**~Novela Corta - Ninguna Mujer - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Y se fue por donde se fue el sol. Por el ocaso desértico, o por el invierno frío, se debió de alterar su eficaz tormento del amor abandonado. Cuando en el desierto fraguado en su mente, y en su imaginación se debió de elevar hacia el mismo destino. Cuando en el alma se miró en el tren de la vida misma con vagones hacia un frío camino. Cuando en el alma se debió de alterar la eficacia, más notable de atraer el amor nuevamente. Cansado de amar a esa mujer se dijo una vez más que a ninguna mujer volvería amar. Cuando en la alborada o en el amanecer se atrajo el sol con la misma fuerza de mirar a sus rayos de luz. Cuando en el tiempo sólo en el mismo ocaso, se debió de creer en el desierto mágico de haber amado a expensas de la mala soledad. Cuando en el mismo fingir debió de amar lo que dejó Gricela en el corazón de un buen hombre que sí la amaba. Cuando en el mismo mar se debió de sentir la suave decadencia de ver el cielo de la misma forma que amó a Gricela. Cuando en el alma creyó que el horizonte se iría lejos de los propios ojos. Cuando con el despecho de su propia voluntad le hizo caso a su mejor amigo de que fuera al bar, el cual, él era su dueño. Desafiando el mal tropiezo de la vida para con él mismo, cuando en el altercado entre el bien y el mal de su propio corazón, se entristeció tanto que buscó lo que no se pierde ni se gana: otro amor. Dejando una estela de sin sabores inertes y fríos como la misma ansiedad. Cuando en el rumbo de una mala dirección se elevó lo que más acontece una euforia o una corriente sin salvación. Cuando en el servicio de un sólo deseo conllevó una buena suerte en  creer en el amor perdido y sin rumbo alguno, y todo porque el mal deseo se fraguó en la sola calma y en una sola soledad en que casi se gana el desamor, otra vez. Y se fue el deseo de amar por donde comenzó el desaire y el abandono de ese amor que le proliferó Gricela. Cuando en el ámbito de esa pasión se coló la lluvia fría que le dejó una mala sensación en la misma piel. Cuando en el instante se ofreció una sola  verdad que le dejó marcada la piel más herida y más agria con un sabor mortal como el mismo aquel amor que le dejó una herida trascendental. Cuando en el ocaso se vió con tanta lluvia que le dejó una estela sin sabores buenos en la boca y una frialdad en cada delirio delirante de saber que el deseo de amar se volvió inerte y frío. Cuando en el desenlace final se identificó más el desastre de creer en el mal e ingrato porvenir de decidir en el suave y desastroso camino de creer en el mal imperio de sus propios ojos. Cuando por hallar un tropiezo de su mal actuar quedó aterrado y efectuando a la sola soledad. Y fue a ese bar de su amigo, y encontró lo que nunca a un hombre guapo y muy atractivo. Y se fue por el rumbo, en dirección hacia la nueva aventura o desventura de que el nuevo desenlace tendría un buen final por hallar a un hombre de su misma virtud y más de su misma atracción. Cuando en el ocaso se vió una lluvia desastrosa, cuando su esencia y presencia fue entristecida por aquel amor que lo abandonó. Cuando en el alma se sintió más suave como el haber sentido a su amor volar y muy lejos. Y conoció a ése hombre que a quién amó enseguida buscando una seriedad enaltecida y más como un buen destino fabuloso. Y se fue por el camino homosexual donde se fue como el buen común hacia el destino frío y como un camino tan diferente, pero, tan real como haber sido atractivo y un buen mozo. Cuando en el desenfreno de su actitud marcó una trascendental y perenne relación y con él, con su nuevo amor. Cuando en el corazón se vió un latido fuerte como el desenlace de un bien común. Cuando en el personaje de un sólo eje se vió marcado la transparente eficacia de obtener un amor en el corazón y fue ése hombre en aquel bar. El único que quiso y que halló en él, el verdadero amor y tan real como el haber sido pasional. Fue ésa noche cuando conoció a ése hombre amando más que nunca. Se fue y nunca salió de ese asombro por hallar a ése hombre a quien amó con locura. Cuando en el alma debió de tomar la luz como en plena oscuridad se halló cuando Gricela lo abandonó. Cuando en el ocaso se vió como el sol marchándose por el llano. Cuando en el suburbio de la espera fue tan inesperada como ese sol en el cielo mismo. Cuando el alma se abasteció de luz en el cuerpo, cuando el cielo en la mirada quedó. Y fue al bar con su amigo por siempre, y halló lo que jamás, un buen momento, en que el hombre halló, a su amor por siempre y por décadas que lo amó más intensamente. Y fue una pasión que destruyó cuando el alma quedó sin luz en plena oscuridad, cuando su destino fue como el mismo penitente final, el amor a cuestas de la locura o de la sola razón. Cuando en el tiempo sólo esperó por el peor de los casos, cuando amó persistentemente, en el camino lleno de bondades y de buenas actitudes. Y fue el solo deseo en que se volvió escaso y con una rutina insolvente. Cuando en el océano de sus ojos vió el cielo y el mar perdido, el cual, siempre imaginó. Figurando un pasaje vivido, fuera de esa certeza en vivir el reflejo en cada rayo del sol mismo. Cuando en el tiempo se vió el deseo de entregar el corazón y el coraje de vivir. Fingiendo que el ocaso de amar fue el frío sin sol, cuando llegó la densa y álgida noche. Si fue esa noche. En el bar. Cuando lo encontró y lo halló cerca del siniestro cálido, cuando en el alma se abasteció de calma y de una desesperación cuando quiso amar, otra vez, dejando atrás el abandono triste y mal consecuente de la ira y de la soberbia de Gricela. Cuando en la alborada se fingió un corazón que desnudó el principio de esa cruel relación que duró más de una década. Cuando en el cálido y en el sol, el ingrato porvenir se enfrió con el mal deseo. Cuando en el paraíso se identificó como el haber dado con el corazón un sólo latido. Cuando en la cosecha se dió la más débil fortaleza por recordar a su amor y el desprecio y el abandono de Gricela. Cuando en el ocaso de la vida se fue con la lluvia el deseo de amar. Cuando en el invierno quedó el frío, cuando en la alborada quedó un sólo sol, como el mismo tiempo en cada latir del corazón. Cuando en ese invierno quedó como el aire socavando en su interior como un alma solitaria. Si quedó amando aún más, con el viento a su favor. Dejando una llave en el corazón, con una total razón, y fue ése hombre, el cual, dejó una virtud o una esencia en su pasado y más en su corazón como Gricela en el abandono, en el desprecio y por haber dejado al amor surcar umbrales de cielo o del mismo infierno. Y llegó el tiempo, de sola soledad, cuando en el albergue del corazón dió un sólo latido que quedó tan prohibido como el haber encontrado el amor en ese bar. Y fue Eduardo que amó intensamente a ése hombre que conoció hace más de una década en ese bar. Cuando en el ocaso se enfrió el combate de venir al cielo. Cuando en la adyacente ira se volvió penitente y tan caminante en volver a recibir el verdadero amor en cada latir. Cuando en el frío congeló el deseo de amar y de volver a sobrevivir en cada latido del mismo corazón. 

 

Continuará………………………………………………………………………………………….                       

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 24 de octubre de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 39
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