**~Novela Corta - Los Delirios de la Muerte - Parte VII~**

Zoraya M. Rodríguez

Lo llama el francotirador para que le hiciera un trabajo. Él aceptó y ésta vez, el que iba a ser muerto lo busca a él, por encomiendas del propio francotirador. El muerto insospechado, temblando de fríos, y de nervios, iba a la insegura, porque sólo iba a hacer un mandado del aquel hombre, del francotirador. El asesino a sueldo, Bill, el mercenario frío, sabía que ése hombre era inocente, pues, no tenía la fuerza suficiente para hacer el mal. Lo enredó y lo atrapó en el atrio, le cruzó por su mente que era sangre inocente, pero, como quiera lo hirió y lo baleó al estilo de él. Él, quiso defenderse de él, pero, ¿quién puede o quién podía?, si era el número uno, el mercenario frío, llamado Bill. ¿Cómo podía ser bueno, sino lo era?, ¿cómo era el desastre, en creer que el siniestro momento iba a ser cruel y devastador para el inocente?, ¿cómo iba a creer que el instante iba a ser vil, si lo tenía atrapado y yá herido?. ¿Cómo iba a ser eso?, si yá lo tenía atrapado y malherido, y que después de tanto y por tanto, lo tenía enredado y arrodillado como las otras víctimas. Lo mató con los delirios de la muerte, con una bala que le cruzó el costado, hacia el pulmón izquierdo, lo dejó ahí, y con los delirios de la muerte lo torturó y con la locura de una fiebre y de sudores y de calor y de ardor en la herida, lo mató vilmente, y sucumbiendo hacia lo más irreal del momento lo hirió de muerte en el acto seguro. Primero, lo vió tirado en el suelo, y sangrante y ni le tendió la mano, ¿cómo iba a ser eso?, si era un asesino a sueldo, era un asesino sin compasión, sin conmiseración de nadie, sin perdón ni condonación, ni horro ni de libertad al liberar a su presa o a su víctima. Y él, lo sabía y muy bien, pero, era ¿valiente o un cobarde?, era un asesino vil y a sueldo, pero, no permitía ser en más de lo que fue, un delincuente, prófugo y furtivo. Y era él, el que se debatía entre la muerte o la libertad, pues, se sabe que en la vida o en la muerte él iba también a morir, tenía la posibilidad de ser como cierto o como falso esa aseveración. Pero, le faltaba ímpetu en entregarse, una debilidad para un hombre tan fuerte como lo era él. No es que le tenía temor a la cárcel es que era el número uno en ser un asesino a sueldo y no quería romper o hacer caer su rótulo, su carta de presentación, en ser un asesino a sueldo deliberadamente. Cuando quizás, tuvo la necesidad de ser un buen comerciante o un ejecutivo de alguno empresa, pero, fue un asesino a sueldo, y corría la mala suerte de que algún día, sería el número uno en todo el mundo. Una mala representacion de ser un mercenario o un sicario malo de esos que veneraban la vil muerte. Fue como abrir los delirios de la muerte y sentir que estás en un abismo frío y sin salida. Cuando en el aire socavó muy dentro, muy dentro del corazón, fue una cruel y vil muerte, la que le esperaba a Bill. Pues, él sabía que pronto moriría, si seguía asesinando a hombres por la mala vida. Y todo, porque quizás le llegaría la suela de su zapato. Segundo, el hombre yacía casi moribundo, tirado en el suelo, yacía frío, desolado, y tiritando de fríos incongruentes, abatido y herido, con una bala que le perforó el costado izquierdo, y se debatía entre la muerte o la vida, más la muerte lo llamaba y era Bill, el que le dijo en voz baja y al oído, -“yo soy el que he sido siempre, el que es, era y será: la muerte”-, y él logró incorporarse un poco, y le dijo, -“eres el mismo diablo”-, a lo que él le contestó, -“no te porfíes de lo que soy, no me conoces, el diablo puede ser que sea mi amigo y no mi enemigo, pues, amamos lo mismo, aunque nadie es amigo de nadie”-, y él lo miró con ojos de odio y murió en el acto. Seguido, de ese acto, él, Bill, sólo tomó sus cosas, y se fue de allí, de aquel atrio viejo y vacío donde lo mató de un balazo en el costado izquierdo. Dejando saber que en el camino y en el destino, sólo se debía de entregar una sola cosa la razón sin corazón. Y él, lo tenía todo, la razón sin corazón. Si era un asesino a sueldo, un matón, y un mercenario tan diestro y eficaz, en que se tornó oscura la presencia en una sola ausencia, cuando en el alma, sólo en el alma, se llevó una vil sorpresa, en que el deseo estaba atrapado en la sola soledad como su presencia. Y era Bill, el mercenario frío y tan despiadado, que quizás, era un sueño, pero, quedó en un sólo deseo, en querer seguir a  amar a Andrea. Y la llamó y le dijo que la amaba, cuando a la verdad, se sintió el deseo en amar, lo que más pasó en el alma, sólo quedó lo que quiso, a Andrea. Cuando él, el mercenario más frío del aquel pueblo, sólo quiso ser lo que más fue, un cruel asesino, y sin compasión ni piedad mató a sus víctimas y con los delirios de la muerte. Cuando en el verano vió el calor reflejado en los rostros, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, pasó como un tal desasosiego, sin compasión ni conmiseración. Cuando en el alma se abasteció de un alma tan fría como el haber negado sus crímenes ante él mismo y ante el mismo Dios sin poder hacerlo. Cuando en el alma, se enfrío de delirios consecuentes, de un sólo tiempo, de un ocaso tan frío, tan desolado, como el feo deseo en ver, el cielo como el límite sin saber que yá lo perseguía alguien. Y ese alguien, ¿quién era?, ¿era otro sicario?, ¿otro mercenario?, ¿otro asesino a sueldo? o ¿quién?. Cuando en el combate se dió, una manera de creer en el asesinato y con un sueldo y muy jugoso. Y era él, Bill, el que era y es como él decía, -“yo soy el que he sido siempre, el que es, era y será: la muerte”-. Era una frase común, pero, de verdad que era una frase para pensar. Y él, no pensaba ni imaginaba, pues, sólo, era un verdadero asesino, sin memoria ni imaginación, ni mucho menos con errores. Cuando sólo en el instante, se debió de creer, que sólo el deseo se embriagó con sus venas frías, mortíferas y de desaliento ambigüo. Cuando en el alma, sólo se enfrío el deseo de ver en el alma, un desacierto inconcluso, cuando en el alma, se entregó, lo que más quiso en sentir y ver, el siniestro desafío de asesinar sin pretensiones ni con temores a ser descubierto. Cuando en el pueblo, se llenaba de pasiones fijas como el ir y venir hacia un pueblo donde la comarca venía e iba. Y era él, Bill, el que era un mercenario frío, y tan leal a sus actos, como tan leal al fin, en que se desnudaba el aire de fríos y de olores a muerte sanguinaria. 



Continuará………………………………………………………………………………….

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de abril de 2020 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 47
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