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Ansiedad

Escribir y describir, todas estas cosas que experimento solo, en el silencio más profundo. Es todo un reto para mí. Esforzarme por ordenar mi mente, de tantas ideas que andan por ahí sueltas en el vacío del consciente, no es tarea fácil. El querer escribir y no saber por dónde comenzar, es una de las muchas maneras con las que me suelo torturar a menudo. Frustración. Impotencia. Tener la mente en el blanco más puro, en el momento menos oportuno.  

Pero en el momento menos dado. Cuando uno menos lo espera. Con el debido estímulo, la inspiración sale a la luz, es ahí cuando las palabras salen solas y se acomodan sin problema, sin esfuerzo. Con la misma facilidad que el líquido se amolda a su recipiente, los pensamientos se acomodan al ritmo con que muevo el lápiz, y sin esperarlo ya puedo escribir: 

“...Unos minutos atrás miles de pensamientos pasaban por mi mente, como corriente que fluctúa por un conducto pequeño y que alimenta de energía a todo un hogar. Descarga masiva de pensamientos. Agujas que de manera muy sutil y directa atraviesan mi mente de corteza a corteza, de médula a médula. Y que con una tajante precisión, mi respiración se iba viendo afectada en el proceso, como un maestro diestro de la espada corta la cabeza de sus enemigos, con aquella determinación y a sangre fría el aire se acorta en mi tráquea, y en ese momento es cuando se me hace difícil respirar, los músculos se contraen, la cabeza comienza a doler, los mareos comienzan a la par del agobio por la falta de aire, se siente como la sangre circula por todo tu cuerpo menos en la cabeza, todo esto con mucho esfuerzo y dificultad por la falta de oxígeno en la sangre. Y en ese momento, en este preciso lapso de tiempo, te aferras a la idea de que todo esto va a pasar. Pasan segundos cuales minutos. Horas como días. Solo espero a que termine el día para poder irme a dormir. Le suplico a mi juez interno que me deje descansar esta noche, para soportar el día siguiente el peso de la rutina...” 

19/11/2020 - 03:52am