**~Novela Corta - Los Delirios de la Muerte - Parte IV~**

Zoraya M. Rodríguez

Cuando llegó al Mediterráneo, lo esperaba yá, un alto ejecutivo que le había encargado asesinar a un hombre siendo él el mercenario más fuerte de la temporada un asesino a sueldo. Pues, le pagaban bastante bien por asesinar, cosa que no era difícil para él, pero, no era fácil para cualquiera. Cuando llegó sólo tomó las instrucciones pertinentes, de a quién matar. Se fue solo y tranquilo, sosegado y callado, y tan herido, pero, con el alma fría. Cuando en el alma, se debió de entretejer lo que debió en ser y sólo sostuvo lo que el alma, quería, amar a Andrea, y la recordó como si fuera una princesa o una doncella y no una prostituta, pero, volvió a la naturaleza real y supo lo que era y que siempre ha sido: una prostituta. Y era él, el que siempre ha sido y que era. La vil muerte, y era él, BIll. El mercenario más caro de la vida y de la muerte sesgada. Lo buscó y no lo halló, era un hombre grueso, y no, invisible, cuando en el alma, sólo en el alma, advirtió lo que nunca, un ser poderoso, inerte y con una vida bastante fuerte, imposible para matar. Pero, él iba a matar, a asesinar, a hacer valer su suerte a quién sea. Era el número uno, y así, lo hacía saber. Él, sólo quería hacer su trabajo, el de matar al que quería el alto ejecutivo que lo había llamado desde el Mediterráneo. Cuando en el alma, sólo en el alma, se debatía una mala situación, en el camino fijo, en el frío desenlace y en el gélido tiempo. Cuando en el abrir y cerrar de ojos, sólo halló, lo que nunca a un hombre grueso de peso y sustancialmente obeso. Se llevó la gran sorpresa de que estaba solo, cuando lo vió el deseo, la vil muerte, y la desilusión, la vil y fría muerte lo acechaba, lo aprisionaba, y lo encadenaba. Cuando lo encontró solo y con demasiados recelos, estaba acompañado de un amigo. Hace que se despida de él, y se lo lleva por el brazo. En contra de todo, le advierte que darán un paseo, y lo arrincona y lo aprisiona en un paraje solitario del Mediterráneo, él sabía a lo que iba, pues, sus negocios no eran muy íntegros, sino turbulentos y fraudulentos. No fue un fracaso matar a ese hombre, pues, en su delirio, sólo socavó muy adentro lo que fue y sería. Y le dijo en voz baja, -“yo soy el que he sido siempre, el que es, era y será: la muerte”-. Y él le tuvo un pańico horroroso, terrorífico, y malversado, cuando de pronto se escuchó un balazo entre sus vísceras más amargas que poseía entre el abdomen y los intestinos. Y calló, pues, la sangre brotaba como en surcos de vendimia. Podía haber hecho un buen vino si hubiera sido la vendimia del hacendado más rico del aquel pueblo que lo buscaba y que lo veneraba. Pues, en el alma se debió de entregar lo que su subconciencia lo quería. Cuando en el alma se entregó de mal infierno, cuando el delirio, los delirios de la muerte llegaron a mortificar a ese hombre tirado en el maldito suelo por donde corría su propia sangre. Cuando de repente, se fue por la desventura, por el reflejo de un mal espejo de la vida. Cuando en el ambiente se dió lo que se dió, un mal incurable, y fue el de matar con peores delirios de muerte a sus víctimas. Y lo halló solo y solitario, cuando en el ambiente se dió, lo que más se debió de entregar un alma culpable por asuntos nebulosos. Y le dijo en voz segura, pero, contundente, -“yá he venido por usted”-, cuando en la mañana se debió de dar lo que más se fatigó una vida cruel y adyacente de penumbras sólidas y más toda una vida. Primero, cuando él, sólo quiso ser como un indeleble hombre, porque, la muerte era el asesino a sueldo, yá lo buscaba a él y a sus intereses más eficaces en creer que el delirio era la fantasía o verdad. Y lo acechó como todo un mar a la deriva de un sólo naufragio, cuando en el alma se llenó de luz opaca y de tenue luz. Cuando en el orbitario lunático, se debió de entretejer lo más delicado, un sólo deseo, y fue el de mirar a la luna desértica en el cielo oscuro y de un velo negro en el cielo. Y se dijo que el silencio era como la paz, que aún necesitaba, pero, que no la hallaba. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se debió de cruzar el delirio más poderoso, el de la vil muerte. Cuando en el alma sucumbió una lágrima de dolor, y se fue por el rumbo incierto. Cayó por el ocaso frío, y dejó de doler, cuando los delirios de la muerte se asomaron en él. Cuando en el alma, sólo en el alma, calló lo que tenía que callar. Cuando en el mañana, abrió los ojos, y los delirios de la muerte, aún no se iban ni se alejaban de él. Cuando en el mañana forjó lo que debía de forjar, la vil muerte y todo por el mercenario Bill. Cuando en el combate de ir y venir, sólo quiso en ser a conciencia, lo que era como él decía, -“yo soy el que he sido siempre, el que es, era y será: la muerte”-. Le apagó su vida como se apaga la luz encendida de una vela que no se apagaba. Cuando se fue del ocaso frío aquel sol y llegó la fría noche. Dejando un rastro del hilo de sangre de sus propias venas y socavó muy adentro la verdad de que fue asesinado y por un sicario o un mercenario vil y llamado Bill, el cual, el nombre no lo sabía. Pero, sí sabía de algo, que fue torturado, molestado y fue tan punzante como aquella herida en la misma piel o entre sus vísceras más amargas o como la misma hiel.      



Continuará……………………………………………………………………………………….                              

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de abril de 2020 a las 00:02
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 62
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