Animales Concéntricos Disturbios visuales #36

bernardo cortes vicencio

Creí que lo hacía por mi pueblo, después me di cuenta qué era un vulgar oportunista...  

 

Todo ocurrió en la creación irónica del hombre, en la mente de un pueblo primigenio, a la altura abierta de la pinza oxidada: la dudosa bondad del perro cojo: la discordia mojigata de la mala política: el señor/a/ coqueto/a/ y su discurso, mitad soborno, mitad morbo, y la temperatura de la mosca caída en el plato como la distorsión de la parodia en el ojo ajeno, testigo del teólogo intelectual dentro de un circulo hospitalario, el sustituto de la caridad y la indulgencia literaria. Una manera mezquina para repudiar la tradición sin que se ahogara el bullicio en las calles, el gran promotor del bolsillo y su molestia: nombra con premeditación y alevosía una disculpa con miel, limón y gripe, quitándole la oportunidad al verso nuevo, -aunque esto parezca chusco, autor, ciencia y enfermedad- el folio negro entre otras cosas y la sucesión de la sangre salpicada en las palabras desde el oscurantismo, el prejuicio y la exclusión sin que antes tomara el evangelio de Sodoma, sin que antes se leyera el libro más antiguo de los eclesiásticos impuros y su pedofilia para extraer el aroma y poner sus creencias mientras se quita la ropa y apaga la luz. Clandestino es la otra cara a la medida de los idiomas, la miseria que se come a escondidas, el servicio de la prostituta de Bukowski, la primera novela del Marques de Sade, y todo un género artístico incomprendido empezando desde los poetas malditos. Me nombro clandestino cómo la hierbabuena y el chicle sucio pegado en el autobús, pegado en el vaso gris de un ensayo de química, en el libro viejo y su estridente república, la voz geométrica de la epopeya y el Kama Sutra que violó el pasado idílico de la sociedad. Nada es nuevo desde la Era santa y sus galerías, el escondite de la ciencia de la iglesia y del vaticano, desde la columna y los aeroplanos y el mapamundi y la censura, el refugio de la historia en una plaza minúscula con la hoguera y la soga al cuello mientras vocifera la moral voyerista.  

 

[Mientras redacto el escrito tomándome un café -frío-: nunca, pero nunca le quiten la voz a un poeta, menos el micrófono, les recomiendo leer nuevas historias con mira telescópica, las encarnaciones y la revelación mesiánica]  

 

 

Bernardo Cortés Vicencio

Papantla Veracruz 22 Julio 2020

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