Depresión

Antonia Ceada Acevedo

 

Son  las cuatro  de la mañana.

Las horas pasan y aún no se le  tercia  el sueño .La tristeza  que recorre desde la medula  hasta el alma va dejando un semillero  de nostalgias y llora  en desamparo.

Ahí está, ella, asustada de la gran tumba que es la noche y, que  con su  velo negro agudiza su situación en tantos " ahoras"

-Piensa.

Siempre es ahora, y sus ojos muertos  rechazan las luces claras.

Le llaman depresión-se dice-

¿Es acaso  depresión  esta pérdida de control sin despedida? ¿Por qué no me motiva otras cuestiones  que no sea  sangrar  del foco de mi tristeza? ¿Por qué  sólo recuerdo  lo peor de mi pasado  obligándome  a llorar?

…Y despierta  sudando pesadillas-sólo han pasado dos horas-

 

Las ocho de la mañana.

 

Una  tibia y humilde luz se cuela  por las rendijas de su persiana  con la esperanza   de germinar,  en ella ilusión, pero sus ojos se niegan a mirar y  en su mente, otra vez, los miedos  de no saber cómo vendrá    un  día más.

Muchas vueltas antes de levantar de la cama donde se acomoda el cansancio que pesa como mármol. Agua fría para su boca seca que busca en el frigorífico  con la lentitud  del que nada espera, una pastilla ; que supone calmara esos sentimientos de culpa que siente al no sentirse bien, que calme esa sensación de fatiga, que calme la irritabilidad  y  sobre todo que calme esa cobardía para tomar decisiones.

Es depresión –me dicen-

Camina por la casa  de un lado a otro, sin encontrar nada más cómodo  que  un  viejo sofá  descolorido, hundido con quien comparte pensamientos  destructivos.

Ha perdido el apetito, ha aumentado su sed y bebe agua  frecuentemente  para así deshacerse de esa bola en la garganta que no la deja tragar saliva, esa angustia en el pecho que no le da libertad para inspirar y exhalar.

Ella, ahí está…nada le produce placer en este ahora, sólo llorar el  suelo de este camino  sin andar.

Duele verla  como si pidiera la muerte y las horas pasan...el tiempo llueve, los momentos vienen.

Suplica,  llenar  su vacio  de ilusiones nuevas, de una verde sonrisa  para sus hijos, de ganas de avanzar, pero entre tantas suplicas llega  su mejor enemiga: la ansiedad.

 

Son las diez de la mañana

Aun no se ha lavado  la cara, ni siquiera ha pasado por el espejo, su pelo está  abandonado, pero las arcadas la obligan a pasar por el baño, donde llega  casi  degradada…

Se vuelve a sentar, esta vez  en el borde de la bañera  llevándose las manos a la cara para observarse sintiendo una  cruel   inutilidad y llora…nacen lágrimas jóvenes de sus ojos  viejos extenuados.

Me estoy  volviendo loca y mi cuerpo no responde -se dice-

Y otra vez las culpas, otra vez los sentimientos de irresponsabilidad con los suyos, otra vez  el pánico la lleva a tomar un ansiolítico sin pararse a mirarse en  algún sincero  espejo.

¿Cuantas veces se reconstruyo? ¿Cuántas veces volvió a caer?

Las gentes  dan consejos: “tienes que salir” “oblígate a hacer cosas para distraerte”  “píntate”   “relájate”, pero  ¿Quiénes  donan su energía?  ¿Hay donantes de energía?

 

Las doce de  la mañana.

Sigue pasando el tiempo, algo más tranquila, se ha quedado dormida  en  brazos de su viejo amigo  de confidencias, otra vez el sofá.

Despierta  entre raudos latidos. Su corazón  es el epicentro del  terremoto que es su cuerpo. Todo tiembla. Un golpe brusco  suena en la puerta de su conciencia-es la hipocondría-

Y con ella, entran las preguntas.

-¿tendré problemas de corazón? ¿Me va a dar un infarto?  Y en su mente una  dura historia se  va  tejiendo, una historia  cargada  de batas blancas, de ambulancias, de las letras UCI, de vías en las venas, de sueros, de batas verdes, de miedo…Una historia  ficticia  que termina dejándola  marchita.

 

Las tres de la tarde.

