Enero, ella entra con su bufanda enrollada al cuello,
el frío dibuja su risa y yo apenas alcanzo a decir:
“Buenos días, palomita”, y mis dedos tiemblan.
Febrero trae la lluvia sobre el patio,
y su cabello mojado se pega a la frente;
yo sostengo la escoba un segundo más,
mirando cómo el agua dibuja su contorno.
Marzo, los rayos de sol la cruzan en el pasillo,
y el aire huele a libros recién abiertos;
abril, en los jardines del colegio,
sus pies pisan hojas húmedas y yo me quedo detrás,
con la escoba apoyada, el corazón latiendo en silencio.
Mayo, trae flores que alguien dejó en la entrada,
y ella las mira, riendo sin saber que yo la observo;
junio, el calor la empuja a acomodarse el cabello,
y mis ojos, desde la puerta, siguen cada gesto como un ritual.
Julio, los alumnos corren y gritan a su alrededor,
pero ella camina con calma, y yo apenas puedo sonreír;
agosto, la brisa la envuelve al abrir la puerta del aula,
y yo me enderezo, ajusto mi gorra, y digo “Buenos días, palomita”,
como si nada pasara.
Septiembre, trae la luz dorada que se filtra entre los ventanales,
y ella parece caminar sobre un hilo de sol;
octubre, las hojas crujen bajo sus pasos,
y mi escoba se detiene, como si también quisiera mirar.
Noviembre, el patio está silencioso, el aire fresco,
y ella recoge sus libros despacio, ajena a mi mirada;
diciembre, luces y voces llenan los pasillos,
yo la saludo por última vez este año,
“Buenos días, palomita”,
y cierro los ojos un instante, imaginando que mis labios apenas rozan los suyos.
Que temprano he nacido.
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Autor:
Jesus de los Angeles Valdivieso Alarcon (
Offline) - Publicado: 8 de noviembre de 2020 a las 06:54
- Categoría: Triste
- Lecturas: 41
- Usuarios favoritos de este poema: Vogelfrei, Isabel minar

Offline)
Comentarios1
Se nota un alma enamorada cual filigrana ensortijada, envolviendo tus versos Jesus de los Angeles, Felicitaciones!.
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