**~Novela Corta - El Rostro en el Espejo - Parte III~**

Zoraya M. Rodríguez

Cuando ella, el rostro en el espejo, articula y deja una incógnita abierta entre el chofer, ella y el gran espejo, pero, él, toma el espejo entre sus manos, y casi lo deja caer en pedazos, pues, en eso llegó la dueña y señora. Le hace una inmensa explicación innata de cómo ése espejo llegó a sus manos en casi una hora exacta. De que ella, lo halló en unos de esos viajes a París, cuando se lo regaló la amiga quien fue la madre de unas de las amigas de ella, la del rostro en el espejo. Y que cuando lo tomó entre sus manos estaba ajeado, descolorido, y sin brillo. Y que ella lo arregló, le dió color y brillo en oro. Y que lo colocó en la cocina, en la habitación y ahora aquí en el recibidor. Y, ella, escondida entre aquel espejo viejo, pero, escuchando todo y de todo. Y, cuando el chofer se retira del lugar, ella, la del rostro en el espejo, hace un respiro de alivio de un sólo tormento en que vivió por casi una hora explicándole de todo los pormenores de éste viejo espejo a su queridísimo chofer, a su amante más amado por ella, por la dueña de la casa. Y extrajo lo que más, más información a cerca de la mansión de la doña, de la dueña de la casa y de sus pertenencias. Cuando ella, la del rostro en el espejo, le intenta hablar a la señora, pero, no la puede ver ni escuchar. Cuando en el recibidor se encontraba ella, la del rostro en el espejo, e hizo una articulación para poder comunicarse con la señora, pero, no pudo más, porque el reflejo del espejo le impedía. Y quedó maltrecha, desolada, y más, sin un sólo deseo por seguir viviendo. Y logró seguir el rumbo de cada quien en la actividad de la mansión, de la dueña de la casa. Y vió y observó de todo, personas con ínfulas de grandezas, y otras con ínfulas de riquezas e inteligencias y otras tímidas, pero, muy alegres. Cuando en el tiempo sólo se llevó a acabo una sola sorpresa de ver el cielo de azul y no de gris tormenta, cuando en el imperio de unos ojos se vió la cruel tentación y el frío pecado de unos ojos en que sólo soslayó el deseo en poder salir de allí, del maldito espejo donde la albergó por tanto tiempo y que le dejó una marca en su rostro por poder salir de él. Dejando un desierto de preguntas sin respuestas desde que logró salir de él. Y todo porque el rumbo en que ella tomó no le pareció el correcto ni el perfecto, después de tanto altercado entre ella misma y su imagen en el espejo. Sólo se debió de creer en su palabra, pero, su palabra no valía nada sino tenía evidencias de ello. Y nadie tomó en serio su palabra. Y su ademán, el frío en las manos, se le otorgó por costumbre de querer salir de el espejo en donde pernoctó por más de cien años, allí, sola, abandonada, desolada, triste y en una fea soledad, y con una infelicidad que llegaba y que le latía el corazón pulso a pulso, gota a gota hasta en el mismo cielo. Cuando en el alma se detuvo un latir del solo corazón, en una sola razón, cuando se enfrentó a su misma imagen en el mismo espejo y fue el querer salir de allí, pero, ¿lo logró?, pues, no, todavía no. Cuando en el tiempo, sólo perpetró una osadía, cuando por el día, sólo vió a la playa desde aquel recibidor. Y vió de todo, niños jugando, mujeres en bikini, gordas y delgadas, pelotas y raquetas de pelota, jugando el “volleyball” y más. Hasta que en la parte derecha del espejo, vió a la secta diabólica, con que el chofer andaba, pues, era una secta peligrosa, amaba a satanás, y no a Dios. Y vé al chofer, vestido de negro, aunque siempre estaba vestido de negro, pues, el uniforme de chofer era de negro. Con su novia o pareja. Y la señora, altiva, señorona, y dueña de la mansión y de casi toda una vida, pero, aún, sin corazón, y sin casi sangre, pero, de pie, fría, densa y pálida como el día de azul y con un amanecer tan claro como el mismo día. Si sólo vió lo que en el amanecer se vió. A todo un hielo del sol, de un bello, pero, triste amanecer. Si para cuando salió del maldito espejo, sólo se vió el tormento frío de una noche en tinieblas tan frías como la misma niebla fría del cielo en tul de un velo oscuro, muy oscuro que cubría el cielo de magia celeste de un azul añil. Para cuando salió de aquel espejo donde guardaba tantos recuerdos buenos y malos, sólo le advirtió al espejo guardar todo aquello que le cubría de dolor y de alegría, y que eran todas sus vivencias y experiencias dentro de ese espejo viejo y tan obsoleto que cubría a su propia imagen. 

