Pinchaque

Nestor Varela

Subiendo la montaña su voz me alienta

y una morada campesina se presenta

como de sepia y dolencias de antaño;

no creas el rumor del río, es un engaño,

persiguiendo un fantasma de labios blancos

dando pasos mientras en el tiempo se pierde,

derramando copiosa la vida por sus flancos

y que de vez en vez aparece entre el verde,

cerca de un fogón donde el humo de ollas roñosas

se confunde a veces con la bruma que se levanta

al penetrar el sol un bosque de miradas ansiosas.

 

Aquella niebla boscosa y milenaria

lo cruza todo, tan vital, tan necesaria,

como un mar que flota entre las ramas;

la voz de un yacutoro asciende con ella,

especialmente porque está hecha de sangre,

del frío, del viento y las hojas que sella,

de la voz mítica hecha del aíre y de llamas,

si, repito, porque está hecha de sangre,

como la carne humana.

 

Y así, vengo persiguiendo una leyenda,

tras la hermana del creador del mundo

que fue engañada y herida en una senda,

sombra tras las sombras, en lo profundo.

Yo, surtidor de elixires varios y venenos,

de pócimas demenciales, trabajo al borde

de la vida y la muerte, recetas de galenos

administro a la sangre y al espíritu donde

se funden en un lento vaivén casi mortal

que toda fuerza y toda voluntad esconde.

 

Destrozando la carne,

guardando su preciada sangre,

como pretendiendo purgar nuestro pasado

un último corte es asestado,

cae la lluvia para purgarnos

intensa,

como queriendo no dejarnos

escuchar el tiempo que pasa,

la lluvia que abraza,

la lluvia fría,

simplemente

a ríos

cayendo.

 

La niebla cruza azul hacia el Este

dando un nuevo giro a las cosas,

densa niebla, fuerte lluvia

una pared hecha de selva nos mira

como queriendo venírsenos encima,

callan las voces

como esperando,

como espectando

un nuevo aliento

de aquellos blancos labios.

 

Un agudo silbido rompe la calma

así, sin más,

inhalando las nubes

permite al sol

brillar sobre su espalda,

esperar,

esperar,

hasta que aquel fantasma

se levanta

y si,

herido

tembloroso,

pero aún fuerte

de la muerte se levanta…

 

Precipitándose la noche entre la floresta abrazadora

mientras la luna nos fulmina de amor en su creciente

y al llegar a un claro miles de estrellas su cara adornan,

cigarras me hablan con su aguda voz urgente,

¿acaso de esperanza?, ¿siquiera de añoranza?

 

Continua la vía como la vida así, simple,

como un río oscuro que nos lleva lejos,

lleno de una misteriosa realidad.

  • Autor: Nestor Varela (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de junio de 2020 a las 01:37
  • Categoría: Naturaleza
  • Lecturas: 60
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