"¡¿Por qué, Dios, te las llevaste?!
¡¿Por qué, por qué, Señor mío?!"
El idioma de la madre se hizo agua,
cascada de polvo taciturno y estampido.
Rubios no estaban los días que nos enlodan.
La cizaña deshizo el aspecto de los trigos.
"¡¿Por qué, Dios, te las llevaste?!
¡¿Por qué, por qué, Señor mío?!"
Los bramidos desmembraron las
vísceras nerviosas de mis oídos.
Un solo coro provino de la cabeza en el
pantano de lápidas y alivios desnutridos.
"¡¿Por qué, Dios, te las llevaste?!
¡¿Por qué, por qué, Señor mío?!"
El padre aguardaba desde lejos,
cerca de una tumba de lomo altivo.
Con él, todos escuchamos la poesía
que goteó de un corazón encendido.
"¡¿Por qué, Dios, te las llevaste?!
¡¿Por qué, por qué, Señor mío?!"
En la cumbre del cementerio los
pianos de la boca daban un sonido dañino.
Las lágrimas pujaron para librarse
de las globulares cadenas.
¡En la hora mustia se transformaron
en centelleantes símbolos!
"¡¿Por qué, Dios, te las llevaste?!
¡¿Por qué, por qué, Señor mío?!"
Resuenan esas palabras en mi mochila,
¡el evento más triste que yo he vivido!
Tibio se mantiene el limo de mis ojos.
No somos más que vagabundos
que con hambre de amor crecimos.
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Autor:
Samuel Suazo Vargas (
Offline)
- Publicado: 20 de abril de 2020 a las 00:06
- Comentario del autor sobre el poema: Vivencia de niñez.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 27
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