Figurita sin ángulo perfecto

No necesitaba tributos de los
Santos o de peregrinos que cruzan
Desiertos en traviesas tribulaciones.

Tenía como regalo; Una libreta, tres
Libros, un cenicero sin razón, un
Nuevo cuerpo de vidrio ahorcado
Desde lo alto del techo y todos
Emergieron de la nada.

Pero vi algo sencillo que cantaba con
Su color, sin nada más hermoso que
Esa figurita sin ángulo perfecto.

Súbito como la caída en picada de la
Gota a punto de romper el cristal de
Papel. Yo sentía en su frio metal la
estética fibrosa de su defecto .

Era sutil y fino. Al entrar en el medio
De un libro, sentir como desvirgaba el
Prólogo o algún capitulo, buscando el
Orden de esplendida Lectura, cortando
En dos la energía que circula entre
Carne y metal.

Bailaba sobre letras y se sumergía en lo
Profundo de cada oración. Espada devastando
Líneas, escudándose en el bronce de las hojas.

No había nada más hermoso que esa pieza poco
Usual.

Los libros modelaban arrogantes y necios como
Mercaderes judíos. Las libretas con sus
Sensuales trazos carmesíes incitaban a teñir
De rojo sus nubes de papel.

Aquello parecía obsequios de lo divino y lo
Fantasioso.

Pero el ostentoso y soberbio cristal, en su
Rabia ahogada en el celo, con la insolencia
Y su silencio, no dio luz de decencia, guardando
En su traslucida conciencia, la mano barrosa que
Funde el hurto bañado en locura.

Se burlaba del precipicio destino donde navegaba
La Figurita sin ángulo perfecto.

Alguien hablara de los regalos al hombre
De sus libros y su cenicero, del castigo
Al cristal con su corona de luz en el techo

¿Pero qué mago o magia devolverá al poeta su separador de hojas?