**~Novela Corta - El Mensaje Oculto - Parte III~**

Zoraya M. Rodríguez

Y con el cuerpo en la morgue, descubrió el gran secreto que llevaba Johnny en su brazo derecho. Ellos, tanto Johnny como “El Tosco”, no querían la guerra, si antes de ventilar la revolución se dedicaron en cuerpo y alma a una guerra o una revolución sin demoras y con la libertad sobre el puño y la espada. Cuando en el combate en sobrevivir se sintió el suave desenlace en el más terrible desertor, en que se hallaba en la guerra o en la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”, la cual, debía de actuar de manera tal obteniendo la linda libertad. Cuando en el dolor, se identificó más y más, el suave candor de querer salvar la libertad más opresiva del ‘75. Cuando en el alma se debió de querer amarrar el delirio frío de nunca obtener la paz ni la libertad. Se reprimió la bondad y la carencia de haber amado a plenitud, cuando en el alma se sintió la soledad y quiso destruir la fuerza en débil sensación. Cuando en el sentido se hirió el combate de amar con la misma fortaleza, en atraer la comitiva a defender su paz y más su propia libertad en esa cruel y devastadora revolución. Cuando el cuerpo de Johnny en la morgue se hallaba frío y extremadamente gélido con las heridas más perennes, como si hubieran sido para siempre.  Se colocó hacia abajo y de pecho contra la camilla, el cuerpo de Johnny, y descubrió Elliot P., otro tatuaje que decía “Cristo El Rey”. Y no halló cosa más que un altercado tan duro, hostil y tosco y tan recio como el haber sido un mercenario y un revolucionario de la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”. Y lo sabía Elliot P. que su forma de pelear fue dura y tosca y tan recia como el haber sido un revolucionario tan fuerte y con tanto poder en el alma y entre sus brazos. Se alteró su forma tan adyacente de mirar y de observar el cadáver frío desechado en la morgue e investigado por un investigador llamado Elliot P. Cuando en el alma se fue en maltrecho la desolación, la frialdad y lo callado. Cuando en el momento se electrizó la manera de ver el cielo, como el límite y el combate en tierra como la contienda tan efímera. Cuando en la soledad se llamó como el dolor de un funesto instante el haber sido como el sufrir de un instinto temeroso en creer en morir sin salvar ni imponer en su camino la libertad. Cuando en el siniestro sol se cosechó un disparo y una contienda en un frío altercado de penumbras y sombras hacia ese sol que alumbró el camino y la senda, ¡ay, de aquella senda oculta entre la calle rural y el río Grío!. Se sintió el dolor y la comitiva en sublevar la tristeza y la forma de ver el cielo como un mal desenlace. Si al final del combate se dió un final tempestuoso y frustrante. 

Cuando el cuerpo frío se intensificó más la osadía que por el día y más por la alborada se halló el cuerpo sin vida de Johnny en el río Grío. Cuando en el ambiente se pudo creer en el desenlace frío de un funesto y aciago porvenir. Cuando en el reflejo de todo un sol, se identificó el ocaso en la fuerza espeluznante de creer en el ocaso frío, y deteriorado cuando los rayos del sol, fueron desastrosos cuando fueron testigo fiel sin ser un cómplice autónomo. Cuando se aferró el deseo de ver el siniestro percance de ver el cielo de azul tormenta, cuando en el ocaso se dió la más inmensa virtud. Cuando en el tiempo se dió una total razón en saber que el silencio era paz y no de un ruido ensordecedor. Cuando en el combate se enfrío el deseo de querer amar más la libertad que a su propia vida. Y era Johnny el revolucionario o el mercenario más diestro del combate de la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”. Cuando en el silencio se debió de atraer la paz, pero, sólo el silencio fue porque la muerte llegó sin pesares ni demostraciones de más vida. Cuando en el ambiente se dió lo que más solventó cuando lo impetuoso del destino soslayó en el ocaso, inerte y tan frío como el mismo cielo que se lo llevó lejos de la realidad y de la impoluta verdad en que se dió una muerte tan segura. Cuando en el tiempo y en el suelo cayó en redención su cuerpo yá torturado y lacerado de heridas tan contundentes en que sólo el tiempo, en que se vió el ocaso y el tiempo se dió un inmóvil deseo entre las manos llenas de sangre revolucionaria y en los ojos del imperio por mirar y observar la fría contienda. 

