Las viejas banderas

andrea barbaranelli

Hubiera querido hablarte, de viejo

a viejo, en los largos inviernos de nuestra vejez,

pero ya desde hace muchos años

no hay manera de alcanzarte.

Había soñado con envejecer

según los patrones fabulescos

que evidentemente no resisten el contacto

con la dura realidad de hoy.

La figura del viejo sabio

que se queda sabio por generaciones

enseñándoles a los nietos y a los bisnietos,

es el resultado de un error de perspectiva, debido

a la mínima duración de las generaciones humanas

en un pasado no muy lejano.

La barca de los sueños se ha destrozado

contra la brutalidad de la vida,

escribió, más o menos así, un poeta que amo.

Incrustarse una bala en el cráneo

para morirse a los treinta años, esto también

resulta inactual en una época

en que parece que no haya nada que valga el esfuerzo

de vivir o de morir. Las viejas banderas

da lástima verlas en la vitrinas de los museos

para que les saquen fotos los muchachos

de los paseos escolares.

De viejo a viejo, a lo mejor, si aún estuvieras en vida,

podríamos solo evocar los tiempos pasados

ahogando la tristeza en un vaso de vino.

 

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