ANTE EL DESASTRE, TÚ.

Dario Antonio Caucelo Tey

 

Fuimos testigos de las lindezas del destino,

así como de sus desventuras y venganzas,

de sus caricias espinosas y resplandores infinitos.

Testigos fuimos del desgaste que hicieron sus afanosas batallas.

 

Cuando las cascadas caen hacia arriba,

los pájaros y sus alas transmutan en cuernos de hierro,

cuando las miradas orbitan desalmadas en la oscuridad,

yo, en este mar espeso libre de peces, yerto, te espero.

 

Donde el deseo se escapa tras la ventana,

alzando su vuelo sin éxito y cayendo en el regazo de la pena,

te encuentro envuelta en rosas de escarcha,

mirando a la luna, al anhelo de alguna lejana estrella.

 

Como un pequeño barco de papel en los inmensos mares,

con el ajetreo de las gaviotas y el impío viento,

vuelvo de la distancia y su condena para liberarme

con el calor de tus reflejos.

 

Si los astros no murieran en las lagunas,

ni los árboles conocieran los rayos de la primavera,

Si los corazones olvidaran la sepultura,

tus besos quedarían para siempre en la memoria de mis cadenas.

 

En el último resquicio de mi esperanza,

dispuesta de azahares blancos, recibes valiente

las tres heridas que la fuerza me arrebata,

la del amor, la de la vida y la de la muerte.

 

Que fácil es recibir el ocaso,

Que difícil es mirar al firmamento y no sentir miedo.

Miedo, que tan solitario y afligido al hombre ha dejado,

sin embargo, dejo de sentirlo cuanto más cerca te llevo.

 

Al tiempo le pido piedad,

A la vida le pido que me devuelva lo que le otorgué

sin condición. A ti, solamente te pido paciencia,

por si hubiera otra vida, tomarte de la mano sin reproches.

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