**~Novela Corta - El Sol por el Otero - Parte I~**

Zoraya M. Rodríguez

Pilar una jovencita que se dedica a ser azafata, sólo quería viajar y triunfar y, sí, que lo consigue. Ella, viaja de un país a otro laborando como siempre. Nunca para en ese viaje. Un día lleno de un resplandor mágico de ese sol vió la vida completamente hecha. Se quedó en ese viaje por un tiempo, como dos semanas, y en esas dos semanas pasaron muchas cosas. Pilar era una muchacha leal, fiel y tranquila, que de ella emana la pureza y la candidez y la ternura que toda mujer debe de tener y de poseer. Cuando en la vida de Pilar, sólo se forzó en saber que el destino fue como las mismas fortalezas en saber discernir entre el bien y el mal. Era como saber que el destino es fugaz como el viento, o como el voraz tomento, o como la inicial lluvia que vá empapando al fuego de más humo. Cuando en el delirio frío fue tan delirante, tan impoluto e inocuo, cuando en la noche se fugó una estrella en el cielo, como un mal encuentro entre dos cosas. Como un siniestro cálido y tan real como el mismo hielo. Cuando en el destino y tan frío como el mismo delirio se fingió el alma, llena de bondades e incierto porvenir. Cuando en el instinto se electrizó la forma de sentir el silencio. Y Pilar fue y será, una azafata, cuando quiso viajar por el mundo y por más, por el mismo mundo real, y por el mismo tiempo, en que el crepúsculo y el ocaso fue destino. Cuando en el destino en esas dos semanas, se debatió en un sólo desafío en creer que su amor Eugenio, la abandonó y se fue con el sol por el otero. Si entre esas dos semanas pasó de todo, pues, el destino se fue por el mismo sol con el otero y con Eugenio. Cuando en el alma se dió lo más fuerte del ocaso y tan frío, como el haber estado en el mismo infierno, cuando en el ocaso se dió la más fuerte fuente de haber creído en el delirio. Cuando en el frío invierno se sintió como el suave desenlace de poder creer en el mismo cielo. Y estaba de vacaciones Pilar, cuando en la perdición de un corazón se llenó de tiempo y de espacio, en el vacío de su alma y más de su triste corazón y todo porque Eugenio se fue con el sol en el otero, o sea, con el sol y la puesta del sol en ocaso. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se quedó como un antónimo del amor cuando el ocaso llegó a derribar el sol en los ojos de Pilar. Cuando en el cielo sólo dibujó a todo un sol, buscando un por qué del destino frío, en que había llegado el invierno. Cuando se fue Eugenio, desatando un disturbio, un oasis en la garganta que desencantó cuando dejó un sólo paseo en el camino. Cuando en el deceso quedó maltrecha en el estrecho y frío y desolado corazón. Cuando Eugenio la abandonó, pues, el destino fue como un dilema o una fantasía en la sola calma, cuando en el ocaso vino y llegó como el frío y el álgido y siniestro dolor. Cuando Pilar dejó de viajar como azafata y logró vacacionar, pues, en esas dos semanas sin trabajar ni laborar, logró lo que nunca un amor y una buena felicidad. Cuando no se pudo más que el esfuerzo de atraer el desatino en un abrir y cerrar de ojos si sólo quedó como órbita lunar en el interior, desnudado y atrapando el cuerpo, en una sola virtud, y fue ese sol en que dejó el tiempo y más el ocaso en los ojos abiertos al derredor de la noche a expensas del frío. Cuando en el interior se descifró un ocaso y fue en el ocaso cuando Eugenio, sólo aquél día se odió tanto como la espera de esperar lo más inesperado. Cuando en el ocaso se dió lo que más dejo el sol, un invierno frío, cuando en el bien o en el mal, se dió lo que más en el ocaso frío, desnudando el calor de un solo amor en el corazón. Cuando en el paraíso y en el desastre de ir y desgarrar el corazón en un débil corazón se alteró la proeza de un corazón por