 

Pero, lo vió en la playa, sentado y muy apasionado en aquella escena tan conmovedora. Pero, salió del mar, un amigo suyo, vestido de negro y con un semblante casi de un triste muerto. Cuando ella, lo miró, lo observó, que le faltaba esencia, aire en las fosas nasales, y hasta aliento de vida, pues, parecía estar y vivir entre la vida y la muerte, y más allá de la muerte lo esperaba la viuda negra, para comérselo vivo, pues, no tenía casi vida, se le notaba que no tenía ni corazón ni mucho más sangre, era una secta diabólica en que creían en más allá de la muerte. Cuando en la alegría y la conmiseración era por parte del Dios mismo, cuando lo acogía entre sus brazos, quizás perdonando y olvidando todo lo sucedido entre el diablo y Él, el mismo Dios. Pero, esa secta, ella creía, en que ni existía Dios ni el mismísimo diablo. Sólo subió un poco la vista, y vió a la dueña de la casa, a la señora y más a la señorona, sólo se opuso a que la señora viera, de tal manera, al chofer con menos y nada más con otra, porque eso le iba a doler mucho. Y ella, la mujer con el rostro en el espejo, no le convenía, pues, sólo quería que se supiera toda la verdad. Cuando de pronto, le pareció ver al chofer, cuando no quiso que lo viera y más con otra. Cuando en el universo pintaba de color negro como el del uniforme del chofer mismo. Cuando en el ademán frío, se enfrentaba a un desierto frío y sin conmiseración, cuando en el tiempo sólo halló lo que quiso ver a las estrellas con la misma luz en que se veía la luz que irradiaba la señora y dueña de la casa o mansión. Cuando en la mañana se abrió el deseo de ver el cielo de azul y no de gris tormenta. Cuando en el imperio de sus propios ojos vió al chofer dirigirse a la casa de la señora y dueña  de la mansión, con toda esa secta diabólica para acá. Pero, algo impuso el rumbo o dirección de ese gentío hacia la casa y a la dueña de la mansión. Y fue el reflejo de su propio espejo desde el recibidor. Ella, desde el interior de ese espejo se abrió y sacó otro espejo más grande y lo puso de frente a ella, haciendo un mágico reflejo, que opuso la trayectoria de esa secta en dirigirse hacia ella, el recibidor, al entrada a la casa y visitar a la señora, la dueña de la casa. La secta no quería nada de pertenencias de la señora, sólo querían extraer el corazón humano y la sangre humana de los cuerpos, y, así, poder vivir de ellos, ¿cómo?, ni quién sabe. Si la aventura se sabe, fue como saber que el deseo fue extraído como retraído, y contraído. No quería saber que el deseo se convirtió, en un siniestro percance, en un sólo desenlace, y con un sólo amanecer, cuando en el alma se adhirió a la corteza de aquel espejo donde ella se hallaba. Era como saber que el deseo se halló como un principio y no como un saber incierto. Cuando en el comienzo, de todo, se electrificó, el anhelo ambigüo, de obtener el desastre en cada delirio y en cada frío cuando se metió en aquel espejo. Y se fue por el rumbo incierto, cuando en el espejo y en el deseo se convirtió en un anhelo oscuro. Como lo que veía cuando apagaban las luces entre el recibidor y su alma. Cuando ella sonreía por ver ala dueña de la casa pasar por el recibidor y se miraba en el espejo sin poder saber de que ella hacía más de cien años pertenecía y vivía allí. Sólo quiso en ser soliloquia o en saber que el desenfreno quitaba el sonreír con un frío llanto cuando llegaba el chofer, cuando casi vomitaba a sus propios ojos, otra vez, por verlo llegar. Cuando en el alma se debió de amar lo que más quería la señora a su espejo de luz y de reflejo. Cuando él llegaba, el chofer, ella, articulaba y hace un sólo ruido en que converge cuando ella, sólo ella, sólo quería salir de allí, de ese espejo, en donde ella solía estar y permanecer allí, sentada adherida y tan perdida dentro de aquel espejo. 



Continuará……………………………………………………………….  




     

   

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de febrero de 2020 a las 00:04
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 50
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