Balada de mi bisabuelo marinero

andrea barbaranelli

Abuelo, pero en realidad no abuelo

sino padre del abuelo que fue

el padre de mi madre, ¿cómo

he de llamarte? Bisabuelo

es una palabra que aleja,

sobre todo si ni siquiera

he conocido al abuelo

que ha muerto antes de que yo

me despertara en este mundo.

Ni mi madre tuvo la suerte

de conocer a su padre y a su abuelo.

De esas generaciones no ha quedado

ninguna memoria o recuerdo

conservado por alguien con quien

haya podido hablar en persona.

Estoy en la indeterminación.

Quisiera acercarme a tí

y te pierdo por más que me acerque.

No pretendo conocer tu cara

esfumada en las nieblas de los puertos

a los que llegaste en tus viajes,

pero por lo menos tu nombre

de marinero perdido

en el naufragio de su barco

no se sabe en cuáles aguas,

porque ni eso se conoce,

ni nombre, ni lugar, ni fecha.

¿Dónde estarás registrado?

¿Se hundió el cuaderno de bitácora

y los archivos se anegaron?

Puedo solamente imaginarme

tus extremos momentos de vida

que habrás afrontado con el valor

que un marinero debe tener

y que yo siento circular en mi sangre.

Mi amor por lo ignoto debo

haberlo heredado de ti

como también de mi otro abuelo

que me hablaba de sus viajes

remotos al otro hemisferio,

de cuando, cruzando el ecuador,

se le había muerto el monito

que llevaba de esas tierra lejanas.

Me entusiasma que de las dos ramas

de mi familia yo tenga esta herencia,

este destino de hombres que han visto

los horizontes marinos, como Ulises,

sus calmas chichas y sus tempestades.

Pero de ti, cuyo nombre ignoro,

debo haber heredado más

que de otros avos. Me parezco

a ti no sé si en el aspecto exterior

porque no quedan fotos tuyas

y nadie recuerda tu cara,

pero sí en lo más hondo del alma.

El tiempo es un abismo sin fondo,

basta la desviación de un segundo,

de una mínima fracción de segundo,

y estás fuera de su flujo,

dejado atrás a la deriva

en la estela del barco que prosigue

su carrera inalcanzable.

Es inútil que te desesperes

nadando con toda la fuerza

de los brazos y las piernas

para alcanzar el barco ya lejano.

No hay salvación posible

ni es viable organizar

expediciones de rescate

para sacarte de allí donde

te has quedado para siempre.

 

La muerte quizá sea solo el tiempo

que avanza sumergiéndolo todo

como una ola de pleamar que avanza

desde el horizonte a la costa.

La muerte quizá sea solo el tiempo

que sube y baja implacable,

te llega hasta la boca, la nariz,

te cubre los ojos, las orejas.

El tiempo quizá sea la muerte

que de repente te apaga

como un soplo apaga una lámpara,

hace de ti de golpe un cadáver

que ni habla ni se mueve,

se mece inerte en el agua

arrastrado por la corriente

y ya empieza a corromperse

a pudrirse y apestar

ni es posible conservarlo

e impedir que se deshaga

y se vuelva fango y limo.

Tiempo y muerte se equivalen.

Tienen la misma substancia.

Desde los espacios lejanos

llega la luz viva de estrellas

muertas hace millones de años.

 

Mi bisabuelo marinero

que nadie jamás recordó

en los años que siguieron

su desaparición improvisa,

su muerte imprevista por agua

en una mar de naufragios,

mi bisabuelo marinero

que jamás volvió a la tierra,

que se disolvió en la mar

en que desvaneció como un sueño

dejando sola y en la miseria

a mi pobre bisabuela,

esa viejita pequeña

que guardó el luto por toda

su breve vida, cuidando

al niño que luego sería

mi abuelo y que moriría

en los últimos días de la guerra,

de la Gran Guerra, soldado

raso, él también sepultado

en una tumba sin nombre,

él, el padre de mi madre.

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Comentarios +

Comentarios2

  • alicia perez hernandez

    INMENSOS E INTENSOS DE BELLOS VERSOS...

  • C. Eduardo Barrios (Ex-Toki)

    Quizás un día lejano revivamos en imágenes holográficas donde como dioses, a placer, veamos los acontecimientos de este prólogo desconocido.

    U abrazo inmenso gran poeta, amigo



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