amar. Cuando en el destino se dió en el alma un pasaje de ir y de volver en el ingrato porvenir. Y la azafata quiere ver el cielo de un color celeste y no de una tormenta que en tempestad arropa el deseo de vivir en paz. Cuando en el pasaje de la vida, sólo fue un destino y sin regreso, como un boleto sin regreso, y una luz en plena oscuridad. Cuando en el tiempo, sólo en el camino se dió la fuerza de un sólo destino fiero y fugaz como la estrella misma en el cielo. Y Pilar venía en su auto pensando todo esto, pues, en el destino sólo le ocurrió un pensamiento frío y gélido como al mismo tiempo, en el ocaso frío o en el mismo destierro de su propio cuerpo hacia otro tiempo. Y desnudó la mala situación en discernir, lo que más ocurrió en el desenfreno, de un tiempo, en que en el fuego de un sólo deseo se llenó de calores extremos. Cuando en el ocaso se enfrío el mal triunfo, de ver el cielo entre sus propios ojos. Cuando en los ojos, se aferró la idea de ver el cielo en los ojos, cuando en la sola soledad, se fijó en el desastre de ver el cielo en la manera de ver el mundo en el reflejo de ese sol. Cuando en el momento se electrizó la fuente de la oportunidad, cuando en el cielo se dió lo más importante de creer en el desierto. Como en el desastre de ver el infierno como el frío invernal, cuando en el invierno se aferró el comienzo de percibir el desastre de ver el cielo como el límite. Y Pilar, sabía lo que era y lo que pudo ser, como un desafío inocuo, cuando en el paraíso se dió la más inmensa fuerza. Cuando en el desastre se dió la más incoherente destreza y de una mala situación en un comenzar tan infructuoso. Cuando en el delirio se dió la más débil proeza de acercarse a ver el cielo de azul y de una buena cosecha cuando en el cielo se ofreció su mayor y cálido sol. Y conoció a Eugenio en la discoteca de su ciudad. Cuando su rumbo sólo le advirtió un sólo desenfreno total. Cuando en la vida sólo se intensificó el gran deseo, el mayor de las mentiras y el fugaz encuentro, cuando la dejó y se fue con el sol en el otero. El otero estaba dormido por donde se paseaba el más cálido de los momentos y más con el sol. El sol estaba en su máxima exponencia de calor, pues, sus rayos florecían a flor de piel, cuando en la espera se dió un desperfecto, un mal hecho y un desenfreno en proseguir un sólo camino, cuando en el cielo estaba el sol con un frívolo sentir entre toda la gente. Cuando en el imperio soslayó en el tiempo y más en el ocaso cuando se vió inalterado como un ademán frío, cuando en el tiempo sólo cayó en un solo desafío en saber que el desierto era tan frío como el mismo sol, sí, cuando Eugenio se fue con el sol en el otero. Y Pilar apenas lo conocía, cuando en el mismo instante se devastó la pena y el dolor, en una sola soledad, cuando él se marchó con el sol. Se conocieron en la discoteca una noche de rumba y tango, cuando ella , Pilar, la azafata americana, aguarda en Las Pampas de las Argentinas a tomar su avión de regreso a laborar. Cuando en una noche de tango salió del hotel y lo conoció como amigo, era un argetino de Las Pampas, era un muchacho suelto, suspicaz, y muy feliz en la vida. Cuando en el delirio del frío abrigó con su locura a Pilar, en aquel hotel donde la llevó con unas copitas en la cabeza. Lo dejó pasar a su habitación si estaba extasiada del cóctel, del mate y el vino argentino. Aprendió de que en Argentina se bailaba tango y lo bailó junto a él Eugenio. Y aprendió a bailar en la danza el pericón y el malambo. Junto a él se sintió protegida y con el calor en las venas, pues, en el aire sólo sintió el frío de un mal infundado. Le vió sus ojos color café, su pelo negro como el azabache, y su nariz como el fugaz encuentro entre dos hemisferios, la de ella y la de él. Se edificó la raíz en el