INVISIBILIDAD

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

Por dentro todo es sobrio, un motor repiquetea constantemente, el viento al pasar esquiva la barda alta, las ramas tristes de los árboles donde ningún pájaro se digna tejer su nido, parece casa, pero más bien es cueva, porque la luz es débil aún al medio día; hay una dueña que camina con paso sigiloso, a la que le basta una mirada para enfriar los ánimos del más revoltoso, su palabra es prácticamente la única que se oye y se obedece; puertas, ventanas y hasta rejas permanecen cerradas a cualquier hora, debe ser por eso que me ahogo, las imágenes en la televisión para mí son un absurdo engaño: sólo ahí pueden existir montañas y ríos, porque más allá de mis calles sólo hay casas, escandalosos autos y gente, mucha gente, sobre todo malvada, y hasta los que sonrien lo hacen siniestramente, como esperando un descuido para secuestrarme y llevarme a sus laboratorios donde seguramente me acostarán en una plancha y diseccionarán mis órganos como si fuera yo sapo.

No podría yo alertar a nadie, porque mi voz es inaudible y mi cuerpo pequeño, algo insignificante, tan insignificante como el de las hormigas; pero aún así posee un nombre, en la escuela y en la casa lo mencionan, pero es un nombre que dura poco, porque apenas salir de los labios comienza a derretirse y al cabo de algunos instantes no quedaba de él más que un charco transparente salpicando el suelo como un estornudo. Tan insignificante que en esa casa el gato tiene más presencia que yo ¿por qué? –me pregunto- hay personas que hablan y hablan por horas, con tanta facilidad, como si leyeran un libreto que no termina, como si las palabras salieran de su boca como las palomas del sombrero de un mago; mientras que en mí se estancan, en mí son piezas defectuosas que hay que desechar, y es que por más que las anime algo les impide y conjugarse entre sí, fortalecerse y salir airosamente; en lugar de eso se esconden, se aferran tercamente a mis cuerdas y al salir lo hacen tan estruendosa o lastimeramente que causan risa o enojo, y permanecen ahí, tiradas, llorando y buscando alguna rendija donde esconderse. Ah, si yo pudiera rescatarlas, curarlas, pero ya no regresan; permanecen escondidas, quejándose de noche como almas en pena, entiendo su miedo, su vergûenza, la burla es una constante tortura, un látigo que no cesa de restallar.

Al principio, la calle me pareció otro mundo, menos hostil, pero engañoso, un lugar donde se puede caminar y caminar sin regresar al mismo sitio si uno no tuviera que hacerlo, pero con peligros en cada esquina, la férrea mano de mi madre me llevó a conocerla mientras me advertía las fatales consecuencias soltarse pero sin dar instrucciones para sobrevivir en caso necesario, esos temores y suposiciones según ella están fundamentados en pruebas palpables, impresas o transmitidas sin cesar por canales de radio o televisión. Sin embargo y conforme va pasando el tiempo sé que no son necesarias tantas precauciones, no porque no sea realmente un mundo hostil, sino porque nadie repara en mí, mamá puede hacer sus compras, hablar con quien quiera mientras yo permanezco como un obstáculo más, un árbol o un bote ocupando espacio, nadie se me acerca más que para apartarme de su camino, la mano de mamá viene rodeando así el vacío de mis muñecas, jalando el vacío de mi cuerpo, traspasando con su voz el vacío de mi cabeza entre oreja y oreja, por eso es extraño que los espejos me devuelven una imagen como la de tantos y tantos niños, pero si mi nombre es inconsistente y mi voz inaudible entonces, esa imagen debe ser falsa yo no debería estar ahí, yo debo ser solamente un gran frasco transparente lleno de palabras escritas con gis revoloteando en su interior; sí, algo está mal, yo no coincido con las descripciones que de mí hacen en la escuela, ni en las definiciones de mamá, yo seguramente fui un recorte de periódico o la hoja de un libro que ella encontró por casualidad y decidió conservar en su álbum para mostrárselo a todo mundo, un álbum de hecho aburrido con sus recortes borrosos, papel de mala calidad y tinta deleble; porque de otra manera ella sostendría un diálogo conmigo, hurgaría como hacen otras mamás, con ojos escrutadores y lengua melosa para saber qué hay en mi interior, quizá de esa manera mis palabras no serían tan rebeldes, tan medrosas, se asomarían primero, letra por letra hasta formar la primera frase, luego otra y otra hasta que por fin saldrían confiadas, bien enfiladas, como las partituras de un concierto… pero no es así, en realidad es que no debe esperar gran cosa de mí, porque sin voz no paso de ser más que un objeto oneroso, en el mejor de los casos una mascota amaestrada, y conforme pasa el tiempo espero el maravilloso día en que no me afecte oír a esos prestidigitadores de palabras que satirizan y torturan a las mías, a ellas que de tanto permanecer estancadas podrían comenzar a pudrirse y entonces mi aliento sería un atroz caldo bacteriano donde se desharían, tal vez no merezcan tan mísera suerte; ellas se han estado desprendiendo de los libros, a veces con todo e ilustraciones para acompañarme en la soledad del cuarto, en la frialdad de mi cama y en el sofoco de mis noches.

Qué sueño tan raro, ¿o fue verdad? Qué chistoso es ser invisible, ya ni siquiera un frasco con palabras escritas con gis, sino simple y llanamente invisible, a los ojos de mamá, de papá, del maestro y de los alumnos de la escuela, poder ir por aquí y por allá sin permiso de nadie, jugar en los parques sin que me empujen los demás niños, meterme la jaula del oso del zoológico y acariciarlo para que no se sienta tan solo, pobrecito, lo entiendo cuando lo veo dar vueltas sin cesar o permancer tirado boca arriba, como muerto, soñando tal vez con su lugar de origen sin siquiera haber estado ahí; bueno, ser invisible tiene sus ventajas así que cuando sea completamente invisible mamá no podrá obligarme a ir a misa ni a pararme temprano para ir a la escuela, tampoco tendría que frustrarme con las lecciones de matemáticas de papá, tan confusas como las del maestro ni hacerme la dormida cuando habla de sus anécdotas con un auditorio más selecto o soportar las bromitas de mi hermano , lo más seguro es que mi ausencia pasaría desapercibida, como si de un sueño olvidado se tratara.

Sí, seguramente no debe faltar mucho para el desvanecimiento total, por eso, así como otros niños rezan a los angelitos y duermen con un beso protegiendo su frente yo rezo para dejar éste incómodo lastre, y al amanecer mamá sólo encuentre un cuero arrugado bajo la bata, preguntándose a quién perteneció mientras yo vago muy lejos, conociendo todas esas maravillas que se cuentan en los libros y se transmiten en las películas.

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