Cuando llegó el cadáver a la morgue lo tomó apresuradamente en saber que lo quería preparar para algo muy importante. Y era Elliot P., el investigador que quería sólo descubrir el mensaje oculto de un tatuaje en el que se escribió el cruel mensaje de que , “Si los guerreros van a la guerra…”, en su brazo derecho, cuando en el combate se hirió a puño y a espada. Y él Elliot P., sabía que el tatuaje continuaba en tres puntos suspensivos, cuando en el alma de Johnny se llevó el significado tan verdadero a la tumba. Cuando la guerra se dió como un suburbio autónomo de creer en la sola salvación de un sólo Dios, que no dió lo que más se esperó en la sola razón. Cuando en la vida dió lo más pernicioso de todo un inmenso dolor. Y el cadáver sólo creó un camino desértico, en un frío tan inmenso, y un dolor casi impetuoso, cuando en el alborada se fundió la muerte y el olor fatídico. Cuando en el reloj se dió el tiempo inocuo, y soslayando el ocaso frío se entregó el delirio tan frío y tan real como haber sido realmente, fuerte en el combate de pelear hasta su propia libertad. Cuando en el aire se intensificó más cuando en el tiempo dió lo que más un reflejo entre aquel sol en que llevó la luz hacia otro destino y fue la vil muerte. Cuando en el silencio hubo paz, la que más deseó, pero, fue la vil muerte la que le entregó la paz. Cuando en el ocaso se enfrascó en un sólo delirio y tan frío como haber sido muerto a espada de otro mercenario como lo fue tan y más fuerte que él mismo. Cuando en el ámbito se fraguó el suave camino de un destino tan fabuloso, tan impetuoso, como el de solventar la misma muerte. Cuando en el ocaso se presintió un desenfreno cuando en el coraje se perpetró una vil y temeraria “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”. Cuando en el ocaso se vió reflejada la vil tormenta, la que conlleva una sola sustracción, en querer amar a su propia libertad. Cuando en el alma se abasteció lo que más se alteró en un sólo desafío, un descifrar de lo que era para él, sin sentir lo que más pasó. Y era un tatuaje y una frase o un lema, o un epitafio que continuaba en sola razón, cuando en el desafío descifró lo que conlleva una sola y tan solitaria frase. Tomó el cadáver y lo volteó al derecho, y de boca arriba, sólo vió lo que nunca un pecho delirante y corpulento y con una fuerza extremadamente fornido y vigoroso. Con unos brazos recios y tenaces, con la misma fuerza que tenía el pecho, cuando en el momento se dió lo más débil de un instante, cuando en el alma se abasteció de ímpetu y de fuerza en poder sobrevivir, pero, si al fin y al cabo, muere la vida. Cuando en el intento y en la poca intensidad se debió de amarrar lo que dió un torrente de desafíos sin poder concluir. Y si era el tatuaje, el que le debió de dar un mensaje oculto, el cual, era el que tenía el final del tatuaje, quizás lo había asesinado o no, o que tal vez, hubo rencilla o una discusión de ante mano, más no se sabía, sino que Elliot P. lo habría de descubrir. Cuando en el combate de ir y de venir, sólo se enfrió el deceso del occiso en que se convirtió un sólo pensamiento, el de la frase. Cuando en el tiempo, sólo se descifró el combate de ir y de venir, cuando de la morgue salió Elliot P. después de haber laborado y cruzó el río Grío, hasta cruzar la calle. Cuando en el río Grío, se dió lo que más, unas aguas caudalosas y tan frías como el mismo cuerpo de Johnny. 

 

Continuará…………………………………………………………………………..

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de septiembre de 2020 a las 00:31
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 28
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