**~Novela Corta - Aquel Invierno Álgido - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Era el invierno aquel del ‘55, cuando con el tren de la vida llega por casualidades de la vida Augusta de la Paz al pueblo más remoto de los mismos tiempos, a El Chuldre. El Chuldre era un pueblito con más de 500,000 habitantes, era pequeño y muy bonito. En el Chuldre había montañas y llanos y un río muy hermoso, que por cierto, es y será visitado por la muchacha, Augusta de la Paz. Era un ambiente frío, hostil y tan aciago como el mismo invierno gélido que le tocó vivir en ese año 1955. Era principio de año, a penas, comenzaba el año, y el padre de Augusta de la Paz, la envía al pueblito escondida de su madre, porque él hacía negocios turbios con un hacendado allá en la ciudad y para porteger su caudal, (lo que le queda), envío a su hija favorita a El Chuldre, para evitar desfalcos y habladurías de la mala gente. Y Augusta de la Paz, una buena muchacha y muy inocente, se vió alterada por el murmullo infeliz de la propia gente. Cuando de pronto comenzaron a decir cosas de ella, cuando por un segundo se vió inalterada y asustada, la pobre muchacha. Si era el invierno aquel, el que corría después de pasar el año nuevo hacia otro dominante año. Cuando en el invierno aquel sólo aparece el deseo, el amor y la avidez de una nueva pasión. Cuando de pronto se instala en su casa, en la de su padre Alejandro de la Paz. Cuando, de repente, se fuga el siniestro cálido de un torrencial aguacero que la dejó maltrecha y desolada y como una flor a apenas creciendo en el suelo, pero, con ese frío del invierno aquel en El Chuldre. Era un pueblo antiguo el que murmuran muchas cosas de la gente envidiosa, cuando de repente, toman a la nueva muchacha de habladurías también. Y ella, inocente de todo, vá en busca de un abrigo que le abrigue del tiempo y del frío y de la lluvia y del invierno aquel. Cuando en el tiempo, en un sólo tiempo, se debió de enfriar el camino por donde se paseaba el dolor y la pena más funesta como el mismo dolor en el alma o con una sola desolación en que se cree ella, en que el alma devasta la esencia y más presencia. Si era el invierno aquel, cuando en el pasaje de la vida se dió como el silencio atemorizante de ver en el cielo una osadía tan mala como el haber sido abandonada a su suerte. Cuando en el amor se dió en el alma una mala sensación de ver el cielo de tormenta y de un susto atemorizador y de un miedo horrorizado y tan tenebroso como el haber sido asustado en verdad. Cuando en el alma de Augusta de la Paz se identificó tanto como el haber sido espantada de un susto a la media noche a la luz de la luna, pero, sólo fue un gato en el tejado. 

Si Augusta de la Paz, se fue de la ciudad en busca de un tormento o de una paz que quizás, era el destino o el camino en que se diera como un sólo silencio, marcando el haber sido como la misma paz con unos pasos que ensordecerán en el mal ánimo, cuando pasara de vez en cuando a Augusta de la Paz en ese camino. Cuando en el silencio se dió como furia de un mal evento, cuando en el ocaso se vió como un mal final de todo un sólo día. Si Augusta de la Paz, era y siempre será, como el acecho de un mal comienzo cuando en el aire le hizo como un tatuaje en su manera de ver la vida en la forma adyacente de creer en la mal suerte de la vida misma. Cuando en el desenlace se vió el tormento y no la caudalosa ansiedad de sentir y de palpitar desde su propio coraje en el mismo corazón. -“Cuando en el silencio se alteró la forma de sentir la misma paz”-, se decía ella, Augusta de la Paz. Cuando en el ingrato porvenir en el desierto de su propia imaginación se electrizó su perdición, y su forma de ver en su interior a un corazón sin poder llegar a amar. Y se fue por el rumbo incierto o como el cometa de luz fugaz en el interior de su propia alma. Cuando en el instante de ver y hacer creer en el cielo, sólo se llevó un mala entraña o una mala sorpresa en hacer caer el frío en la misma piel de Augusta de la Paz como lo fue el invierno aquel en el pueblo El Chuldre en el ‘55. Cuando en el aire se envolvió como una sola costumbre y de un frío en la misma piel y de una sola soledad, cuando el alma estaba cansada, adherida y maltratada por la vida misma. Cuando en la habitación se escuchó un mal desafío en creer en el alma como a un terrible fantasmagórico o alegórico amor en el alma devastada por el tiempo sin amor y sin poder amar. Cuando en el pueblo se dijo un murmullo a grito a voces que a la muchacha le espantó en turno. Cuando en el transeúnte de la espera inesperada se enfrió la sopa esperando a que el tiempo se le diera un sólo corto tiempo en más de horas perdidas en el mismo reloj. Cuando en el silencio llegó como el mismo templo desnudo desde cualquier hora penitente en salvar lo que más quiso la propia alma. Si en el silencio se dió la paz añorada y anhelada de Augusta de la Paz. Cuando en la noche llegó a arribar el mal deseo de envenenar el mal hábito de entregar hasta el alma. Cuando en el mal llegó hasta el mal acecho en creer lo imposible del alma que sea una luz que le diera más en la oscura soledad. Cuando en el alma falló en algo y fue atreverse a amar lo que un día fue. Un amor en el camino y un fulgor nuestro en cada día. Cuando en la alborada se intensificó el desastre de ver el cielo como lo vió en el alma. Después de entrever el desastre de revivir en el alma un mundo aparte. Si llegó al pueblo desnudando, en el cual, un tormento de luz y de luces frioleras por saber en que el desastre se dió como un náufrago de un mar perdido en el alma. Cuando al menos se dió una forma tan extraña de ver el instante en creer en la imposibilidad del mismo amor. Cuando en el cielo se vió reflejado de temor y de ansiedad, cuando en el invierno aquel sólo mal sucedió un mal desastre en creer en el mal y de un sólo horizonte lleno de frialdad y de un tiempo friolero. Cuando en el albergue de un sólo temor y de la ansiedad en querer la misma voluntad en hacer creer que el mismo instante se debió de creer en la mala suerte. Y fue así, que el amor le llegó tarde y muy inestable en la sola razón. Si era ella, la muchacha del invierno aquel, Augusta de la Paz, la que llegó al pueblo. 



Continuará………………………………………………………………………………………...  

 

 

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de septiembre de 2020 a las 03:03
  • Comentario del autor sobre el poema: Disculpen publiqué la novela incorrecta, es ésta que se titula "Aquel Invierno Álgido"... Gracias y perdonen los inconvenientes.....Águila de Luz.....
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 42
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