Aun no ha comido nada, casi ni se acuerda de los alimentos, se niega a comer ,se castiga ayunando  porque hace unos meses dejo de darle importancia a la comida  para darle más importancia  a  esos pensamientos  destructivo del ser  y por consecuencia del  resto de muchos humanos.

El olor fastidioso de las comidas, la incapacidad  de concentrarse en cocinar, más la falta de estimulo  la llevan a comer cualquier fruta  con tal de no desmayarse  para poder  tragar más químicas:  ansiolíticos, antidepresivos, protectores  gástricos, calmantes para los dolores  y otros venenos.

 

 

 

Las cinco de la tarde.

 

Hubo una vez que  su vida fue diferente. Al  llegar la tarde ella solía acicalarse para pasear las calles de su pequeña ciudad, ir a comprar a los grandes almacenes, llegar a tiempo para recoger a sus hijos del colegio, tomar café con las amigas, vivir. ..

Ahora no quiere la luz del sol, ahora  se niega a maquillarse.  a vestirse, asearse y a salir a la calle.  En la centrifugadora de su mente  se exprimen   otros pensamientos.

-Soy una   historia, una mujer  sin estudiar. Un cuerpo  envenenado de química, un ser drogado, un  espíritu solitario en  un  mundo  hueco e inconsciente. Un estorbo para la sociedad que me apoda de  “estar mala de los nervios” sin saber que dentro de mi hay una persona esclavizada, educada en mentiras como la iglesia, domada para el machismo, dependiente emocional por falta de amor frente a un sistema soberbio y no escuchada.

Dentro de mi  hubo un bebe, una niña, una adolescente  que quizás no fue tratada o valorada  o respetada o aceptada o amada  bien.

 

Las ocho de la tarde.

La tarde se le fue como se va las tardes merecidas por la pena. La noche vuelve a  aparecer oportuna e  inoportuna  al  sarcófago de sus  “ahoras”

El rezo, las ojeras, su debilidad, las suplicas se van acrecentado y otra vez su volver  a empezar.

-La miro. Me duele.

Y observo  como  a mi amiga   la voy perdiendo entre episodios, nada le evita al cien por cien tantas recaidas.Cuando mejora  es la mujer más vulneable, humanista, solidaria  y amadora que conoceré. Quizás por amar demasiado a los demás se olvido de amarse bien a si misma.

-¿Sabe ella lo que le pasa, es consciente  de qué está enferma?

 

Pero hoy   me  entristece su ausencia, su alma  vendida  y la impotencia se apodera de  mí  porque no logro entenderla   y  lloro desamparo.    

 

     

©Antonia Ceada Acevedo

 

 

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Comentarios2

  • El Quijote de la Rosa

    Triste realidad que golpea a tanta gente, pero a quien lo sufre, que le importa si le pasa a los demás, a quien la sufre solo quiere entender comprender y aprender como salir de ese estado de morir en vida. Sólo la comprensión los abrazos y el verdadero amor ofrecen un camino para salir de ese mal camino. Un abrazo fraterno el Quijote de la Rosa

    • Antonia Ceada Acevedo

      Exacto,pero estaremos de acuerdo que muchos de los poet@s de todos los tiempos,han padecido algún trastorno mental.

      • El Quijote de la Rosa

        Responderé a tu pensamiento con un poema escrito por mi hace tiempo.
        De locos y locuras o, mejor dicho,
        cómo me gusta cada día perder la razón...

        Los locos viven inventando mundos, los cuerdos viven en mundos inventados.
        Los locos son pura poesía, los cuerdos son pura hipocresía.
        Los locos crean castillos en el aire, los cuerdos habitan en casas vacías.
        Los locos se sienten libres, los cuerdos todo lo encierran.
        Los locos aman sin medida, los cuerdos miden todo sin amar.
        Los locos son felices sin tener razón, los cuerdos no tienen razón para ser felices. Los locos sueñan y construyen un mundo mejor, los cuerdos no se permiten soñar.
        Déjame vivir con mi locura, para qué quiero ser cuerdo en un mundo sin razón ni corazón.

      • Hay 1 comentario más

      • bonifacio

        Terrible ensayo sobre la depresión,tanto que hizo recordar algunas intancias de la vida.



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