El primer beso (Epístola)

Octavio Márquez

Guadalajara, Jalisco, 12/04/2020

A quien corresponda:

 

Esto que te escribo lo hago, no porque piense en tí. Tal vez un poco, pero ciertamente no eres la razón principal. El propósito de esta carta es, en primer lugar, porque no puedo dormir. En segundo, porque pensar en tí, me llevó a pensar acerca del primer beso. No el primer beso que he dado, ni el que tú haz dado. En el primer beso concebido en este mundo. En toda la historia.

Si fuera creativo te inventaría un relato. Tal vez un cuento en el que una diosa se enamora de un mortal. Un romance tan efímero como la naturaleza misma de un parpadeo. Latidos que quedaron inmortalizados en la memoria del mismo cosmos en las estrellas...por un beso.

Pero jamás creería algo así. Dudaría de algo así. Prefiero contarte sobre la necesidad de refugio. Mejor te hablo sobre una pareja que tal vez ni siquiera era pareja. Sobre un lugar que, francamente no sería un paraje afrodisiaco ni bañado en destellos celestiales, pero sí tapizado de lluvia, y relámpagos. Imagina un espacio desprovisto de palabras, cuyo lenguaje es el miedo. Un temor que sacude los tuétanos y te vuelca el estómago.

Pinta en tu mente una desesperación atroz. Una necesidad de encontrarte, de consolarte en un espejo que, por obviedades anatómicas, no eres tú. Tal vez sin notar mucho la desnudez, es difícil mirar en la oscuridad. Yo quiero imaginar pasos que se encuentran lentamente. Corazones que bailan, bailan y bailan cada vez más. Quiero que trates de dimensionar el impacto que puede tener mirar otros ojos por vez primera. Trata de sentir la sacudida súbita de tu sistema nervioso. Imagino labios que tiemblan lento. Que, por razones desconocidas se humectan con la lengua. Respiraciones largas y profundas, como si faltara oxígeno.

Personalmente no concibo un beso sin la necesidad de tomar la mano de la otra persona. Dibuja un roce, uno pequeño que mata la lluvia y enmudece el rugido de los truenos y la ira del creador en persona. La sangre fluye como ríos raudos que desbordan furia y fuego. Y luego, lentamente dos rostros se acercan, mirándose solamente por una tenue luz. A eso quedan reducidos los rayos: hilos lumínicos al servicio del hombre, ahora con el propósito de encaminar dos miradas, dos manos, dos labios. En ese momento el hombre es dios. En ese momento no hay nada más grande que la unión de dos personas. El encuentro de uno mismo.

No hay magia, sino fisiología, labios que son más que labios. Son un medio. Un torrente de hormonas y corazones que crecen para bombear sangre, electricidad y fuego hechos piel. Floreciendo en caricias torpes. Sonidos guturales sin forma, pero sí con esencia.

Disculpa si me he extendido. Y disculpa si no termino dedicándote palabras dulces, pero esto es y no para tí. Ciertamente no es tu mejor idea de una lectura nocturna, pero aquí estuviste, y aquí estarás.

 

Octavio Márquez

  • Autor: Octavio Márquez (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de abril de 2020 a las 21:24
  • Comentario del autor sobre el poema: Gracias por leerme. Espero ser de su agrado.
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 70
  • Usuario favorito de este poema: alicia perez hernandez.
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Comentarios1

  • alicia perez hernandez

    No hay magia, sino fisiología, labios que son más que labios. Son un medio. Un torrente de hormonas y corazones que crecen para bombear sangre, electricidad y fuego hechos piel. Floreciendo en caricias torpes. Sonidos guturales sin forma, pero sí con esencia.
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    UNA EPÍSTOLA POR DEMÁS HERMOSA ACERCA DEL BESO.
    COMULGANDO BOCA CON BOCA HACIENDO SONIDOS GUTURALES DE PLACER. DIVINO ES EL BESO ELEVA HASTA EL CIELO. POR ESO ES UNA EPÍSTOLA MUY CONVINCENTE



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