Divina mujer

No ocultes tu belleza, aunque a veces creas verla imperfecta. En cada marca, en cada curva, en cada historia escrita en tu piel, sigues siendo el milagro más sublime que Dios pudo haber formado.

Llevas en ti un reflejo del creador: solo tú, divina mujer, guardas el misterio de dar vida.

No renuncies a quien eres por temor al murmullo ajeno. Eres grande.

Tus estrías son constelaciones que narran batallas ganadas, amores gestados, caminos vividos. Ningún otro ser puede igualar la hermosura que llevas dentro… y que desborda por fuera.

Miro a las mujeres y me asombro:

¿de qué fuente nacen tanta fuerza, tanta nobleza?

A nada temen cuando se trata de sus hijos. Se vuelven leonas: firman pactos con el viento, se enfrentan al mundo entero, y aún así encuentran ternura para abrazar.

No importa lo que deban perder; todo lo arriesgan por amor.

Divina mujer, heroína silenciosa, me declaro tu admirador eterno.

Me inclino ante tu esencia, ante ese misterio que te sostiene.

¿De dónde brotan tus fuerzas?
No lo sé…
Solo sé que, entre todo lo creado, siempre serás la obra más grandiosa.