**~Novela Corta - El Rostro en el Espejo - Parte VII~**

Zoraya M. Rodríguez

Y la secta diabólica, buscan de inmediato al chofer, pero, el chofer estaba en una encomienda. Y la secta diabólica se acerca a la mansión, buscando a ese espejo, el cual, sabía de todo lo que hacía la secta diabólica. Pues, se metieron por el atrio, se metieron por la cochera, y se dijeron, -“aquí no está, debe de estar en la cocina o en la habitación”-. Cuando se sienten unos pasos, y son el de la dueña de la casa, pues, esperaba al chofer de la casa, para llevarlo a su habitación para amar. Pero, no aparecía el chofer ni sus mayordomos, pues, sus sirvientes se encontraban en su día libre. Y era la secta diabólica que se encontraba allí en aquella mansión, donde la dueña de la casa estaba desprotegida y en sola soledad. Pero, aquella mujer sola y viendo de todo desde el espejo del recibidor, sierra ella, la del rostro en el espejo, pues, tenía una intuición bastante suelta del futuro y de su verdad. Y era, ella la niña o la mujer del rostro en el espejo, la que tenía el alma de una inmensa mujer, pero, atada y atrapada dentro de aquel espejo, por donde se le fue la vida. Y era ella, la del espejo, la que quiso ser a conciencia y decir toda su verdad, pero, ¿fracasó o no?. No quiso esconderse, pues, sólo quería salir de ese encierro por tantos años de cautiverio total. Aunque esa secta diabólica le arrancara la sangre y el corazón, ¿pues, tenía corazón?. Pues, no. Estaba dispuesta a todo y no tenía ningún tipo de temor. Ella, la del espejo, vió a la secta diabólica cerca de ella, desde aquel espejo, donde ella se hallaba y se encontraba. Ellos, sólo querían el corazón y sangre, y ella no corría con la misma buena o mala suerte de la dueña de la casa, pues, ella no tenía ni sangre ni corazón, sólo una herida que pulso a pulso le hizo el reflejo del espejo cuando intentaba salir y entrar del maldito espejo. No tenía miedo ni se horrorizaba de ello. Pues, sólo quería salir de allí. Cuando en el tiempo, sólo el tiempo, sólo se vivió así, como poder perder el instante en que sólo el tiempo fue sólo el tiempo. Cuando en el delirio, se debió de creer que el frío amarraba la piel más y más con el frío temor y con la ansiedad de perder aquel instante en que iba a salir por siempre del espejo a vivir, ¿otra vez?, porque era sólo una niña, con el rostro de mujer entre aquel reflejo del espejo viejo. Cuando entre el espejo, y su reflejo se fue aquel frío. Cuando llegó el calor a ser el desafío más refrescante. Y la secta diabólica toma el espejo entre sus manos y se lo llevan lejos de la mansión. Pues, ella, la mujer en el rostro en el espejo, sólo quería salir de ese maldito espejo, en que allí vivía por más de cien años completos. Cuando de pronto, vió una mujer frente al espejo, y era ella la diabólica más grande de la maldita maldición. Y ella, leía y leía, el conjuro en su mente no se atrevía a decir frente al espejo, porque sabía yá lo que iba a ocurrir. Mientras, ella, solamente entre aquel espejo, y su rostro y, más, su reflejo, y su belleza, elegancia, postura y candidez, salía de aquel espejo. Con ímpetu y elegancia se reflejó el rostro de aquella mujer, y la maldita maldición le preguntó, ¿qué haces ahí?. Ella, no respondió, pues, sabía lo que le esperaba: la vil muerte. No había acertado en nada, pues, el papel lo tomó la secta diabólica y no alguien quien le hubiera creído la mala situación, pero, no fue así. Cuando en el ambiente se tornó pesado, cuando una de las súbditas tomó el papel y lo leyó fuertemente frente al espejo, pues, ése era el juego que ella esperaba, que alguien lo dijera a viva voz. Cuando en el alma, se debió de entretejer lo que más se debió de acechar, lo que