El alma está más fría

  Hay días en los que me cuesta más no tenerte al lado, sobre todo ahora que llueve y el alma está más fría y mi cama también... No me basto para abrigarme sola.

 Ojalá cruzases la puerta de mi cuarto en este momento, me saludaras como si llevases toda la vida aquí (como parece que llevas) y posases tu mano en mi cara, me dieses un beso en la frente y me leyeses algún fragmento de algún libro de esos que no consigo acabarme nunca pero que dichos con tu voz, pronunciados por tus labios no podría parar de escuchar... Porque la magia está en eso, ¿no?

  Encontrar a alguien, con el que no importe ni la forma ni el contenido de la historia sino quién te la está contando y con un simple beso en la frente, se quedase el mundo en silencio y te tumbarás a mi lado y yo me mantuviese con la respiración entrecortada con miedo a moverme pero sintiendo cada ápice de tu forma. Intuyéndote, queriéndote, no buscándole ninguna explicación y que, de repente con mi mano rozase la tuya y sintiese la irremediable obligación de no poder soltarla. 

 Y que pasasen los días y que cada noche vinieras a acostarte junto a mí, y que mi mundo siguiera en calma, pero no de esas calmas tediosas y horribles en las que cada día es un calco del otro, sino en esas calmas placenteras en las que la barrera entre lo posible y lo imposible se difumina.