El ángel

Alejandro Schleyer

¡A qué no supiste lo que sucedió!
Un lindo ángel del cielo me visitó.

Sus alas disfrazó en un blanco chaleco
y en jeans se presentó del cielo haciendo eco.

Despertó mi sueño su dulce mirada,
mas creí seguir soñando en alborada.

Su presencia tan hermosa, tan serena,
fue un embriague, una morfina, por mi vena.

Y por tres segundos no supe qué hacer:
hablar, cantar, reír, callar o correr.

«¡Tan hermosa, tan distante y exquisita!
¡Oh dulce compañía que me visita!»

Me despertó, estando yo enfermo y tumbado,
y puso su pie en mi rostro ilusionado.

«¡Caray! ¿Así me alivia? ¡Qué extraña forma!
Tal vez de donde viene será una norma.»

Y abracé feliz su pie como añorado,
lo cual sorprendió al ángel atolondrado.

«Debes estar muy mal», me dijo paciente,
«para dejar que te pise alegremente».

Como contesté que sí y que continuara,
el ser de Dios rió como si explotara.

Pero...

de tanto reír y reír ¡explotó!
y en miles de plumas se desvaneció.

Boquiabierto, quedé un buen rato. ¡Perplejo!
¿Fue que el ángel se esfumó como un conejo?

No sé qué ocurrió con el ángel alado
que usó sus alas cual chaleco emplumado.

Y aunque no lo he vuelto a ver tras esta escena,
creo escuchar siempre su risa que bien truena.

¿Y por qué cuento esta historia tan extraña?
Porque aprendí que un ángel nos acompaña.

Pues, si tú ves un espíritu haciendo eso,
abraza su pie. De esto, saldrás ileso.

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