UNA SOMBRA FÚNEBRE.

Giorgio Mauro Magno Icardi

Una madrugada fría y nublada

donde el horizonte infinito

no dejaba observar

por esa exuberante niebla

que se miraba por todos lados.

 

Caminaba, caminaba y caminaba

pensando que había más interesante

en ese utópico lugar

pero por desgracia no era

mi ingenua mente

que se encontraba loca y desquiciada

se estaba desesperando.

 

Gritaba una y otra vez

porque estaba atormentado y atontado

porque mis oblicuos ojos

eran unos cegados faros

que no podían observar

nada a mi alrededor.

 

Por fin de tanto sufrimiento

encontré un callejón oxidado

totalmente obscuro y sin vida

y allí ví una sombra fúnebre

que estaba sentada

en un butaco marrón claro;

tenía puesto una camisa azul cielo

con un pantalón de paño blanco.

 

Aquel ser se levantó del asiento

se me acercó lentamente tres pasos

y de lejos percibí un aroma a rosas muertas,

con un aliento frío y mentolado,

me dijo que avanzara cinco pasos adelante.

 

Ese espíritu extraño

caminó hacia mi lado,

con una voz baja y atemorizante

me dijo escalofriante;

tu alma inocente es mía,

yo temblando de miedo

corrí y corrí con mis fuerzas

para que no me atrapara.

 

Pero, después de que la taciturna aurora

incineraba con el temerario tiempo;

se pasará como si fuera un inhóspito segundo,

y un segundo como si fuera un suspiro,

me persiguió por donde yo estaba ubicado

corrí las montañas más grandes del mundo

y ni así pude persuadirlo

para que no me atrapara.

 

De ese elocuente espíritu

de las mangas salieron unos brazos

que eran tan fuertes como oro puro

que no dejaban a nadie

que hubiera atrapado.

 

Me atrapó y cada minuto que pasaba

cada vez más

me comía más el alma

con mi penúltimo suspiro

y mi último recurso

fue poner mi salvadora mano

en esa sombra misteriosa y opaca

que no tenía ojos, ni cuerpo,

pero tenía un fúrico instinto

de ver el mundo de otro modo.

 

Yo con esta particular mano

que le puse encima al rostro

áspero como una gran lija

que tenía ese espíritu,

y no sé ¿por qué?

me soltó impresionante y misteriosamente

luego me dijo: Tú, chiquitillo sé libre, ve y vive tu vida

mejora tus herrados errores

y ayuda a las demás personas.

 

Me dio la mano cordialmente

despidiéndose de una manera muy generosa y humilde

que nunca había visto antes

en esta melodramática vida,

y en la otra vida.

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