¿Qué Nos Ha Pasado?

¿Qué nos ha pasado,
corazón, que estamos,
desde que llegamos
con el ánimo doblegado?

¿Qué nos ha pasado?
¿Recuerdas las canciones
que con tantas emociones
hubisteis engendrado?

Y yo cantor, jugando dulcemente,
como niño insolente,
—como ha dicho la gente —,
con mi candor de inocente.

¡Es cierto, corazón, es cierto,
el cariño nuestro no ha menguado!
pero... ¡ya estoy cansado,
cansado de ver tanto muerto!

¿Tú no te cansas,
corazón, de oír el llanto
de quien sufre tanto;
ver que no avanzas
y que mientras descansas
se puede apagar tu canto?

¿Qué hicimos mal?
¿Rompimos acaso el amor
como se rompe un cristal?
¿Por qué tanto rencor?

Vamos en una sociedad sin freno:
hijos somos de la maldad,
y verdugos de nuestra libertad,
vamos cubiertos de sangre y cieno.

¿Dónde están los de espíritu bueno?
¿Como siempre el hombre habrá extinguido
el ideal del justo? ¿O le habrá perdido?
¿Puede todo el mundo del mundo ser ajeno?

Este siglo, que brilla con gran esplendor,
¿qué nos ha dejado?
La convicción de un despiadado,
de ser de nuestras vidas el propio dictador.

Por eso yo denuncio con la palabra
este crimen atroz,
para que en nosotros el amor se abra,
antes que también se apague mi voz.

Estos versos, corazón, son para ti,
para ver si con esta queja
mi palabra os deja
algún débil rastro de mí.

Vamos rodando hacia los abismos,
colmados de las ruindades
de nuestras negras vanidades,
exaltándonos nosotros mismos.

¿Qué esperas, sociedad ingrata,
para frenar tu ingenuidad?
¿Acaso queréis que la maldad
hiera tu alma con su daga de plata?

Oye, corazón, lo que quiero
dejar con mi clamor sincero;

Señor, te ruego, colocad
este letrero en nuestros corazones:
"Sed instrumento de mis canciones,
sed el espejo de mi bondad".