**~Novela Corta - Los Delirios de la Muerte - Parte V~**

Zoraya M. Rodríguez

Segundo, fue un terrible delirio delirante, lo que le pasó a este hombre obeso, y de piel trigueña, cuando el asesino a sueldo lo tomó por un brazo y se lo llevó, pues, iba a lo peor. Cuando en el hálito estaba sediento y frío, con sudores demasiados extremos, cuando ocurren los delirios de la muerte. Entraron los delirios, por donde más duele, por la herida punzante y por donde la sal ni la del mar curaba, pues, estaba lejos y aquel mar desértico el cual ahogaba la vida misma, pues, sólo no lo curó se encontraba muy lejos del Mediterráneo. Cuando los delirios de la muerte, no le hacían nada, era un estado natural delirante de cómo el cuerpo presenta estos síntomas y los acepta y cómo los presenta. Por último, lo tomó como hacer valer la vindicta del aquel alto ejecutivo, y le sesgó el estómago dejando salir las vísceras de ese hombre obeso, pero, no inmortal. La sangre corriendo por el suelo,y el frío penetrante hirió a la piel más. Sudó sudores extremos, cuando sólo supo lo que era él, un verdadero asesino diestro, eficaz con la puntería exacta y más un asesino a sueldo. Y sí, que mataba, pues, era demasiada la sangre que llevaba ese hombre entre las manos. Pudo, ver el cielo y despedirse como quien se despide de lo más bello, dejando atrás injusticias fraudulentas, de un negocio inexistente y nebuloso. Él, yá sabía a lo que iba, cuando lo buscó él, el mercenario más pagado de la historia. Cuando en el combate quiso zafarse de todo, pero, se amarró más y más, en la fuerza por luchar día a día. Y quiso en ser lo que fue, un asesino a sueldo, y que le pagaran por su trabajo y más por un trabajo tan difícil de cometer. Cuando en el aire, se llevó todo lo incierto y toda la certeza de poder salir airoso de allí y más del asesino y con vida, pero, fue infructuoso. Cuando en la mañana ardió de frío y de calor, cuando todavía no soltaba la bendita vida, pues, era un hombre grueso y obeso. Sólo él quería vivir y salir de allí y poder vengarse a sí mismo. Cuando en el alma, sólo en el alma, una luz advirtió el frío desenfreno de seguir viviendo así. Pero, era Bill, el mercenario frío, despiadado, solo, y vil y cruel y sangriento. Y eran aquellos delirios de la muerte, con que les acechaba con la cruel muerte, Bill. Y Bill, era y el que ha sido, el que se fue por la vindicta eminente, en creer que su destino fuera como el cruel camino. Pero, era la muerte, la fría y tenebrosa y delirante muerte, la que con pezuñas se aferraba a más morir. Y murió el obeso, al que el alto ejecutivo mandó a asesinar, y murió tranquilo, con su alma fría, pero, sin arrepentirse de nada y ante Dios existe el perdón si te arrepientes. Pero, él no, nunca se aferró al perdón si hizo muchos negocios fraudulentos. Cuando llegó Bill, él yá estaba muerto. Yacía frío, delirante y con los delirios de la muerte en su cabeza, desde sus adentros. Cuando en el alma se debió de enfríar, como una pureza por delante de todo, y fue como un ángel al cielo, pues, él era el asesinado y no el culpable. Cuando Bill, nunca se percató de ello, hasta que el silencio, se debió de entregar como sorpresas de la vida, cuando vió a todo un cielo abierto. Y llegó él, cuando él no iría al cielo, pues, lo que le esperaba era peor que el infierno. Cuando halló lo que nunca, a su presa doblemente. Era gemelo el obeso éste, cuando era peor que él mismo. Tenía y le quedaba una carta bajo la manga, que a él nadie lo conocía, pero, cayó en una débil y profunda trampa del camino o del destino. El asesino número uno del mundo, o del bajo mundo, estaba asediado, por un cómplice, el cual, era peor que él. Cuando le llegó la hora a él al asesino a sueldo más buscado y más venerado. Y se acordó de los delirios de la muerte, cuando en el ocaso frío, quiso en ser lo que más quiso en ser un cruel mercenario. Cuando en el ocaso frío, se debió de entregar lo que más se electrificó. Un frío desenlace, cuando en el ámbito, se debió de creer lo que en el corazón se entregó, un delirio frío e incongruente. Cuando todos aquellos delirios de sus víctimas forjaron un desastre en ver el silencio y en cada desastre un cometa oscuro y sin luz. Y era él, el mercenario más diestro del aquel pueblo. Al que le llegó su hora y que sus crímenes tuvieran a un sólo culpable y que era él, Bill. Cuando tomó de su lado, al combate frío y delincuente y en sus propias manos. Él, Bill, se da de cuenta en algo, que sí era gemelo, pues, lo vió junto ala alto ejecutivo de aquella empresa fraudulenta. Y se espabiló, pues, el instante sólo se debió de querer en amar a su propio corazón y coraje en haber sido el número uno, pues su destino fue y será el haber cometido uno o varios crímenes sin él haber sido el culpable de todo, pero, él sólo quería ser el número uno en todo el pueblo. Cuando en el instante se debió de enfríar el cometido de una fría luz tan siniestra como el haber sido compuesta en toda la comarca. Pero, era BIll, un cruel mercenario, tan vil como el pecado de la muerte y de asesinar a sangre fría a sus víctimas. Y era él, Bill, el victimario frío, tenebroso, desolado, y adyacente con los delirios de la muerte. Y así fue que él, asesinaba a sangre fría y sin temor de ser descubierto. Cuando en el alma, se debió de haber atemorizado de espantos nocturnos, pero, no fue hasta que logró conseguir que su alma fría sólo interrumpiera en un sólo desafío el de acercarse al alto ejecutivo y asesinarlo por lo que le confirió a hacer siendo una débil trampa. El gemelo de la trampa mortífera fue el que le avisa a alto ejecutivo de que el asesino a sueldo lo buscaba. Lo encontró resguardado de sus seguidores, pues, para él no era nada, empezó y acabó con todos ellos. Y quedó solo con el alto ejecutivo, porque hasta el gemelo se fue en la balacera que hubo. No hubo tiempo, ni condonación ni horro ni percepción. Sólo hubo un tiempo, no hubo odio ni coraje, pero, él había caído en una trampa y eso para él, no era de muy buenos amigos, aunque nunca lo fueron. Y con los delirios de la muerte, lo atemorizó de miedos y de cruel desavenencia, de horrores, y terrorífico desenlace, de muerte y de una jactancia frívola de desnudos de muerte, ira y de odios en el mismo tiempo. Y lo cercó, lo arrodilló, y él, sí, que deliró con los delirios de la muerte, y todo porque el siniestro y mortífero desenlace se crucificó como Dios, un eterno efigie en el santuario. 



Continuará……………………………………………………………………………………………

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de abril de 2020 a las 00:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 46
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