Ensayo: El ciclo del dictador sigue vigente en la narrativa latinoamericana, con Mario Vargas Llosa: Un acercamiento a la novela Tiempos recios.

Luis Alvarez

 

            Con la maestría que siempre lo ha caracterizado, Mario Vargas Llosa retorna nuevamente al ciclo novelesco cuyo tema ha sido el dictador latinoamericano. Después de La historia de Mayta, en donde se describe a Manuel Odría, dictador en su tierra peruana y mucho más reciente, La fiesta del chivo, en donde denuncia la aberración política y personal del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, en la República Dominicana, aparece ahora Tiempos recios (Alfaguara, noviembre de 2019, 352 p.).  Ahora hace ficción de los usos y abusos políticos del coronel guatemalteco Carlos Castillo Armas, ayudado para la toma del poder por, además de la CIA y del embajador americano -palabras del autor- sus colegas también opresores totalitarios Anastasio Somoza y Rafael Trujillo, quienes lo proveyeron de dinero, armas, aviación y sicarios. Así, sucumben los gobiernos democráticos y progresistas del Profesor Juan José Arévalo y del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán. Se inicia también el desmantelamiento de los partidos, los gremios, los sindicatos y las conquistas populares logradas, entre ellas la reforma agraria.

            La obra en sí, recoge un conjunto de conflictos, conspiraciones, trapisondas y componendas políticas, propios del período de la Guerra Fría. Su desarrollo comienza con un capítulo dedicado al desenvolvimiento y administración de la United Fruit Company, monopolio frutero de la región y de su intromisión en los asuntos políticos y administrativos de las naciones centroamericanas. De esta manera, aparece la figura del personaje real, Sam Zemurray, un aventurero casi analfabeta, quien a fuerza de manejos dolosos con los políticos de los países centroamericanos y los engaños a los campesinos de la misma región, ha construido el poderoso monopolio bananero citado arriba. Dicho señor contrata a Edward Bernais, otro personaje también real. Este, refinado y aristocrático, auto definido como el mago de la propaganda, debe trabajar para el primero. Tendrá el encargo de hacer que el pueblo norteamericano conozca y consuma aún más el banano (o banana) y sobre todo, convenza a su gobierno de que el régimen de Arbenz, el único que se le ha enfrentado en Centro América, obligándolo a pagar impuestos, cosa que él no había hecho nunca y en ninguna parte, es un peligro para las democracias del continente, debido a que es una punta de lanza de la Unión Soviética, en suelo americano. Demás está decir que tal objetivo fue logrado. Pero lo que importa para el tópico literario es que este capítulo es como un leit motiv que, subcorticalmente, se deja entrever en todo el desarrollo dramático de la obra.

            A propósito de este desarrollo dramático, ya hemos indicado la temática, la cual se desenvuelve en lo que podríamos llamar dos ficciones. Una, política. Ella nos ofrece todo el maremágnum que, panorámicamente, hemos ofrecido en los párrafos anteriores y, aunado a ello, la intervención americana, representada en el personaje, también real, el embajador John Peurifoy y la iglesia católica, representada en el Arzobispo Mariano Rosell y Arellano. La segunda ficción es la creada por el autor. En el transcurso de esta, se observa una carácterística del discurso del autor. Ella es la fusión de los planos narrativos, lo cual ya habíamos presenciado en La casa verde, en Conversación en la catedral  y más reciente en El héroe discreto (Alfaguara, 2013). En la obra que hoy nos ocupa, tal característica puede ejemplificarse en el momento en que Castillo Armas se entrevista con Trujilo, al mismo tiempo que  este último también lo hace Abbes García. El lector debe ser zahorí para que capte cuándo se trata de uno de los entrevistados y cuándo se trata del otro. Toda la acción se va a desarrollar en un ambiente conformado por la República de Guatemala, fundamentalmente, República Dominicana, Haití y, fugazmente, otros países centroamericanos y Canadá.

            A nuestro juicio, el lector llega a la cabal comprensión de la obra con el análisis de los personajes fundamentales. Así, desfilan seres como John Abbes García, personaje real, torturador trujillista (ya presente en La fiesta del chivo), diplomático y militar, en ambos casos de facto, para fungir como fachada de la verdadera misión que le impone el dictador dominicano: asesinar a Castillo Armas, en venganza por hablar mal de su familia. Y aunado a esto, por incumplir compromisos que fueron conditio sine qua non en el amplio apoyo dado para su conspiración. La obra expresa la concreción de estos compromisos: una invitación formal, un desfile que mostrase a los dos en el recorrido y la más alta condecoración del país. Además de incumplir tales deseos, el dictador guatemalteco en conversaciones privadas se había expresado así de Ranfis Trujillo, hijo del tirano dominicano: …que se tire a actrices como  Kim Novak no significa nada si antes le ha regalado un Cadillac, último modelo y un collar de diamantes, (valga el ejemplo), (páginas centrales). Otro personaje central viene a ser el embajador americano John Peurifoy, representante muy acorde al pensamiento del Presidente Einsehower. Lo caracteriza su desenfadada oposición al gobierno de Arbenz, buscador constante, según Vargas Llosa, de un capitalismo moderno a la usanza americana. De ahí que no se justificaba la abierta búsqueda de motivos para suplantarlo.

