Oigo a la distancia
el grito de los viejos diciendo;
"tiempos mejores vendrán",
sus arrugas aún esperan
con esperanza,
como un niño ingenuo.
Veo en los epitafios
como se marchita el hombre,
y me hundo en la desesperanza;
un trago tras otro de realidad que me azota,
porque no soy un niño,
ni un león, ni un camello.
No hay esperanza en la tierra,
ni en el cielo, ni infierno,
entonces, ¿cuál es la verdad?
¿la que dicen ellos? ¿o aquellos?
solo veo mis interpretaciones
nadar en este mar de hechos.
No encuentro la verdad en el poder,
las mascaras esconden las manchas
entre capas y capas de promesas,
castigan con sus lenguas bípedas
sobre los deseos,
sobre la ignorancia.
Adiós hombre
o a Dios insensible;
que más da quien vive en esta realidad
si sabemos que estamos muertos,
bajo el peso de la tragicomedia
que sonríe a los desesperanzados.
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