OLOR A CAMPO Y NATURALEZA

FERNANDO NOVALBOS

OLOR A CAMPO Y NATURALEZA

 

Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 

—Luis Cernuda 

 

Me he asomado al precipicio donde se confina mi vida

para recobrar el pulso que fue tambaleándose en mis manos, 

y ya lo sé, no me asusta el amor irrevocable,

descendí al carrilón de espuma a esperar tu llegada, 

para que desemboques la emoción contenida en mi ser, 

tu cabeza en mi pecho canta canciones alegres,

así que no preguntes si lo que he hecho está bien,

si lo que hice forma parte del pasado, o si el día de mañana,

cuando te encuentres frente a mí sentada en cualquier cafetería,

descarrile el sueño, y nos ahoguemos en un mar de lágrimas.

 

La vida emocionada nació del sentimiento, dormías dulcemente, 

yo te enviaba un ángel que te guardaba del miedo,

algún poema suelto, 

y un enjambre de alas voladoras que te mecían al amanecer.

 

Hoy como si fuese una necesidad aliada a la pureza,

habitas la vida que surca la travesía de la marea,

lejos de miradas ajenas, existen tus ojos, 

tu voz es alimentada por el trigo, 

y la sal que el tiempo agrupa en torno a la fidelidad

de la espera que abre la puerta a placeres desconocidos.

 

Nos prometimos una historia subterránea que bucease

por el fondo de la mar que bañó tu cuerpo en mi ausencia,

imagina lo que fuiste capaz de hacer,

te desnudaste para que nos mojara el agua del universo, 

a principios de verano, cuando las flores reverdecen,

declaraste la belleza del sol que atardecía contigo 

hasta envolvernos en la madrugada solitaria de estrellas,

el horizonte era un latifundio denso de corazonadas,

el olor a campo a las afueras del pueblo, la naturaleza,

fotos soleadas con destellos de luz celeste junto al resplandor,

y te escribí, y se nos hizo tarde, 

tantas veces hiciste tuyo un poema sustancial,  

que se refleja tu gusto cinematográfico algo similar al mío,

te descansa el surgir de esta alegría torrencial,

dices que los segundos que te ocupo son muchos,

la sensación que tengo es que deben ser demasiados,

y como el viento que se llevó Clark Gable consigo en la película,

los tienes en la saliva para invitarme a un beso,

aunque tu lengua haya aterrizado en el otoño reciente, 

semidesnuda, del que dices que me fui, y no lo hice,

necesitaba comprender que sería la vida sin ti, ya lo sé, nada,

una lápida oscura,

pero van cayendo hojas del árbol que nos dio sombra, 

y tú deseas descender al nido conmigo, 

adivinar qué hay detrás de todas estas palabras, 

porque si adivinas que te robé algo, 

es lo mismo de lo que tú también te adueñaste, y sí, 

te he robado el corazón, lo sabes,

con que no te descarríes con la tristeza desgarradora,

aun cuando hay ciudades que arden en barricadas,

o caigan los primeros copos de nieve en la montaña,

me querrás un domingo, un lunes, o un miércoles,

la felicidad se derrama con la lluvia en un acontecimiento

que se apropia de la hermosura que cría la tierra, y los desiertos,

charcos que acaban en riachuelos trasladan la fruta 

del cerezo donde flota el polvo enamorado de tus alas,

destinadas a amarme en primera persona, 

como las gotas perpetuadas que empapan la entraña.

 

No huyas vehementemente de lo que callas,

no busques un salvoconducto que te quite la sed,

sin aliento a penas, todavía tenemos ganas de beber,

lo que nos sobra es el tiempo, 

aquí abajo, donde estoy, también tendrás la lluvia del agua.

 

No te asuste que el corazón que te late te amamante,

las últimas luces se difuminaron, y la próxima noche está al caer,

la realidad se puso de nuestra parte, 

extendió drenajes de amor dentro de las estrellas

para que chorree en la esperanza, 

no hay dolor más hondo que un jardín sin flores,

sobre la fertilidad olorosa del campo, y la naturaleza frágil.

 

Walt Whitman escribió; 

-Contemplo desde esta playa tus encorvados dedos,

creo que te niegas a marcharte sin haberme tocado,

demos juntos un paseo, me desnudo, 

llévame hasta donde la tierra se pierde de vista,

tócame suavemente, méceme en un sueño ondulante.    

 

Fernando Novalbos Sánchez

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