            Pero, a nuestra manera de ver, el personaje más importante es Marta Borrero, hija de Arturo Borrero, un capitoste conservador guatemalteco. La belleza de esta niña era tan singular que todos sus familiares y amigos optaron por llamarla Miss Guatemala. Con este nombre es más conocida dentro de la acción novelesca. Ella asistía a las conversaciones semanales que su padre llevaba a cabo con los más notados integrantes de la sociedad del país. Dentro de estos, destaca la figura de Efrén García Ardiles, médico de la ciudad e íntimo amigo de Arturo. Dado el hecho de que Miss Guatemala era una niña inquieta y diferente a su entorno juvenil, desarrolla una admiración extremada por el Dr. García Ardiles, quien también se diferenciaba, en las apreciaciones políticas e históricas, de todos los integrantes de la peña discursiva de los sábados. Tal admiración la llevó a concebir un hijo de él, lo cual causó la ruptura de la amistad con Arturo Borrero y el hecho de ser obligado por este, a contraer matrimonio con su hija. No concebimos como correcta la tesis sostenida por un editorialista de El Cultural. Com (Versión en papel y on line del periódico español El Mundo. Consulta del 18-12-19), quien sostiene que Miss Guatemala fue violada por Efrén García Ardiles, debido a que este expresamente aparece en la obra como un hombre importante y de buenos sentimientos. Si se le quiere calificar despectivamente, podríamos asignarle el calificativo de ‘aprovechador’, ya que emplea la admiración que la jovencita tiene hacia él, para seducirla. Posteriormente, Miss Guatemala va haciéndose el personaje fundamental, como hemos dicho, dada su participación en el desarrollo dramático de la novela. Hay un momento en que abandona a su marido y a su hijo, solicita el perdón de su padre. Pero, al no adquirirlo, se hace amante de Castillo Armas, después de Abbes García y pretendiente de un agente encubierto de la CIA.

            La novela termina con un capítulo-entrevista que hace Mario Vargas Llosa, como autor-personaje, a la ya nonagenaria Miss Guatemala, Esta es una característica también peculiar de este autor. Recordemos su novela La tía Julia y el escribidor, en donde se hace manifiesta durante toda la obra. Y un poco más sugerida en su actuación en La ciudad y los perros. Sí concordamos con El cultural.com (igual cita), cuando sostiene que el autor  … “intenta construir una novela política y exponer una argumentación ideológica en torno al medio siglo de la centuria anterior”.  Podríamos decir nosotros, durante los tiempos recios de la guerra fría. (Relación del título con la obra). Tal afirmación es corroborada por Vargas Llosa, en rueda de prensa ofrecida durante la presentación de esta misma novela, en Madrid. … “Es una novela. No es un libro de historia (…) hay muchos elementos de ficción…”, porque después …”investigo mucho para mentir con conocimiento de causa… (…) sin embargo, en Tiempos recios hay hechos básicos que es imposible alterar”. Para concluir este aspecto, es importante señalar que,  tal vez apartándose un poco de su posición política actual, deja ver que el derrocamiento de Árbenz fue un error de la política norteamericana, porque tanto Arévalo como él eran admiradores de la democracia norteamericana. Por ello, pensamos que han debido sentirse como atacados por sistema en el cual creían. Así, Mario Vargas Llosa confiesa que ese hecho, tan beneficioso para la United Fruit Company, fue también beneficioso para que surgieran, en América Latina, múltiples gobiernos filo-socialistas que tanto han dado que hacer en los últimos tiempos. Recuérdense nombres como los de Velazco Alvarado, Omar Torrijos, los hermanos Ortega, el mismo Maduro y el más conspicuo de todos, Fidel Castro, quien -a nuestro juicio- perdió la oportunidad del derrumbamiento soviético, para entronizar reformas atinentes a los derechos humanos, a los valores democráticos, al no partido único y otras modalidades que lo hubiesen hecho más aceptable, dentro del contexto latinoamericano.

            Para finalizar, queremos dejar sentado que no concordamos con el editorialista del ya citado El cultural. Com, cuando sostiene que Mario Vargas Llosa …”ha dado en los últimos tiempos señales premonitorias de decadencia [ y que ] Tiempos recios queda por debajo de sus obras maestras”… Nosotros pensamos que tal obra mantiene el mismo fulgor, la misma audacia y la misma importancia no solo de sus obras maestras sino también de las mejores novelas dentro del espacio narrativo latinoamericano conocido como la novela del dictador.

 

  • Autor: Luis Alvarez (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 27 de diciembre de 2019 a las 17:56
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 23
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