**~Novela Corta - El Mensaje Oculto - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

El tatuaje lo tenía tatuado en el brazo derecho, y el significado sólo lo sabían Johnny y “El Tosco”, mientras que Elliot P. sólo tenía y poseía el cadáver de Johnny en la fría morgue. Tenía marcas y heridas sin curar, y sin lavar en la morgue. Cuando de repente, Elliot P., se atrevió a desafiar el tatuaje lo observó y lo miró tan raro, tan pequeño y con una letra muy bonita, muy estructurada, y muy alineada, y se dijo, -“éste debió de ser un escritor de pluma y tinta porque tenía una bella y una magia trascendental, y tan transparente escritura como la misma magia”-, se dijo Elliot P. Cuando en la morgue se atrevió a descifrar ese tatuaje, esa forma de escribir y su forma de interpretar ese mensaje. Sabía que tenía y que poseía una continuación, porque tenía al final del tatuaje o del mensaje oculto tres puntos suspensivos, que significa era que continuaba y no que terminaba. Cuando por el momento dejó el cadáver a un lado, y se precipitó la espera en obtener un mensaje oculto en aquel tatuaje o marca tan trascendental en el cuerpo del occiso. Cuando por interpretar el tatuaje se debió de averiguar la verdad, la impoluta y tan clara de las certezas. Cuando en el viento sólo se vieron una alas tratando de volar, ése era otro tatuaje de Johnny, y lo pudo descifrar su significado, pero, aquel tatuaje el que decía que “Si los guerreros van a la guerra…” y quedó pensativo y tan real como el haber sido unos de los más grandes mercenarios y revolucionarios de la misma historia. Cuando en el combate de soslayar una penumbra o una sombra en el tiempo, sólo se identificó la mala suerte de atraer en el comercio de la verdad, y de la estancia de la falsedad cuando ocurrió el frío desenlace de la muerte del frío mercenario que sólo quería la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”, triunfar y obtener la linda libertad. La cual, se aferró en el desastre de ver el cielo y de una triste tormenta, cuando en el desierto se juntaron las dunas más frías, y un cruel levante. En tener el ocaso entre los ojos del aquel triste y desolado atardecer, cuando al unir dos tatuajes se descifra la más terrible incógnita en acelerar el significado que pretendía dar el mensaje oculto. Cuando en el más horrendo suceso se debatió una altercada y acalorada discusión frente a aquellas aguas termales, dulces y tan tibias como aquel sol en aquella tarde de revolución esperando por la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”, que dictara el gran jefe su dictadura para revolucionar en contra de los Humdreitos, y Johnny y “El Tosco”, se marcaron en sus brazos derechos un tatuaje que tenía y que poseía principio y final. Cuando en el imperio de sus ojos se veía venir y llegar la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”, cuando se encontraban todos allí, en las afueras cerca de la senda oculta del río Grío, esperando para que el hecho fuera hecho. Cuando en el ocaso se vió reflejado el tiempo y más, el ocaso dentro, muy dentro de los propios ojos llenos de dolor e ira, cuando en el suburbio de la osada osadia, se vió el mismo ocaso en aquel atardecer. Cuando en el tiempo si sólo en el tiempo, se debió de creer en aquel atardecer en que el destino no brilló como aquellas aguas del río Grío. Cuando el sol sólo dejó un destino impetuoso, desequilibrado, inestable e ineficaz, en que sólo el tiempo fue y será, como el viento caduca en el tiempo sin poder dejar nunca de soplar. Cuando en el ocaso del tiempo se dió y se enfrío el sol con la única muerte de Johnny. Si en el ocaso se dió lo que más se soltó en un atardecer dentro del mismo ocaso, cuando en el tiempo solo se dió lo que más quiso ese río Grío en aqeulla muerte o asesinato de Johnny cerca de las aguas del río.

