en la pura excitación de subrepticios deseos y de caricias que ella sabía muy bien que nunca llegaría a sentir por su amor Raúl del Toro, si él nunca más volvería a ella y más a sus brazos cálidos. Y ella Annette entre el balcón y la puerta, sentada en ese sofá de color verde, cuando en el aire sólo se aferró al clandestinaje a un destino claro e infortunio dentro del ocaso inherente. Se identificó el más cruel desastre de la vida y que en sus ojos se perdió el frío inerte y más se aterró del miedo y del horror cuando en el sol se ofreció el único calor que le queda. Cuando en el ánimo sin desear la muerte le llegó a ella el mal estado en florecer en su jardín con rosas llenas de espinas que le hirieran más la piel y más los dedos, llenando de sangre y estupor el camino y más el balcón donde ella espera a su amor Raúl del Toro. Y en esa espera tan clandestina se esperó el haber sido como el mismo imperio de sus propios ojos como saber que nunca más lo volvería a mirar ni a observar. Sino que la llave del alma se sintió como lo suave del camino o lo más perenne del desatino a consecuencias del dolor que padecía Annette por la espera de lo inesperado, cuando su amor se lo dió a Raúl del Toro, pues, su amor esperaba lo inesperado. Cuando en el amor quedó como relámpago de una tormenta que llegó a bifurcar la realidad con el sol a cuestas del cielo tan impetuoso e inmenso, pero, llegó el dolor a sabiendas de la pura realidad. Cuando el alma y el hechizo de lo más importante se difundió lo pernicioso y lo efímero. Destrozando la más vil tormenta dentro del ocaso perdido, y tan funesto como el ademán frío que ella percibía en el eco entre el viento gélido, cuando su forma de sollozar y de latir su pobre corazón parecía al triste tambor o el de repicar campanas que dejando un eco en el silencio, ella Annette, lo sentía así. Cuando en el sentir al compás de ese cruel viento, le llegó un eco entre el viento gélido, el cual, se debate una sola espera de esperar lo inesperado en fraguar al tiempo una forma de ver el universo tan claro como la luz de sus estrellas. 

Si Annette se fue con la lluvia y Raúl del Toro con el sol, pues, eran dos estrellas tan opuestas, pero, en verdad que el sol le da luz a la luna, dejando inerte su luz y por siempre en el cielo azul. Y Annette en el solo sol, cuando en el arbitraje del tiempo, sólo ella decidía en el sol, pues, sólo esperaba a su verdadero amor. Rosita siempre le decía a ella a imaginar sobre su amor eterno, cuando sólo esperaba un desierto mágico en el arte del amor de ella, de Annette, en el desprecio del amor, en el cual, se debatía una sola espera, en la que, se decide navegar en el mar desértico cuando en la alborada se dió a todo un sol entre su mirar y los ojos del universo devastado de un frío tormento. Cuando en el suburbio del edificaz sentido sólo se enfrió el cometa de luz debatiendo una sola tempestad. Cuando en el interior de Annette se debía de sentir como el fuego siniestro de una hoguera sin cenizas heladas, cuando en su corazón se sintió como el ave fénix saliendo de las garras del fuego y más que eso viva, pero, no salió de la espera y de la maldita espera inesperada como ella siempre decía en el altercado imposible de ver su rostro sin poder esperar unas lágrimas ubérrimas. Siendo la imposible imposibilidad de creer en el amor a todo perecer en el amor de Annette siendo imposible el regreso de Raúl del Toro, a su vida, pero, sí, que regresa, pues, en las misivas se veía el final desenlace de creer en el amor sin pensar en el mal final de cada quién lejos y de cada uno. No quiere verse sola y en más en la terrible soledad, pues, su vida era corta y su paciencia era muy larga. Si en el futuro se veía como tan lejos el amor y el cariño de Raúl del Toro sin poder ver su regreso hacia los brazos de Annette. Cuando en la sorpresa de un sólo camino se vió aterrada la forma de esperar un sólo sueño o una terrible pesadilla en la que él, Raúl del Toro no regresa a la vida de Annette en aquel balcón en que el eco entre el viento gélido se veía llegar en susurros o en un tiempo en que el desierto en numen se veía llegar hacia a ese balcón de madera vieja y obsoleta. 

Si Annette sólo debía de creer en su ingenua espera de esperar lo inesperado en el hechizo inconsecuente en deber de ver en el reflejo y en su rostro las lágrimas ópimas y tan ricas, pero, como el mismo dolor. Cuando en el interior de Annette se vió aterrado en tal manera que sólo se electrizó su forma en advertir la fuerza en amar el trayecto de Raúl del Toro, persiguiendo la dirección de aquellas epístolas de Raúl del Toro. Donde se guarece el tiempo, pues, el amor sólo le advirtió la forma de ver el cielo de forma en tempestad y en la creencia superflúa de ver el cielo con nubes blancas de terciopelos. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso del día, le llegó una cruel misiva de que navegaría nuevamente con rumbo desconocido, si cuando en el tiempo, sólo en lo imposible del imperio de su mirada se ofreció de tal manera, en que sólo el deseo cumplió con lo establecido de creer en la maldita espera de esperar lo inesperado, a él, a Raúl del Toro. Cuando en el tiempo, sólo se llevó una forma cruel de sentir el dolor fuerte entre sus propias venas cuando ella toma una botella de alcohol y sí, que se la toma, pues, el tiempo sólo en el ocaso se olvidó del sol dejando una lluvia en frenesí, dejando lluvia, dolor, y tempestad fría como álgido es el tiempo en temporada invernal. Y tomó una rosa y entre sus dedos y manchó lo que era su vestido de sangre inocente y con un dolor trascendental que le dejó sus espinas hiriendo con dolor a sus dedos. Cuando en el interior de su interno dolor se debió de colocar en el reflejo de su rostro una luz tan opaca como tan tenue, y todo porque el silencio mata como las espinas de la rosa sino tienes cuidado con esas espinas, pues, el corazón latía como el repicar de las campanas cunado el sonido deja un eco sórdido y tan mortífero como el eco entre el viento gélido, cuando el viento nacía como la misma luz en derredor. 

Y era ella, Annette, la que a su destino encrudece de ira y de insoportable espera, y tan inesperada de atraer lo que más pasó en el destino y en el camino frío una mala desilución. Cuando fue el desierto más cálido en la imaginación de un numen y tan inventado por ella, cuando la espera fue infructuosa. Deleitándose en un abrir y cerrar de ojos y tan clandestinos, como el haber sido como la espera y tan inesperada. Si fue como el camino y tan insoportable como la misma ira o como la misma ansiedad dentro del mismo instante en que corre como la misma embriaguez entre las venas de Annette tomando esa botella fría de alcohol. Cuando en el instinto y en el capricho desnudó el cuerpo y se amó intensamente, cuando en la sola soledad se debió a que el destino frío intensificó lo que era el ser con sed y con una paz insolvente. Cuando en el alma y con una calma se desnudó el combate de ir y de venir en la suave desesperación de Annette en la espera de su amor y tan inesperada espera. Sólo le acompañó la soledad y la triste desolación si sólo escuchó a su corazón como a un triste lamento, como el repicar de campanas dejando un eco entre el viento gélido que ella Annette sentía ella en soledad desde cuando él, Raúl del Toro, se fue lejos. 



Continuará……………………………………………………………………………………                

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de diciembre de 2020 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: Novela Corta #26 del año 2020…Él se fue dejándole un eco entre el viento gélido en el balcón esperando por su regreso y sí volvió y con familia… era Annette y Raúl del Toro…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 28
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