BESOS INSURRECTOS *Relato*

Anngiels Simplemente Mujer

 

 

Me preguntaba que extrañaba de él si la mitad de las veces éramos tan dispares, tan agua y aceite, tan azúcar y sal. Mis noches sin él eran siempre la misma pregunta cuando me metía en la cama/ iglú que poseía desde su vertiginosa partida detrás de aquellas largas piernas y ese escote apretado y pronunciado donde parecían querer suicidarse un par de senos turgentes veinteañeros.

El sueño se hacía esperar. Mis ojos abiertos como como el brocal del aljibe no se atrevían a derramar ni una sola gota de llanto. Mi mente repasaba los días, uno a uno de nuestra vida en común, nuestra mínima existencia juntos, apenas dos años.

Quizás mi madurez me empujaba a ver la vida de otra forma muy diferente de como él la veía, quizás su vida de niño snob y mimado no le permitía comprender mis necesidades de afirmar el concepto de familia que tenía claro desde muy niña.

Yo me sentía una mujer hecha y derecha, él nunca había dejado de ser el muchacho indisciplinado y consentido de la adolescencia que conocí cuando estudiaba en la secundaria.

El destino nos volvió a juntar a una edad en que no sos joven ni maduro, esa edad donde se supone debes pensar en serio en una familia, esa edad donde la mujer piensa en ser madre antes de abuela. Pero a pesar de haberlo hablado y estar de acuerdo después de meses eufóricos de sexo con amor según yo pensaba, decidimos mudarnos juntos y emprender la aventura de estabilizarnos y formar esa familia que yo ya deseaba y parecía él también.

Como todo, los primeros meses fueron de extrema felicidad, de mimos casi diarios, chocolates, desayuno en la cama, matecito mientras organizábamos nuestros trabajos, flores, noches de cenas fuera de casa solo nosotros y nuestros arrumacos mientras terminábamos la casa con todo el mobiliario para después sí buscar un hijo.

Así pasó un año completo, un año de planes, risas, aceptación de no ser iguales en nada, él era hiperactivo, yo mucho más sedentaria, a él le fascinaban las reuniones multitudinarias las que a mí me agobiaban, era irresponsable e impuntual, yo no soporto la impuntualidad, motivo de muchos enojos que él lograba con un detalle los olvidara. Pero yo pensaba que lo cambiaría y que un niño que dependiera de él lo empujaría a dar una vuelta de tuerca y maduraría.

La casa se terminó, la amueblamos más a su gusto que al mío, se inauguró con tantos amigos que casi estábamos apiñados como en un recital de los Rolling, recuerdo que terminé esa madrugada, tan cansada y con tanto dolor de cabeza que no me importó que durmiera su borrachera en el living, rodeado de copas y botellas por doquier. Cuando desperté eran casi las dos de la tarde, fui a buscarlo y aún dormía despatarrado en el sofá, le llevé café caliente y juro que intenté levantarlo, pero fue inútil. Me di por vencida y comencé a levantar todo y ordenar semejante batahola. Recuerdo que volvió en sí a eso de las seis de la tarde, creo que le costó ubicarse, se levantó, pasó por mi lado y ni escuchó mi saludo, se fue a duchar se vistió y salió. Después de esa noche todo fue cuesta abajo, los planes que teníamos y mis sueños se evaporaron.

De pronto las llegadas a casa eran a cualquier hora, a veces borracho, otras de mal humor. Hasta que ya no me miraba con lujuria y atrevimiento ni me requería como la mujer de sus deseos, intenté muchas veces hablarlo, pero se negaba rotundamente, diciéndome que eran cosas mías, que yo histeriquiaba, que no pasaba nada. Pero sí pasaba y yo no podía resolverlo sin su ayuda.

