Sin poemas, solo rocas.

Elisa es

El observador suele perderse entre las formas que no puede descifrar. En ese acto, el de observar, intenta cerrar sus ojos, los que usa cuando normalmente solo ve, cuando todo pasa frente a él, sin reparar en nada más que el efecto de un vaivén de luces y reflejos muertos, algunos solo desmallados.

Cuando cierra esos ojos, se abren los otros, que se esfuerzan, realmente se esfuerzan por abstraer del fondo, lo que parece estar adherido al universo de las líneas, un montón los trazos imcomprensibles y capas superpuestas. 

El observador, inocente, no repara en el hecho de que tal vez, no descubra más que alguna verdad y condensadas mentiras que no podrán saciar su sed ni el vacío no corporal que lo habita. Y peor aún, tal vez encuentre que la única verdad es en realidad un cúmulo de pequeñas mentiras bien acomodadas.

Tarde o temprano, las verdades formadas de mentiras se quiebran, como una roca que choca muy fuerte contra otra en el río y se abre, solo quedan pedazos. La verdad no existe, la verdad se dashace, se pudre, caduca, y otra verdad nace, concebida en el seno cálido de la mentira impoluta.

Así nos quebramos los humanos, nos quebramos todo el tiempo, una y otra vez. Y si nada es verdad, y somos todos una mentira solidificada, entonces no importa chocar contra otro humano, o contra una roca, por voluntad propia, porque inevitablemente una fuerza incontrolable se encargará de rompernos.

Observe bien, más allá de las líneas y los puntos, y las formas y los trazos y las capas, pero no pierda su tiempo en ese lugar seguro del observador, porque ese cuadro que intenta abstraer terminará autodestruyéndose en cualquier momento y antes de que pueda darse cuenta, el lienzo quedará totalmente vacío ¿y usted? 

  • Autor: Eli (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de marzo de 2020 a las 05:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 49
  • Usuario favorito de este poema: Juan Q.
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