**~Novela Corta - El Rostro en el Espejo - Parte II~**

Zoraya M. Rodríguez

Y, más, tenía que callar, fraguar la idea de callar, era como un cruel y débil fantasma. El que cruzaba el estandarte de la vida misma. Cuando en el instante se debió de entretejer la red como una fuerte telaraña la que hoy y ayer arañaba el deseo de expresarse y continuar como lo más débil de decir lo que tenía que decir. Pero, era ella, la que un día viajó por el mundo, y más por los llanos y praderas, con tan sólo pertenecer a un espejo, con el rostro en el espejo. Y quiso enfrentar la vida, pero, no pudo, ¿cómo iba y tendría el antídoto para poder salir de ese vil espejo en que le tenía la vida presa y como un reo andaba lejos de la vida misma?, ¿cómo poder sobrevivir sin poder morir?, y saber que la vida es una como un diez en las cartas de azahar. Y saber que el cielo es como el sol, y, ¿cómo brillaba el sol en aquella playa?, y ¿cómo se preparaba a ser como el desierto frío o tan sólo como el levante de dunas en él?, y ella, con el rostro marcado en el espejo, sólo se vió un momento en la ingrata percepción de la vida misma. Y vió el cielo de gris, y vió el cielo de azul, un contraste contradictorio, pero, tan real como tan verdadero. Cuando en el cielo vió a su propia imagen adherida en el mismo espejo, con el rostro en el espejo. Cuando no se percató que yá su mente volaba en la imaginación y hasta en el mismo cielo. Cuando vió el mismo paraíso, pero, todo dentro muy adentro del aquel espejo en el cual la alojó por mucho tiempo en vida. Pero, cuando quería hablar y expresar algo fuera del espejo, pues, no podía, y todo porque así, era el brebaje. No podía hablar con nadie. Pues, los eventos que sabía ella, de la dueña de la casa o mansión, sólo se limitaban a ser de ella misma y nada más que de ella. Y ella callaba lo que tenía que decir, pues, era automatizar la boca en callar y nada más. Y a veces se bebía sus lágrimas de un cruel llanto en que sólo ella, era la protagonista del drama en que estaba viviendo. Cuando en la madrugada casi pierde todo su reflejo en saber que el deseo se convirtió en un deseo ambigüo. ¡Tan aciaga es la vida!, se decía ella, cuando en la penumbra yacía la sombra de un sólo mal recuerdo. Cuando en el ingrato tormento, ardió el delirio de un frío nefasto. Cuando logró llegar a un acuerdo entre ella y su propia imaginación, nunca más pensar en aquel momento en que el corazón de su señora y dueña se debatió entre la vida y la muerte. Y sí, que lo logró, aunque ver a ese hombre en la habitación no le hacía pensar en aquel suceso. Fue un débil proceso, en el que la mujer del rostro en el espejo, se debió de alterar lo que más se identificó, un sólo reflejo en aquel viejo espejo. Y sí, que lo superó. Y más se volvió triste y con una depresión que la llevó casi al suicidio, pero, ella pensaba más y más, en poder salir de ese maldito espejo que por tantos años la mantuvo aislada, desolada, y en un constante callar. Se alteró su forma de vivir, pues, al principio no se acostumbró a permanecer y pertenecer a ese maldito espejo por donde no podía ni salir ni poder hablar con alguien cercano o lejano. Y su ingrato desenlace fue y será lo que pudo en ser, y sublevar lo que por enredar calló y, ¿para siempre?, pues, no. Puedo salir de ese encierro total, cuando por encomiendas de la vida, también, pudo salir de ese encierro total. Faltando un poco para demostrar toda su verdad, pues, quiso ser una mujer muy valerosa, con una terrible virtud, y con un desastre entre lo que más fracasó en nunca decir su terrible y más horrorosa verdad. Cuando de pronto, entra a la habitación el señor, el chofer de la señora y dueña de la casa. Faltando poco para la actividad en la mansión. Y llegaron los invitados y uno a uno, los saludaba en la entrada, o sea, en el recibidor de la mansión y ella, la del rostro en el espejo solía ver todo desde una perspectiva de asombro y de horror y de temor a ser descubierto todo. Ella, sólo quería que la verdad saliera a flote y que se supiera todo. Pero, no fue así, hasta el final. Sólo ella, observaba desde el espejo, desde su rostro marcado en un espejo por donde salía la mala o buena suerte de tener allí. Pero, ella era buena, elegante, con un porte envidiable, y con unos ojazos azules y de cabello rubio. Y era buena moza, gentil, educada y se expresaba de tal manera, que todo el que la viera o escuchara se enamoraba de ella. Ella, sólo quería salir de allí, enamorarse y ser feliz, pero, algo no cuadraba o ella no calculaba y no vacilaba en en saber que ella llevaba más de cien años en ese vil espejo encerrada y atormentada y horrorizada en saber cosas que ella sólo quería que se supiera. A sabiendas de la vil traición del hombre, del chofer con la buena señora, ella, la del rostro en el espejo, sabía que tarde o temprano se iba a descubrir el vil y cruel asesinato del corazón de la señora y la dueña de la casa. La señora logró sobrevivir con un marcapasos que él mismo le impuso y la conectó cuando le extrajo su corazón del pecho. Era una secta diabólica y profesional, y sabían lo que hacían. El corazón se lo llevó él, el chofer, para demostrar su capacidad en entrar a la secta diabólica. Y su licenciatura maleficiosa se le otorgó, pues, llevó el corazón casi todavía y, aún, palpitando. Fingiendo el amor y el cariño, así, fue recibiendo a los invitados en cada ceremonia de la actividad en la casa y mansión de la señora. Y mientras más avanzaban las horas, la actividad se imponía candente, con el alcohol y los tragos a merced. Y el