Me di cuenta que realmente lo amaba a pesar de todo y no pensaba perderlo, cuando ya lo había perdido y me negaba a aceptarlo. Hasta que un día lavando su ropa sentí en su camisa un perfume que no era el mío, y un roce como de maquillaje en el borde del cuello, quise no darme por enterada pensando, ya va a pasar, no pasa nada. Esa no fue la única vez que encontré esos rastros, pero el que me pegó más fuerte fue aquel arañazo en su espalda, y esa mancha morada en el cuello debajo del lóbulo de la oreja y que intentó tapar con un pañuelo de seda y haciéndome la tonta no me di por enterada. ¿Dolió? Claro que dolió como un mazazo en la nuca

Él era o mejor dicho es un hombre de fuego, un hombre macho que sabe hacer gozar a una mujer y sabe cómo arrastrarla a todas sus perversiones sin que puedas negarte y menos sentirte culpable, aunque vaya a contramano de tus prejuicios o gustos personales, aceptas y vas envuelta en su corriente vertiginosa, pero ya conmigo el sexo era una burda limosna, un acto mecánico y frío que no satisfacía a nadie y a mí me dejaba un sabor amargo que llegaba hasta la médula.

Comencé a investigar que hacía, dónde iba, con quién se encontraba, no soy buena detective, pero, siempre hay un buen amigo o una mujer despechada que allana el camino. Al final me dieron direcciones y horarios donde ver con mis propios ojos lo que mi corazón me decía a gritos y negabame a oírlo. Entonces, los vi salir de aquel hotel donde tantas veces me llevara y fuimos felices, el mismo lugar donde una noche decidimos ya no separarnos, los vi con mis ojos empañados y el corazón roto.

Ella era la prima de Julia mi mejor amiga, una muchachita de casi veinte años, alta hermosa, de piel canela y una larga melena más negra que la noche misma; la conoció el día de la inauguración de nuestra casa, llegó con Julia y recién en ese instante volvió a mi mente una imagen de aquel momento, ella y él riéndose algo ebrios en la terraza brindando según me dijeron por la casa y la familia que vendría. Lo paradójico era que quizás con ese brindis se sellara la muerte de mi sueño familiar.

Pero ¿porque lo extraño?, esa es la pregunta del millón, y solo puedo responderme en este minuto, que extraño esos besos insurrectos que lograron despertar en mí la mujer libre y sin tabúes que por años había mantenido amordazada por los prejuicios de que ningún hombre me pensara o dijera puta y que en sus brazos no me importaba serlo, ni que me lo susurrara al oído con esa picardía que lo caracterizaba sabiendo cuanto odiaba yo esa palabra con la que humillan a tantas mujeres.

 

Ángela Teresa Grigera Moreno

Derechos Reservados

 

Ver métrica de este poema
  • Autor: Anngiels (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 7 de agosto de 2020 a las 00:28
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 37
  • Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, Jorge Horacio Richino.
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales


Comentarios2

  • Lualpri

    Guauuuu!!!
    Fuerte historia de muchos, que causa dolor profundo en pocos y gran pena en varios.
    Muy buena narración, sólo espero que no tenga nada que ver con tu historia personal y real de vida.

    Gracias.
    Cuídate mucho.
    Un abrazo, querida Ángela.

    • Anngiels Simplemente Mujer

      para nada es solo ficción que siempre sale de lo que uno ha vivido y ha visto vivir a mucha gente, de observar uno aprende a friccionar, la realidad supera la ficción
      Tb cuídate mucho
      un abrazo Luis

      • Lualpri

        Bien...me alegro.
        Buenas noches!
        Otro para ti Ángela.

      • Hay 1 comentario más

      • Pity21

        Excelente historia Angela, como como comenta Luis, yo también espero que no haya sido personal ni demasiado próxima.
        Que paradoja, tanto amor y tanto daño,
        Un abrazo.

        • Anngiels Simplemente Mujer

          No Pity, no es personal, y la verdad la vida es una paradoja constante, y a veces mucho amor de uno no equilibra la faltas de amor del otro
          gracias por seguirme
          un abrazo



        Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.