fue poder salir de ese maldito espejo viejo. Y no había pócima para salir de allí, de todas maneras, cuando ella dice el conjuro que era así, -“purtroppo, purtroppo, purtroppo, disgelo in me tutto tuo”-, y salió ella como una niña de ojos azules y de hermosos cabellos rubios, y se adentró ella, la súbdita de la maldición. La niña corre y se esconde detrás de un sillón, pues, era fuerte como un alma entera de mujer, como era dentro de aquel espejo viejo. Y la mujer no sabía nada de aquel espejo viejo. Y quedó varada allí, como ella, como la mujer del rostro en el espejo. Y más, se intensificó un corre y un corre, entre aquella mansión. Y todo, porque el corazón había llegado y se había adentrado en el pecho de la señora, otra vez, cuando el chofer lo sabía todo, pero, no quiso ser a conciencia lo que no quiso en ser más. Y todo, porque el reflejo de ella, quedó en aquella mansión. Cuando en el reflejo de aquel espejo, sólo se vió teñido, otra vez, de sangre. Cuando en la habitación se amaban la dueña de la casa y el chofer de la casa, y todo por sacarle la sangre y el corazón a la señora y devolver al conjuro y a la maldición de aquel mar bravío y tan alto en olas peligrosas su propio corazón. Cuando de repente se conjuró, el desastre, de ir y venir con la mala suerte de siempre. Y ella, entre la secta diabólica, peleando algo que quizás no era suyo, sino que era el tiempo de la dueña de la casa. Cuando en la habitación se hallaba la dueña de la casa y el chofer queriendo arrancar su sangre y su corazón. Y ella, entre aquel sillón de la secta diabólica que por poco se la comen viva. Con la herida sangrante de haber salido tan bruscamente de aquel espejo. Y le pregunta la maleficia diabólica que -“qué hacía ahí metida en aquel espejo”-. Y ella, con temor, pero, con pudor, le dijo toda la verdad. Y la soltó y la dejó ir, pues, no tenía lo que ellos buscaban, que era sangre y corazón. Cuando en el ambiente, se alojó creer y en saber dónde quedaba la mansión de la dueña de la casa. Pues, caminó camino abajo, sin miedo ni temor y halló la playa, pues estaba cerca. Encontró como niña la casa, pero, sus recuerdos eran vagos, y sólo quería en su subconsciente hacer justicia. Cae y se rasguña, se levanta y sigue en pie. Camina por la orilla de la playa, sola y a la intemperie del sol y del sereno. Y ella cree en la sola verdad como ella misma. Cuando en el ambiente se da el cometido más imprudente que el chofer lleva a la dueña de la casa lejos de allí como una o dos horas más de distancia. Cuando sólo se dió el viernes más loco de la temporada. Cuando ella, la niña del rostro en el espejo, supo que era ella, la dueña de la casa, la que pasaba por el lado de ella, sólo persiguió el rastro en la arena de dónde salió aquel auto y con ella, la dueña de la casa. Cuando ella queda escondida entre los arbustos de la mansión. Y la dueña de la casa llega, sólo quiso en ser como una huérfana niña que quería el calor de un hogar. Y sí, ¿lo logró?. Pues, lo que logró fue más. Cuando la dueña de la casa, llevó a la niña a una comisaría de la autoridad, por ser una niña perdida. Y ella, lista ni perezosa, pues, les cuenta de todo. Desde que era niña y desde que vió todo en la casa de la dueña. Cuando el comisario de la autoridad, arrestó al chofer de la casa de la dueña. Pues, en contra de él, pesaba una sola acusación, pero, no era evidencia porque la dueña de la mansión tenía a su corazón, aún, en su pecho y con sangre. Pues, tildaron a la niña de mentirosa. 

 

Continuará……………………………………

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de febrero de 2020 a las 00:00
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 36
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