La séptima madrugada del mes, arribó.
Y entonces bailamos, fuimos felices.
Felices, más que otra cosa.
Vino a marcarme el corazón con un letrero grande que pronuncia su nombre
Y sembró girasoles en mis brazos y en mis pies.
Inmarcesible, amor amarillo,
Como las puestas de sol donde supe que le amo.
En una tarde de aquellas
Prometí que no dejaría que partiera.
Nunca.
Brazos de árbol que me cobijaron en la lluvia de abril,
Y en las tormentas de agosto.
Me dejé enredar en ellos como la hiedra.
Decoró este hogar mío
que es mi alma
Con buganvillas en las paredes, como en aquellas casas
de los pueblos donde el sol no cesa;
Ya no se manchaban con ignavia.
Me encendió en fuego magenta de pies a cabeza.
Teje el suelo como raíces de higuerón.
Muchacho que sopla vida al viento.
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Autor:
sintulatido (
Offline)
- Publicado: 12 de febrero de 2020 a las 19:52
- Categoría: Amor
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: Ignacia.
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