EL PRIMERO Y ÚNICO AMOR EN MI VIDA

EL QUETZAL EN VUELO



Fuiste y has sido el único y ultimo amor en vida, después de ti, todo ha sido pedazos de la vida que no completan un rompecabezas de 500 noches y media docena de días. Porque Tú me enseñaste a vivir, a cantar, a trabajar a componer canciones, a ir por la vida cultivando amistades como tu lo hacías con tu Jardín de violetas que florecían en todo tiempo.

 

Tú me enseñaste que un mal amigo, como un mal amor, nunca debo despreciarlos; ellos solo se van, cuando llegan, buscan, hacen daño y se van; viven la inconciencia de la amistad. Los verdaderos amores siempre permanecen y queda su recuerdo como una fragancia de primavera y los amores nunca terminan de irse y gustan pasearse entre letras.

 

Agradezco a la vida haberme puesto en tu regazo; porque de tantos nietos, me elegiste a mí. Para vestir mi alma y peinar mi corazón, enseñarme cuando debo usar corbata de moño en una relación y cuando debe caer mi orgullo para aprender a volar como quetzal.

Pincelaste mi alma para lo bueno, lo malo y lo peor; pero que buscara siempre lo excelso.

 

Contigo viví los momentos más grandiosos de mi vida. En tu escuelita donde enseñabas ingles y español a los migrantes, en la misión del Reverendo Johnston. Me gustaba verte prepara los alimentos en la cocina comunitaria y lo mas bello y gratificante del da era cuando por las noches me pedias que cepillara tus canas y diera masajes a tus pies peregrinos.

 

Yo no puedo creer en Dios como tú lo hacías, porque si él hubiera existido en ese momento, ¡JAMAZ! hubiera permitido que esa sombra negra se alojara en tu cuerpo y te llevara de mi lado a un lugar donde nunca más pude ir por ti, como lo hacía por las tardes;

Puede que Dios exista y que tu estés mejor allá, ¿pero ¿qué hay de mí? ¿volverás algún día?

 

Recuerdo aquella vez que viajamos a las playas mexicanas, dimos de comer a las focas, me paseaste en el lomo de unos delfines, te reíste porque tuve miedo montar a caballo y por la tarde al caer el sol recostados en la arena me hablaste del corazón de las gaviotas y me dijiste que era hermoso viajar ahí, que tu algún día lo harías; era una promesa.

 

Ahora ya soy un adulto y a veces me escondo de mis años y desfiguro mi pelo y me voy a ese rincón donde guardo algunos recuerdos tuyos. Ahí está tu promesa que sigo esperando. He vagado mucho, amado poco, llorado a veces y escribo todos los días como lo hacías tú. No he permitido que seas recuerdo; sigues siendo la parte más hermosa de mi vida

 

 

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO

Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.