CONFINAMIENTO

msantiago

 

Nada de lo que hago se sostiene,

todo es castillo y cicatriz de lo idéntico,

todo es continuo y

parece signo de obediencia,

una orden sin dueño,

que no es estable ni se mueve,

que no es mayoría, pero es todo;

que te llena la mañana

de vanos juegos y recreo

de absurdo perenne.

 

Nada de lo que hago

despierta la casa

de la repetición de habitaciones amargas;

tampoco da cuerda a los relojes

de un sueño en los ojos,

de una quimera en la garganta,

que obliga a la soledad como conciencia,

y al amor como temblorosa rosa,

de sal, ternura y trueno.

 

Nada de lo que hago

toca la textura del aliento,

la rugosidad diminuta del aire,

en las horas que son grito de silencio.

 

Nada de lo que hago,

se hace instante de junio,

 mientras me excuso al infinito,

y me muevo apenas;

y me levanto de la silla inmóvil;

y camino,

en lo inmenso del pasillo,

 que me lleva de nosotros a la espera,

 de lo que viene a lo que pasa, 

en una razón que escupe,

lo equivalente de todos los días.

 

Nada de lo que hago

gira el alma del ser,

la libertad de la magia de estar vivo,

mientras la muerte afuera,

es tiniebla repentina entre las cosas.

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