chofer fuera de la casa, iba y venía, y mientras que ella, la mujer del rostro en el espejo, veía que el chofer se ponía imprudente con una damisela de edad avanzada, era una señora más o menos de la edad de la dueña de la casa y se vió enredado entre los brazos de esa señora también, y cuando le iba a hacer la incisión de arrancar su corazón, llegó la dueña y señora de la casa a intervenir entre ellos dos. Él, salió del paso, diciendo que fue ella la que se le interpuso a su paso. Y la señora le cree de todo. Y ella, en el recibidor, viendo y escuchando de todo. Cuando fue y será, lo que más se electrificó entre las dos vertientes, entre el espejo y su reflejo. Y lo que creía en ver y sublevar más y más a conciencia, cuando el abrir y cerrar los ojos, pues, pasaba algo. Y, era ella, la que dijo en ser a fría e inestable y pasajera vida en un espejo donde la vida se le iba y venía. Cuando en el interior de ella, de la mujer del rostro en el espejo, sucumbió en un sólo trance y percance. Cuando en la pasión se vió alterada, su furia y altercado. Cuando hasta con ella misma peleó entre aquel espejo y su propio reflejo. Y más y más, sólo zumbó como zucumbió, cuando en el alma se abasteció de clara luz y de un deseo tan claro como la luz entre el camino y su propio destino. Cuando en el ir y venir, sólo vió a su propio reflejo, entre aquella luz condescendiente, y fosforescente, vió que la mujer con que estaba peleando para extraer a su débil corazón, le dolía hasta su propia alma, llamó a la autoridad y en cambio no hicieron nada, porque había poca evidencia y poca información. Pero, la del espejo, la mujer con el rostro en el espejo, quiso advertir a la autoridad, pero, aún no lo lograba. Cuando en el tiempo, sólo el tiempo pasaba como horas perdidas, por tanto ir y venir. Cuando en el tiempo, se fraguó la idea de solventar un sólo tiempo, en que el sólo tiempo, pasó como horas desoladas y desavenidas. Y ella, pensaba, y pensaba más y más, en que el tiempo sólo era tiempo perdido y herido. Como el dolor de un sólo instinto, que pasó y tan distinto como poder ser infeliz entre aquel reflejo de un espejo viejo y obsoleto que pasó de actual a más antiguo. Y era, ella la del espejo, y, ¿se rompió un día?, pues, no. Sucumbió en un sólo trance, y en un sólo percance, cuando en el tiempo, sólo el tiempo, se vió como órbita que ata y que atrapa al corazón, y, ¿ella, tenía corazón, la del rostro en el espejo?, pues, no. Y todo, porque llevaba más de cien años atada, encerrada, y atrapada entre el reflejo de aquel espejo, en que sólo salió con la ayuda de un brebaje que la misma señora elabora para hacer caer rendido a sus pies al chofer. Ella, no tiene corazón, pues, es prácticamente un fantasma entre el reflejo de aquel rostro de mujer en el espejo. Y ella, pensaba y pensaba, adherida al tormento, y al lamento de un sólo deseo y de un sólo tiempo en que el dolor no fue pasajero, como la más cruel tormenta. Cuando en la más débil entraña, fue como un pasaje a buscar lo que dejó entre aquel viejo espejo, pero, no era ella, ni su cuerpo ni su esencia ni su belleza ni su elegancia ni su postura ni su candidez sino el gran e inmenso pensamiento el que le dejaba pensar en aquel vil asesinato del homicida del chofer de la casa. Cuando en el alma, se debió de entretejer lo acontecido, cuando en el camino y en el destino fue como final de un mal comienzo. Y era ella, la mujer del rostro en el espejo, cuando se debió de alterar lo sucedido, cuando quiso descifrar todo como un dilema o como una incógnita fabulosa, pero, fría qué decir o expresar. Cuando en el ambiente crudo quedó lo que debió de acechar el vil y cruel momento, un instante tan frío como perceptible. Cuando en la manera de ver y de creer en lo cierto, se debatió una manera de presentir una forma en poder creer que lo que vió y observó se debía a su propia imaginación o un numen o una invención o ¿fue real?. Lo que le pareció ser tan real como su propio rostro en el espejo. Y se electrizó más su cometido cuando fue y será, la encerrada en el espejo, la frustrada y desolada, cuando fue y será, la que dijo su gran verdad. Y la que en el espejo dejó su sombra, su silueta y, más, su esencia corporal, entre aquel espejo viejo. Y, más, su presencia en una cruel ausencia cuando salió del espejo cruel que le mantenía encerrada, frustrada y desolada, hablando en sólo soliloquio. Cuando por fin, se electrizó la actividad en aquella mansión, en que se vió sólo el deseo, en saber que el chofer sólo quería los corazones y la sangre de aquellos en que él creía amar. Cuando en el espejo se debió de entretejer la telaraña la que hoy y ayer arañaba a toda la red artificial en creer la realidad que vivió la mujer con el rostro en el espejo. Cuando él, el chofer de la casa de la dueña del espejo en aquella mansión, sólo vió el reflejo del aquel rostro en el espejo, y ella, la del rostro en el espejo, sólo vió su rostro y una maldad diabólica de aquella secta en que él pertenecía, cuando en aquel espejo se reflejó su rostro. Y era como un rostro marcado y curtido por el sol, cuando él se acercó el espejo cuando ella, la mujer en el rostro en es espejo, lo vió de cerca. Cuando él, vió un reflejo de color blanco entre aquel espejo donde guardaba tantos secretos, pero, no le dió ninguna importancia.

 

Continuará……………………………………………………………

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 16 de febrero de 2020 a las 00:04
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 40
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