Y se formó la revolución por la libertad, en obtener en el ocaso un destino impetuoso o tan irreal como el haber sentido el mismo dolor en el imperio del ocaso muerto en aquella tarde por un sol que mostró el desafío en saber que el destino se fue con el viento. Hubo llanto y dolor, y desenfreno total, cuando se armó la revolución en aquel pueblo rural, llamado El Prime, cuando en el desenlace se dió un cometido, una muerte tan segura como la vez primera que el revolucionario de Johnny, sólo acabó con la muerte tan segura como la que tiene todo el mundo tan certeza como tan segura. Sólo se dió un cometido de sangre esparcida por el tiempo, un frío en la piel, y un sangriento suceso. Y fue la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”, la que conlleva una distracción tan funesta como el final muerto de un hombre solo y desolado y tan mercenario como al mismo tiempo. Se fue por el tiempo, agarró a un hombre por el brazo, lo amarró contra su pecho, y lo decapitó fue una escena tan vil como letal y mortal como la daga que pulsó gota a gota a aquel cuello por donde se derramó mucha sangre. Fue un vil suceso lo hirió a muerte de espada a Johnny, y “El Tosco”, hombre traicionero y tan eficaz como el tormento, sólo derramó sangre de la vil muerte, del cuerpo frío y tan mortífero como el mismo demonio. Cuando palpitó a pulso y a latido el cruel desenlace y en la vil y cruel escena, se dió el cometido de enfrascarse en el interior una guerra autónoma, vil horrorosa, y tenebrosa como la misma y la propia muerte. Y se dió el ocaso, en aquella tarde de verano, cuando en la osada osadía se vió el final tan triunfante y lleno de un total fracaso. Cuando en el instante cuando se amó la tormenta y en la vida lleno de temores inciertos, se llenó de un pasado tan frustrante en que quiso ser fiel como la misma sangre que brotaba de su cuerpo y más de sus propias venas. Cuando en el ámbito de un cometido y de un solo triunfo, se dió lo que más hechizó su forma de ver el cielo en sus propios ojos y de opaca luz. Cuando en el desierto se dieron las dunas más apreciadas de un levante en que la imaginación imaginó jamás. Cuando en el instante en que se dió el combate de ver el cielo de tormenta se edificó el desastre de enredarse hombre contra hombre. Un altercado recio, y tosco, como lo era “El Tosco”, en contra del saber que el hombre peca como la tentación tan fría de querer combatir en contra de la opresión efímera de un gobierno y de raza primitiva como lo eran los Humdreitos. Y sólo se peleaba por la libertad en ser el más fuerte de los que la consiguiera a pesar de la opresión en que se vivió en la contienda de ver el cielo de azul y no de gris tormenta. Cuando Johnny peleó hasta hacer descender de su propio instinto tanto capricho en ser tan recio, como la fiebre de alterar su esencia más fuerte en pelear y hacer valer su venganza y de hallar en su propio corazón el coraje de obtener la libertad. Cuando en la contienda se enfrasca un agrio sabor de un cometido en salvaguardar un cruel desenlace en el que se dió un sólo reflejo, un sol siniestro y un ocaso en el atardecer en el altercado más impetuoso, más indeleble, y más inestable. Y de una fuerte memoria tan cruda como el más evento de los momentos. Cuando en el imperio se nota un sólo desafío en poder saber que la muerte es tan vil como tan ciega como aquella justicia en que no se veía el cruce de amigos sino de enemigos. Y Johnny toma de su cuerpo hacia el otro hombre, alternando su esencia, y su funesto momento, en hacer caer del cuerpo su fuerza y su inestable fortaleza. Que dentro del imperio de sus propios ojos, se dió el altercado más aciago del cielo y de la tormenta. Cuando en lo penitente de un destino se fue la fuerza y llegó con ella la fuerte debilidad en hacer creer que su valentía quedaba en una hostil cobardía. Si en el comercio de su voluntad se dió el gigante e inmenso desenlace de atreverse a desafiar la muerte y más la penumbra en sombra en que cayó el hombre en la contienda fría por la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75” y su eterna revolución. Se debió de alterar su más eficaz final de creer en la osadía de ver el cielo de una mentira tan cruel como la mentira más impoluta. Cuando en el ocaso se debió de alternar su más evidente desenlace cuando se enfrío el cielo por todo un cielo en ocaso y en flavo color por un flas en el cielo como un eterno relámpago. Cuando en el combate se enfrascó con un hombre alto, el cual, en la pelea se dió con unos fuertes brazos, los cuales, se dió un sólo tormento. Cuando en la alborada, después de dos días, apareció su cuerpo inerte, frío y con las heridas más crueles de un frío alterado entre las aguas tormentosas de un río llamado Grío. Llegó a la morgue y lo recibió el investigador llamado Elliot P., cuando se dio cuenta de que la fecha en la etiqueta que llevaba el occiso amarrado a los pies, era otra fecha y no la real. Si su olor fatídico, su hediondez, y sus heridas más contundentes era las de un hombre de hace dos o más días. Cuando en el aire se dió el viento frío, desnudando el ocaso frío y muerto como Johnny el muerto de un río tan caudaloso como el mismo tiempo. Cuando en el tiempo se dió la más fuerte de las peleas y murió Johnny en el río Grío. Cuando por sentir lo más amargo del destino se fue por el tiempo y por el ocaso álgido y funesto. Y cayó Johnny en un frío desenlace cuando en el final cayó como un terrible reo. Como una prisión en descortés y en una sola soledad cuando el sol se fue en el ocaso más frío, del atardecer de verano del ‘75 y con la “Mansedumbre Revolucionaria del ‘75”. Si se llevó acabo el más indeleble de los desafíos, cuando en el tiempo sólo en el sol se vió reflejado el más testigo fiel, la luz de ese sol tan tenebroso que en cada palabra se debió de alterar su luz, en vez de decidir en el ocaso. Cuando en el tiempo o en el malestar de un ocaso se vió inalterado el terrible desenlace. Cuando en el tiempo se creció el ocaso en vez de creer en el alma honesta deliberando total libertad en esa peligrosa y arriesgada revolución llena de mercenarios fuertes y no débiles. Cuando el hombre aquel hombre se llenó de rabia y de fuertes desafíos dentro de la crudeza animal en arriesgar su agrio cometido en salvar lo que dejó después un frío altercado donde la libertad se debió de entregar a la mala osadía. Cuando en el instinto de no adelantar su dureza se fue por el rumbo incierto. Cuando en el tiempo se debió de identificar el desastre de un tiempo, de un sólo desafío, en que el combate y la pelea se unieron en lo mayor de un sol siniestro. Cuando en el tiempo si sólo en el ocaso se debió de alterar su nefasto tiempo. Si en el mañana sólo Elliot P. descubrió en el occiso o en el muerto del río Grío, un saber discernir entre lo que en el tiempo calló, cuando leyó el tatuaje en el brazo derecho de Johnny.   



Continuará………………………………………………………………………………                                 



  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de septiembre de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 26
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