TERCA VANIDAD

oscar perdomo marin

Oscar Perdomo Marin

 

TERCA VANIDAD

 

Busco a Walt Whitman debajo de las piedras.

En el aire lo busco, en las vidrieras

 de todas las tiendas donde nada se vende;

en las piedras vacías ausentes de bullicio,

en todos los rincones

en la nostalgia rota de un poema,

en el abecedario de una biblia de ausencia.

 

Ando tras él en las ciudades que hacen los borrachos

y algunos malandrines sin ahora.

Lo persigo en los rostros cansados de aventuras,

en los borrados pasos de los que van a morir.

 

Pregunto por él en los burdeles,

en iglesias sin cura a medianoche;

en conventos de claustro,

en logias y mezquitas, sinagogas y escuelas.

 

Rastreo al gran poeta en los cuarteles,

indago si lo han visto en los mercados,

allí y donde quiera

cuando la gloria es una estupidez nunca escuchada.

 

Pregunto por el viejo Walt en los velorios;

soborno a alguien para que me de su paradero

y si no que me digan:

¿Dónde esta Sylvia Plhat o Edgar Allan Poe?

 

Da lo mismo, cada cual está en lo suyo,

a pesar de que ofrezco recompensa.

 ¡Que lástima! Quería hablarle a Witman de sus “Hojas de hierba”,

a Sylvia de sus grises que llevaron al cine

¿Y a Poe?, si, informarle, que un siglo después

de que emprendiera el obligado viaje sin maletas,

subastaron un poema suyo en varios miles de dólares.

Fue un texto de su propia letra,

escrito bajo el hambre larga de Baltimore,

cuando escaseaba el pan a compartir con Eleonora.

 

Busco a Sylvia donde indago por Walt y Wallace,

ese otro gran bardo ignorado en las aceras del tiempo.

 

A Sylvia quiero decirle que no vale la pena

 quitarse la vida por amor y añadirle,

porque no lo supo nunca,

que hoy es una celebridad idolatrada en salones dorados.

 

Busco a todos los disidentes del tiempo en el norte

que se marcharon sin conocer a los Vallejos del sur .

Descubro que estuvieron de espaldas sobre la misma tierra

 y aun no vuelven las caras para mirarse

en el espejo de los olvidos.

 

A veces me confundo

¡Son las cosas del tiempo!

Veo en Witman, en Wallace, en Sylvia,

 el rostro martirizado de Lorca

y percibo el último suspiro de Alfonsina,

perdiéndose en el mar.

 

Busco a todos los poetas 

consumidos por la hoguera de la intolerancia.

Persigo en todos los rincones a Andrés Eloy Blanco.

 

Pregunto por Ramos Sucre, Salmerón, Sabines, Alberti, Hernández;

 los juglares palestinos que nunca nacieron,

los desterrados poetas de las diásporas,

las voces de esperanza

apagadas por las bombas de las guerras;

los juglares africanos que nunca germinaron,

los versos mutilados en los vientres,

el holocausto de poemas

en el incendio de la Biblioteca de Alejandría,

 las metáforas lapidadas de Hypatia.

 

Ando buscando el amor enterrado en todas las esquinas,

la gloria permanente del olvido…

¡La terca vanidad que siempre nos convoca!

 

 

10 DE ABRIL 2019

Derechos reservados.

 

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Comentarios1

  • Ma. Gloria Carreón Zapata.

    Una magistral obra poética estimado autor, me gusta su versar. Un placer disfrutar de la lectura, saludos cordiales desde México.



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