esfuerzo de tener el silencio cuando sus bocas se acercaron en un sólo beso. Cuando en la habitación se dió lo más fuerte de un instante, cuando el amor se dió en una sola relación en un abrir y cerrar de ojos, cuando en aquel hotel y en aquella habitación se dió el amor más pasional, más ardiente y más importante, de que el amor subyugó en el delirio una osada y una mala situación. Cuando en aquel hotel se intensificó más y más el deseo de ver el silencio, y de sentir el suave delirio y la ternura en caricias subrepticias. Cuando en aquella habitación se amó intensamente, verdaderamente y deliciosamente. Cuando entre aquel vino argentino y la danza del pericón y malambo, la ayudaron a moverse, a contonearse mejor en el amor, y lo hizo exquisito, exuberante y pasionalmente ardiente, sí, el amor con Eugenio. Se hallaba entre Las Pampas de las Argentinas, dos semanas sin servicio ni laborar como azafata en un avión, en el cual, la poseía, la tenía atrapada y en un trabajo, el cual, la obliga a trabajar y viajar conjuntamente con la gente. Viajó desde occidente al oriente y del oriente a occidente. Cuando en el deseo se dió por una vez, el mal infundado y la equivocación tan errónea como tan idónea fue la salvación que le dió el amor a Pilar y a Eugenio. Cuando en el amor sólo se vió una ternura, y una sola pasión, cuando la emoción se vió como subrayar el deseo del amor en aquella cama. Cuando en el hotel sólo se vió aferrado como un niño escuchando el cántico de la nodriza. Si sus pechos estaban alterados, fundidos y con una pasión tan candente como el mismo amor en el calor. Cuando en la cama sólo se vió la rica sensación de querer amar, otra vez, cuando en el desenlace se vió el tormento y el frío y el álgido momento, cuando Eugenio se fue con el sol en el otero. La dejó allí, derramada, acostada en aquella cama y en aquel penitente hotel, cuando aquel amor se profirió en la pasión guardada en el corazón. Cuando la noche pasó desapercibida, cuando en el aciago momento se amó intensamente cuando en el coraje se amó y se electrizó aún más, como el ámbito de amar lo que más se creyó en el corazón. Y se dió lo más fuerte de un instante en que el mundo, se electrizó la fuente de creer en el amor y en la pasión desnuda en aquel hotel, y en aquella habitación donde se dió el saber de una sola verdad. Cuando en el suburbio del frío corazón, se sintió como uno lleno de amor, como el saber que después del imperio de mirar quedó el reflejo del sol observando un sólo tiempo. Cuando en el ocaso se le advirtió de que el sol no se fuera, pero, con él se fue Eugenio y llegó la densa y álgida noche a exasperar y desesperar el ánimo en el solo coraje del corazón amando aún más. Cuando en el silencio electrizó el silencio en volver a amar en la misma forma de querer amar en aquel hotel y en aquella habitación. Cuando en el hotel se dió la más primavera de las estancias de ver el sol en el reflejo en el cielo de ese sol siniestro. En que se envolvió el deleite y con conmiseración dejando a un lado un percance en sola soledad, en que se pudre el desafío en que diera el mal vivir, si ese amor se fue como el deleite o como el delicioso bienestar en el alma, o en el mismo corazón. Cuando al final de un mal comienzo se dió el desafío de una mala interpretación, y de una insatisfecha y tan erróneo dolor en el alma y más en el corazón. Cuando en el alma se daba como un sólo desafío, cuando en el alma, se daba como el siniestro o como el mismo desastre, de querer el desastre de un sólo tiempo. 



Continuará……………………………………………………………………………….                          

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 9 de septiembre de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 35
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.