Hotel

Garvel

 

Hotel

Empezaron a llegar sin ningún aviso, sin preámbulo alguno y en este lugar se piden reservaciones. Los visitantes con su único acompañante, se veían como esos casamientos y sus finales felices siendo entregados por sus padrinos (Aunque en esta ocasión no podría decir lo mismo). Las carrosas, trompetas anunciando la abandonada distancia viéndose llegar, los botones no cargaban maletas, arreglaban con las medidas correspondientes el lugar de descanso, esperando al final generosa propina, después de dejar la última barrosa sobre la natural y reducida cama.

 Uno de los trabajadores del hotel observaba a plenitud como en tan poco tiempo había en los pasillos y en los jardines tantas flores y rosas, girasoles y claveles clavados en la clavícula de un cristo de yeso, sin un brazo y aparentemente sonriendo mientras una conserje limpia la corona de espinas y pide piedad a esa imagen desgastada por el tiempo de lluvia o por la llama ardiente del sol de la tarde.

 

 Hacía mucho tiempo que no se recibían a tantos huéspedes, posiblemente los lugares de descanso no serían suficiente para tantos inquilinos, era vistoso y colorido los detalles que se dejaban en cada habitación pero contradictoriamente cada uno de los recién llegados tenían una seriedad incuestionable y dura; llegaban pasada la una o a las tres de la tarde era mayor la presencia de estos. En la entrada del hotel se acumulaban uno tras otro, incluso a media noche se aparecían como espantos buscando salir del limbo, el color negro era la carta de presentación; En la gala principal estos atrevidos e inesperados comensales no se saludaban, únicamente se despedían provocando en los zanates y las lechuzas retraídas augurios de tristeza

Las cavilaciones venían tomadas de los misterios dolorosos de un rosario, todos huían, jamás a nadie le agrada la idea de venir antes de tiempo a este hotel, pues no hay cuerpo que salga de tan preciado destino.

De a  poco todo se vuelve gris, señores de casta alta o herreros de camino, absolutamente  todos van a tener su privacidad en este  apacible templo ,en cada hora se suman más y más, están condenados aunque se escondan bajo las piedras canteras que sirven de calle.

Se ven como un árbol siendo vencido por un parasito y cada una de sus hojas, cae de una en una, sin tener remedio, mientras tanto el hotel sigue en su ajetreo recibiendo huéspedes, preparando su estancia y posiblemente guardando un lugar para usted.

 

  • Autor: Garvel (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de junio de 2020 a las 17:27
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 22
  • Usuario favorito de este poema: Yamila Valenzuela.
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